• Geometría paradójica

    Los filósofos dicen que cualquier tiempo
    está equidistante de la eternidad.
    Es una buena definición de un punto.
    El tiempo que vivimos no es lineal

    no es tampoco circular, es un simple
    punto que en su interior sueña
    ser una frágil e infinita línea
    llena de vida, de tiempo y de destino.

  • Escrito con tiza

    Uno le dice a Cero que la nada existe
    Cero replica que uno tampoco existe
    porque el amor nos da la misma naturaleza

    Cero mas Unos somos Dos le dice
    y se van por el pizarrón tomados de la mano

    Dos se besan debajo de los pupitres
    Dos son Uno cerca del borrador agazapado
    y Uno es Cero mi vida

    Detrás de todo gran amor la nada acecha.

  • Su ilimitada resistencia

    El espíritu de la Catedral en restauración,
    sosteniéndose en pie,
    ilumina el paisaje mágico
    de vigas de hierro y cimbras de madera.

    A medida que avanza
    la oscuridad,
    sus contornos se van difuminando.

    Pero la más leve llama
    descubre
    su ilimitada resistencia
    a las tinieblas.

  • La tangente

    ¿Y la tangente, señor Arcipreste?...
    ¿El radio de la esfera que se quiebra y se fuga?
    ¿La mula ciega de la noria, que un día, enloquecida, se liberta del estribillo rutinario?...
    ¿La correa cerrada de la honda, que se suelta de pronto para que salga la furia del
    guijarro?...
    ¿Esa línea de fuego tangencial que se escapa del círculo y luego se convierte en un
    disparo? Porque el cielo... Señor Arcipreste, ¿sabe usted?,
    No hay arriba ni abajo...

  • La electricidad

    Muchas veces has oído
    hablar de electricidad.
    ¿Qué sabes tú de este fluido
    maravilloso, en verdad?
    Es una fuerza esparcida
    que vaga en el mundo incierta;
    mansa, muy mansa dormida,
    y aterradora despierta.
    Es materia muy sutil,
    que se junta y enrarece,
    produciendo efectos mil
    cuando en un punto aparece.
    Tal es la electricidad,
    que por todas partes cunde,
    la que con velocidad
    más que la luz se difunde.

  • Los sentidos

    Niño, vamos a cantar
    una bonita canción;
    yo te voy a preguntar,
    tú me vas a responder:
    Los ojos, ¿para qué son?

    Los ojos son para ver.
    ¿Y el tacto? Para tocar.
    ¿Y el oído? Para oír.
    ¿Y el gusto? Para gustar.
    ¿Y el olfato? Para oler.
    ¿El alma? Para sentir,
    para querer y pensar.

  • Así soñé yo la verdad

    Kepler miró llorando los cinco poliedros
    encajados uno en otro, sistemáticos, perfectos,
    en orden musical hasta la gran esfera.

    Amó al dodecaedro, lloró al icosaedro
    por sus inconsecuencias y sus complicaciones
    adorables y raras, pero, ¡ay!, tan necesarias,
    pues no cabe idear más sólidos perfectos
    que los cinco sabidos, cuando hay tres dimensiones.

    Pensó, mirando el cielo matemático, lejos,
    que quizá le faltara una lágrima al miedo.

    La lloró cristalina: depositó el silencio,

  • El rayo

    Como caballo salvaje,
    saltando de nube en nube
    corre inquieto, baja y sube
    sin rienda ni vasallaje;
    tenido fue por mensaje
    de celestiales enojos,
    pues, lanzando dardos rojos,
    el alto muro derrumba,
    y abre inesperada tumba
    a polvorientos despojos.

    Caudillo de la tormenta
    que agita los hondos mares,
    tronza robles seculares
    y al fuego voraz afrenta:
    ¿ quién tomará por su cuenta
    domeñar su furia brava?
    ¿Quién del torrente de lava
    pondrá dique a la carrera?

  • Fragmento de poesía

    En mi garganta quedará un silencio
    interminable gritando tu ausencia
    injusta y dolorosa para siempre.

    Corría Andalucía por tus venas
    Inundándonos con la luz del sur
    Y tu casa y tu vida eran las nuestras

    Y te queríamos porque eras tú
    Y en ti todos soñábamos estrellas.

  • El ángel de los números

    A Eduardo Rodrigáñez


    Vírgenes con escuadras
    y compases, velando
    las celestes pizarras.

    Y el ángel de los números,
    pensativo, volando
    del 1 al 2, del 2
    al 3, del 3 al 4.

    Tizas frías y esponjas
    rayaban y borraban
    la luz de los espacios.

    Ni sol, luna, ni estrellas,
    ni el repentino verde
    del rayo y el relámpago,
    ni el aire. Sólo nieblas.

    Vírgenes sin escuadras,
    sin compases, llorando.