Seamus Heaney
(Condado de Derry, Irlanda del Norte, 13 de abril de 1939 - Dublín, 30 de agosto de 2013)
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MUERTE DE UN NATURALISTA
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Durante todo el año el dique de lino supuraba en el corazón del pueblo; verde y de cabeza pesada el lino se pudría allí, aplastado por enormes terruños. A diario chorreaba bajo un sol de justicia. Burbujas gorgojeaban con delicadeza, moscardones tejían una fuerte gasa de sonido en torno al olor. Había también libélulas, mariposas con lunares, pero lo mejor de todo era esa baba caliente y espesa de huevos de rana que, a la sombra de las orillas, crecía como agua coagulada. Aquí, cada primavera yo llenaría los tarros de mermelada con gelatinosas motas para poner en fila en el alféizar de la casa, y en el colegio, sobre estantes, y esperaría y miraría hasta que los puntos engordasen estallando en ágiles renacuajos nadadores. La Señora Walls nos contaría cómo a la rana padre se le llamaba rana toro y cómo croaba y cómo la mamá rana depositaba centenares de pequeños huevos y eso eran babas de rana. También se podía predecir el tiempo por las ranas pues eran amarillas al sol y marrones bajo la lluvia.
Entonces, un caluroso día cuando los campos apestaban a boñiga de vaca sobre la hierba, las airadas ranas invadieron el dique de lino; yo atravesaba los marjales agachado y al son de un áspero croar que no había oído antes. El aire se espesó con un coro de bajos. Justo al pie del dique ranas de gordas barrigas sé mantenían alertas sobre terruños; sus nucas sueltas latían como velas. Algunas saltaban: el slap y plop eran amenazas obscenas. Algunas se sentaron dispuestas como granadas de barro, con sus calvas cabezas pedorreando. Me sentí enfermo, di la vuelta y corrí. Los grandes reyes babosos se reunían allí para vengarse y supe que si metía mi mano las babas la agarrarían. |
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