Fecha
Fuente
La Razón
Autor
Jose J. Lobo

¿Preparados para la segunda oleada?

Expertos avisan de que existe una probabilidad «muy alta» de enfrentarnos a un rebrote: «Si no nos preparamos para lo peor puede haber otro colapso sanitario»

Lothar Wieiler, principal asesor científico en la pandemia del coronavirus de la canciller alemana, Angela Merkel, y presidente del Instituto Robert Koch, el centro alemán de referencia en investigación para el control y prevención de enfermedades, aseguró a comienzos de la semana pasada que «con un alto grado de certeza» se producirá una segunda oleada de contagios por el Covid-19. Su rotunda afirmación no ha pillado por sorpresa a la comunidad científica, que, en su mayoría, ve muy cercana esa posibilidad. «Los datos que tenemos ahora indican que el porcentaje de gente que ha pasado la infección es bastante bajo para conseguir una inmunidad protectora en la sociedad. El virus sigue circulando por el mundo, con lo cual es muy, muy probable que haya una segunda ola. Diría que es algo con lo que deberíamos empezar a trabajar. Esto es como un terremoto que tiene varias réplicas. Lo que no sabemos es si la réplica de más intensidad es ésta o la siguiente. Hay una probabilidad muy alta de que nos enfrentemos a una segunda ola y quizá, a otras», apunta María Montoya, especialista en inmunología viral del Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas, adscrito al Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), y directiva de la Sociedad Española de Inmunología.

«Hay que prepararse para lo peor», insiste Montoya. «Si los servicios sanitarios no se preparan para lo peor después de lo que se les ha venido encima, entonces podría producirse un nuevo colapso asistencial. El número de fallecimientos confío en que no sea tan alto, simplemente porque ya sabemos muchas cosas del virus. Cuando llegó a España, los médicos internistas, los neumólogos, no sabían qué protocolo específico tenían que seguir, porque era un virus nuevo, y por eso somos vulnerables a él. Ahora vamos conociendo algunos de los fármacos que hay que administrar a los pacientes, pero esa información no la teníamos hace dos meses. Con todos esos datos, cuando venga la segunda ola estaremos en una posición muchísimo mejor para tratar a los pacientes que cursen la infección con gravedad».

Ángel Gil de Miguel, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública, y director del Departamento de Especialidades Médicas y Salud Pública de la Universidad Rey Juan Carlos, sostiene que «una nueva oleada de infecciones es una posibilidad que no debemos descartar. Todo depende de dos aspectos fundamentales; el primero es el porcentaje de población que haya sido infectado ahora. Por eso es muy importante el estudio de seroprevalencia que se está llevando a cabo para conocer qué ha sucedido y cuánta población ha sido infectada. En función de esto, la segunda oleada tendrá un mayor o menor impacto en la población». El catedrático asegura que con los datos preliminares, parece que la infección «ha podido afectar al 10-15% de la población». «De confirmarse estos datos, el impacto de una segunda oleada puede ser importante. El otro aspecto depende de las mutaciones que tenga el virus. Es cierto que conforme el virus va mutando suele perder su capacidad patogénica y su virulencia, pero para poder confirmar esto tenemos que estar muy atentos a su comportamiento y en esto es clave la información que nos llega de los virólogos. De hecho, ya han descrito tres mutaciones hasta el momento, y las tres van en una dirección favorable hacia la pérdida de patogenicidad y virulencia».

