CSIC

Una nueva semana de convulsiones en este organismo de investigación bien conocido. Con sus virtudes y sus defectos. A continuación recojo algunos artículo que creo son interesantes.

El CSIC agoniza, una vez más de Arturo Quirantes

«En cierta ocasión, a comienzos de 1975, mi padre se fue de casa durante varios días. Tenía que ir “al Consejo” y quedarse allí,  me explicó mi madre. ¿Incluso a dormir? Sí, hijo, por eso se ha llevado el saco de dormir. Para un niño de ocho años, eso era algo muy raro de asimilar, pero si ellos decían que era lo que había que hacer, pues no pasaba nada. Como un par de semanas después, volvió para reanudar su vida cotidiana junto con su familia.

Pasaron muchos años hasta que me enteré del resto de la historia. Resulta que en 1975 mi padre y sus compañeros sufrieron una situación que parece calcada de la presente. En una época de crisis económica y política, con un gobierno reaccionario cada vez más cuestionado, los gestores trabajaban sin más planes que sobrevivir otro día. Su capacidad no les daba para más. El CSIC era una buena víctima: no producía ciencia aplicada de uso inmediato, estaba lleno de gente amable que no levantaba la voz ni para gritar gol (bueno, para eso puede que sí), y no tenían poder político. Eran la víctima perfecta para los recortes económicos. Se congelaron sueldos, se cerraron proyectos. La historia no es nueva.»

«Suerte, señores sabios» de Juan José Millás

«Mi padre trabajó para el CSIC. Les fabricaba aparatos para cultivos y se ocupaba de su conservación. Llegó a tener un pequeño taller en sus instalaciones. En alguna ocasión, al salir del instituto Ramiro de Maeztu, que está a allí mismo, me acercaba a ver a mi padre y me daba una vuelta por los laboratorios. Me gustaba ver a la gente de bata blanca inclinada sobre los microscopios. Se ajustaban a mi idea de la sabiduría. El CSIC constituía un raro espectáculo en el país de «que inventen los otros». Digamos que era nuestro lado culto, nuestro lado ambicioso, nuestro lado internacional. Solo el nombre, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, impresionaba lo suyo. En casa quedaba reducido al Consejo.
-¿Y papá?
-No ha vuelto del Consejo.»

CSIC de Jorge M. reverte

El Gobierno está dejando que se consuma a fuego rápido una de las instituciones más sólidas de este país, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, el CSIC. Un lugar repleto de talento y de trabajo bien hecho en muchas disciplinas que se resumen en una: la investigación básica.

Del CSIC es difícil que se extraigan éxitos espectaculares, porque sus trabajadores justamente hacen ciencia, no aplicaciones directas a la industria que sirvan para que las púas de un cepillo de dientes sean más finas o que un coche pese la mitad. Esos resultados suelen llegar mucho más tarde y son responsabilidad de las empresas que apliquen los avances.

«Por qué hay que pagar a esos «jetas» del I+D con dinero público» de Patricia Fernández de Lis

«Los últimos post de este blog han suscitado los comentarios de algunos lectores, que parecen estar de acuerdo en que la inversión en ciencia pública es un despilfarro, que debe ser la empresa privada la que financie las investigaciones que crean adecuadas y que el I+D financiado por las arcas públicas no es más que un nido de corruptelas y amiguismos. “El problema es que el ‘populacho’ estamos ya hasta loas c.jones [sic] de estos jetas del I+D que se hacen pasar por ‘sabios’ y que no hacen otra cosa que augurar catástrofes un día sí y otro también”, dice un comentarista. “Que sea el erario quien financie la investigación es propio de países socialistas o para-socialistas…”, opina otro. “Estos científicos, que tan provechosas investigaciones han protagonizado – tanto como para obtener beneficios y remanentes con acuerdos de colaboración externos-, lo tienen muy fácil: simplemente crear un grupo de investigación privado”, cree un tercero

Algunos han iniciado una campaña «Firma para salvar al CSIC» en la web Change.org

El desenlace pronto.

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