Tipos de NEBT: V Friends

Un hombre que no se alimenta de sus sueños envejece pronto.

William Shakespeare

Érase una vez un hombre bajito y discreto que pensaba que con hacer las cosas bien al final recogería siempre resultados, prescindiendo de si era capaz de «vender la burra» o no; y es que su espectacular carrera científica se lo había hecho así saber. Un día, durante su destierro en un prestigioso centro de investigación norteamericano, Ernesto, que así se llama nuestro protagonista, soñó una empresa con lo mejor de todas y cada una de las empresas que había conocido; esto incluía cosas como los toboganes de google, la calidad total de Toyota, la ecología de Sony Ericsson,… Y todo ello desde los frutos de sus 20 años como investigador. Soñó un empresa que innovaría en su modelo de negocio, pues no se centraría en una única línea de investigación, ni si quiera en varias, su empresa investigaría para dar respuesta temprana a los problemas de la Sociedad, de modo que haría estudios de mercado que avalaran sus hipótesis y, sobre estos, diseñarían nuevas estrategias. Ernesto sabía que debería contar con los mejores profesionales y que estos deberían, además, estar muy motivados.
Con 20 fólios llenos de sueños se volvió a su país tres meses después, y comenzó a buscar financiación, una financiación astronómica que desorientaba a propios y extraños, pero Ernesto, además de ir obteniendo poco a poco el dinero que necesitaba, logró crear un núcleo duro de compañeros dispuestos a acompañarle sin paracaídas, compañeros que fueron incorporándose al proyecto durante sus 6 primeros meses de vida; el ritmo de inicio de la actividad fue, ni más ni menos, que espectacular, con sólo 5 trabajadores generaban más de una patente por trimestre, de modo que los inversores que en primera ronda se quedaron con cara de póker no dudaron en apostar por la empresa en su segunda ronda de financiación, esta vez con una valoración 15 veces superior a la de la ronda inicial.
Evaluar su tecnología era casi tan difícil como hacer lo propio con su plan de negocio, de modo que los controles de riesgo de cada inversor se tenían que hacer de una manera «creativa» pues en caso contrario, el proyecto no hubiera superado ni la primera tachuela, lo único en lo que todos coincidían es que el equipo era excelente y el mercado, sencillamente, global, y no sólo eso sino que nuestro emprendedor se aseguró la independencia para, por ejemplo, poder primar a los trabajadores que menos energía consumían o que decidían tener un hijo.
Dos años mas tarde superaban los cuarenta trabajadores, y aún peor, preveían llegar en dos años a 400, de los cuales el 40% serían doctores y el 90% mujeres, no sólo consiguió estos hitos sino también los de la responsabilidad social corporativa, al punto que en el centro de empresas en el que tenía su sede la empresa se les conocía como los «jarecrisna» por la sonrisa peremne que vestían los empleados. Ernesto dudaba de si era mejor que se les conociera como los «jarecrisna» o como «The Smurfs» (Los Pitufos), que era el apodo de su grupo de investigación en Estados Unidos, «han pasado de mirar nuestra altura a especular con las drogas que tomamos», ironizaba nuestro emprendedor. Nosotros, para no entrar en disquisiciones sobre las endorfinas que puede liberar una droga, preferimos llamarles simplemente Friends, en recuerdo de la serie de televisión.
Nadie ha dicho que conseguir un sueño sea fácil, lo seguro es que, si no lo intentas no lo conseguirás.

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