Tipos de NEBT: IV la del converso a tiempo parcial

Alfredo, un introvertido y genial profesor de biología molecular entró en un programa europeo de investigación colaborativa, no le hacía ninguna gracia, pues al poco gusto que tenía por las relaciones personales se le unía su apatía por manejar su rudimentario inglés; no obstante, la insistencia del coordinador holandés ayudó a la Otri de su Universidad para lanzar a un técnico a azuzarle, tuvo suerte de encontrarse con una persona muy proactiva que prácticamente elaboró su parte de la propuesta. Aquel consorcio de I+D salió adelante, se trataba de evaluar, comparar y poner soluciones a la pérdida de fertilidad de los europeos, a Alfredo le tocó evaluar los parámetros, que no las causas, que químicamente, podían ser determinantes en la fertilidad.
Sorprendentemente encontró que había un parámetro que era absolutamente determinante, y, aún mejor, que era extraordinariamente fácil de medir, al punto que se podrían conseguir unos kits de análisis en poco tiempo. Llevado por su introspección decidió crear una empresa en solitario, era fácil, sólo debía dejar que la compañía pusiera en el mercado una tecnología genial que él iba a crear en su laboratorio, fue tan fácil que, de la noche a la mañana se encontró con cuatro inversores interesados en su proyecto, y surgió en Alfredo el fenómeno «El tesoro es míiiiio«, de modo que, con no muy buenas maneras rechazó una primera ronda de financiación privada; con la parte pública más los primeros servicios de consultoría podría sobrevivir, y además tenía una empresa interesada en comercializar sus productos.
En este punto, un buen amigo de Alfredo, Miguel, que le conocía desde el colegio, le aconsejó, con unas cañas de por medio, que contratase a un gerente; en el fondo lo que su amigo no quería es que Alfredo volviese a tratar a ningún potencial colaborador como había hecho con los cuatro potenciales inversores; y a la vez sabía de la introversión y carácter hosco de su amigo. En ese preciso instante, surgió el nuevo Alfredo, el converso, se había dado cuenta que su carrera era la empresarial puesto que, como científico ya se sentía satisfecho. Miguel no pudo callarse el: «mira, Alfredo, creo que no tienes carácter para eso», pero ahí se quedó el tema.
¿Que cómo sigue la historia? Alfredo firma un contrato leonino con la única empresa que conocía y era capaz de distribuir sus productos, tan leonino que pierde dinero y clientes con él, además, romperlo, le cuesta 20.000€, que no le sobran dado que llevaba muy justa la financiación. Poco después tiene que lanzar su kit definitivo al mercado y no dispone ya de financiación, es ahora Alfredo quien llama a la puerta de los inversores, pero es tarde, se ha corrido la voz de que nuestro emprendedor es un impresentable.
¿Que cómo acaba? No tengo ni la más remota idea.

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