Para la viróloga Amelia Nieto, investigadora del Centro Nacional de Biotecnología del CSIC y vicepresidenta de la Sociedad Española de Virología, «hay dos escenarios. Uno es un posible rebrote si la desescalada no se hace siguiendo una serie de criterios, como mantener la distancia social, evitar aglomeraciones, llevar mascarilla o el lavado de manos frecuente hasta que el índice de contagios disminuya. El otro escenario, que es lo que ocurrirá muy probablemente, es que el Covid-19 se convierta en un virus estacional que nos infecte todas las temporadas, como es el caso del virus de la gripe». La opinión de Nieto coincide básicamente con la de algunos de los más destacados eruditos internacionales en la materia. Amesh Adalja, experto en epidemias del Centro de Seguridad Sanitaria de la prestigiosa Universidad Johns Hopkins, sostiene que el Covid-19 podría volverse crónico, como la gripe, y regresar cada año coincidiendo con la vuelta al colegio. En su opinión, esto incrementaría, de forma masiva, las probabilidades de contagio. Por su parte, Robert Redfield, director del Centro de Control de Enfermedades de EEUU, asegura que una segunda ola de coronavirus podría incluso ser peor que la primera, porque los sistemas sanitarios no están preparados para asumir, además de la emergencia provocada por el coronavirus, la carga estacional añadida por el virus de la gripe.

No faltan quienes sugieren que las medidas de desescalada y desconfinamiento se han aplicado demasiado pronto, y que esa circunstancia puede contribuir decisivamente a que se registre una nueva ola de infecciones. En otras palabras: que las restricciones se han relajado prematuramente debido a la gran presión social y económica. «No contemplar la posibilidad de una segunda ola de contagios es un lujo que no nos podemos permitir. Pero las regulaciones sobre los comportamientos ciudadanos son un arma de doble filo», afirma Raúl Ortiz de Lejarazu, virólogo, profesor titular de Microbiología y director emérito del Centro de Gripe de Valladolid. «Más que el momento elegido para iniciar el desconfinamiento, me preocupan los comportamientos individuales, la responsabilidad colectiva de ciertos grupos de población y el excesivo afán regulatorio de los gobernantes. A veces querer regular todos los comportamientos tiene resultados perversos. Del mismo modo, el grado de responsabilidad tiende a aumentar entre las personas mayores y los adultos».

Ortiz de Lejarazu no oculta su preocupación por las aglomeraciones humanas de la temporada estival. «Cuantas más infecciones, más facilitamos la adaptación del virus a los humanos. Aunque los nuevos contagiados sean asintomáticos, al final el virus llega a personas con fragilidad biológica y causa daño. Existe un peligro auténtico de difusión de la epidemia cuando, además de desplazarse a una segunda residencia o a una playa, los ciudadanos dejan de observar las medidas de seguridad recomendadas. Ahora es el momento de «aplaudir» con nuestro comportamiento y ser egoístamente solidarios».

¿Podría una segunda oleada ser incluso peor que la primera?

Fernando Rodríguez Artalejo, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública en la UAM, se muestra cautamente optimista. «Si se produce una segunda oleada probablemente no será mayor que la que ya hemos padecido, y además el sistema sanitario, que estará más reforzado, soportará mejor la aparición de nuevos casos». Y añade: «Es posible que haya una segunda ola, porque el coronavirus sigue circulando en la comunidad, y en muchas epidemias por virus respiratorios hay más de una oleada. La gripe de 1918 es un buen ejemplo, pues tuvo, al menos, dos oleadas importantes». La inmunóloga María Montoya, del Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas, abunda en esta tesis: «Ahora no sabemos si la gran ola del tsunami es la que ha venido o la que vendrá. Tenemos que aprender de otras pandemias, y hace un siglo, en 1918, en la mal llamada gripe española, fue en la segunda oleada en la que murieron cerca de 50 millones de personas».

Para Rodríguez Artalejo, de la UAM, si se produjera una segunda oleada «no podría descartarse que en alguna provincia haya dificultades y se requiera un nuevo confinamiento para proteger al sistema sanitario y a la población». Esa hipótesis lleva a Laura Cadierno, psicóloga sanitaria y forense, a afirmar que «someterse a un nuevo periodo de confinamiento domiciliario puede conllevar un impacto psicológico importante». A esto hay que añadir, prosigue Cadierno, «la presencia de otros estresores secundarios, como las dificultades en el empleo, los problemas de convivencia y conciliación, así como la incapacidad de muchas familias para afrontar un nuevo periodo de estancamiento en sus ingresos». Para los niños, según la experta, el impacto psicológico podría ser aún mayor».

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