Enrique Gandía Pérez. Premio de Investigación "Julián Marías" 2018 a investigadores de menos de 40 años (exequo)
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Enrique Gandía Pérez. Premio de Investigación "Julián Marías" 2018 a investigadores de menos de 40 años (exequo)

Sr. Consejero de Educación e Investigación de la Comunidad de Madrid, distinguidas autoridades, queridos familiares y amigos, señoras y señores.


Me gustaría aprovechar llamar su atención sobre los que, a mi juicio, son los dos grandes males que amenazan la supervivencia de la ciencia: El primero de estos males es la creciente burocratización. El segundo, el desprestigio de la investigación

1. Ninguno de ustedes se sorprenderá si digo que la investigación no atraviesa su mejor momento. Al fin y al cabo, es algo que se ha dicho siempre. Sin embargo, sí me gustaría aprovechar el tiempo que me ha sido asignado para llamar su atención sobre los que, a mi juicio, son los dos males que, con mayor intensidad, amenazan hoy su supervivencia. El ponerlos encima de la mesa, sobre ser una exigencia moral, creo que ayudará a comprender mejor la importancia crucial de estos Premios como instrumento necesario para mitigarlos, al tiempo que permitirá advertir también su natural incapacidad para combatirlos plenamente. Me explico.

a) El primero de estos males es la creciente burocratización que, en estos momentos, impregna tanto la actividad, como la producción científica. Que nadie se lleve a engaño: hoy en día, el investigador -al menos, el investigador universitario- apenas tiene tiempo para investigar. Ya lo advertía Julián Marías en un clarividente ensayo escrito allá por 1957. Y es que su jornada transcurre no ya entre clases y tutorías, como debería ser natural, sino entre cientos, miles, de tareas puramente administrativas que nada tienen que ver con la labor docente. Pero, con ser grave, esta burocratización de la actividad del investigador no es, sin embargo, tan letal como la que afecta a la propia producción científica. Con esto último quiero referirme a la nefasta preponderancia que, desde las Agencias de Evaluación y Acreditación, sean nacionales o autonómicas, se viene otorgando a la cantidad sobre la calidad a la hora de valorar el currículum de aquellos que osan comenzar o continuar el cursus honorum universitario. El resultado es una sobreabundancia de producción científica, frente a la que nos previniera también el ilustre discípulo de Ortega y Gasset, y que redunda, de manera inevitable, en un descenso en la calidad de los trabajos académicos.

b) El segundo de los males sobre el que quisiera alertarles es el desprestigio de la investigación, que es, a la vez, un desprestigio económico y social. Lo uno como causa de lo otro. Es importante que sepan ustedes que el salario mensual de un profesor universitario con dos licenciaturas, un máster, un doctorado en el extranjero, varias publicaciones y cinco años de experiencia apenas alcanza los mil quinientos euros. Comprenderán que el renombre del que otrora gozara el oficio de profesor universitario se haya visto reducido, en la actualidad, a la sonrisa condescendiente que suele esbozar aquél a quien se le dice que uno se dedica "a eso de la investigación". Y a nadie se le escapa que ello trae consigo un enorme riesgo de selección negativa que aleja a los más brillantes de la carrera científica.

2. Hasta aquí, esta brevísima exposición de las dolencias que merman la salud de nuestra investigación. Ahora bien ¿en qué medida los Premios Julián Marías contribuyen a paliarlas? Por lo pronto, la mera ocasión de ver nuestro nombre asociado al de tan insigne filósofo supone para los premiados una dignidad mayor que cualquier otra distinción. Tampoco hace falta decir que la importante dotación económica de este galardón es una más que grata recompensa a un habitualmente ingrato trabajo. Aunque, sin duda, la mayor virtud de estos Premios es que con ellos se recompensa la calidad de la producción científica por encima de su cantidad. No en vano dicen sus bases que su objetivo es "estimular, reconocer y premiar el esfuerzo, la calidad y la excelencia en el ámbito de la investigación". Nos encontramos, en definitiva, ante unos Premios necesarios, indispensables, para fortalecer esta función esencial de la sociedad. Pero, no son, ni pretenden serlo, el remedio definitivo para mantenerla con vida. Para eso hacen falta, lógicamente, otras medidas, más profundas y generales, en las que debemos implicarnos todos: Universidades, Administraciones públicas y, por supuesto, nosotros, los investigadores.

 

Muchas gracias.

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