Fecha
Fuente
El País

El sueño de una pastilla para ser feliz

El caso de la mujer que no siente dolor sugiere un camino para investigar la manipulación de las emociones humanas con fármacos

“Soy ridículamente feliz”, explicaba la semana pasada Jo Cameron a este periódico. Si Obélix se cayó en la marmita de poción mágica cuando era niño, esta mujer británica de 71 años nació directamente dentro de la marmita. A causa de dos mutaciones genéticas, en su cerebro hay concentraciones muy altas de cannabinoides endógenos, unas sustancias naturales con efectos similares a los de la marihuana. Cameron es incapaz de sentir dolor. Y, además, sacó un 0 de 21 en un cuestionario para evaluar su ansiedad y un 0 de 29 en otro sobre la depresión.

El insólito caso de Jo Cameron pone sobre la mesa hasta qué punto las sensaciones humanas son meras reacciones electroquímicas y, por lo tanto, manipulables. La pregunta surge de manera natural: ¿Se puede crear una especie de pastilla de la felicidad?

“Gran parte de lo que consideramos la felicidad tiene componentes biológicos. Y esos componentes son una diana potencial para tratamientos químicos o con impulsos eléctricos. No me sorprendería que en un futuro pudiésemos tener una sensación de bienestar inducida de manera biológica”, responde Eduard Vieta, jefe del servicio de Psiquiatría y Psicología del Hospital Clínic de Barcelona.

Vieta tiene en mente el soma, la droga que todo el mundo consume en la novela Un mundo feliz, publicada por el escritor británico Aldous Huxley en 1931. “En la actualidad el progreso es tal que los ancianos trabajan, los ancianos cooperan, los ancianos no tienen tiempo ni ocios que no puedan llenar con el placer, ni un solo momento para sentarse y pensar”, narra el libro. “Y si por desgracia se abriera alguna rendija de tiempo en la sólida sustancia de sus distracciones, siempre queda el soma, el delicioso soma, medio gramo para una tarde de asueto, un gramo para un fin de semana, dos gramos para un viaje al bello Oriente, tres para una oscura eternidad en la luna”.

“Ya existen drogas que dan bienestar, como la morfina. Lo malo es que hoy, con las adicciones, tienes una felicidad efímera y una infelicidad muy duradera”, advierte Vieta, también director científico del Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental. “Pero creo que, teóricamente, sí es posible encontrar métodos para inducir un estado de bienestar sin que te adoctrinen como en Un mundo feliz”, opina.

Otros expertos son mucho más escépticos, como Joanna Moncrieff, profesora de Psiquiatría del University College de Londres. Hace ya una década, publicó el libro El mito de la cura química: una crítica al tratamiento farmacológico psiquiátrico. “Tenemos una visión demasiado optimista de lo que pueden hacer los fármacos. Nos creemos que pueden imitar estados normales, pero rara vez lo hacen. En cambio, los medicamentos que afectan al cerebro generalmente nos hacen menos sensibles al mundo que nos rodea, particularmente a otras personas. Pensemos en cómo afecta el alcohol a la gente”, expone Moncrieff.

La psiquiatra recuerda que ya hay muchas sustancias que logran que las personas se sientan bien, como la cocaína, el éxtasis, la heroína y el diazepam, más conocido como Valium. “Pero esto no es felicidad. Como muchos filósofos, estoy de acuerdo con Aristóteles en que la felicidad proviene de vivir una vida satisfactoria, así que, en mi opinión, nunca se logrará mediante la manipulación del cuerpo o del cerebro con productos químicos u otros medios”, zanja Moncrieff.

Hace un par de años, una investigación con más de 50.000 personas de nueve países mostró que su nivel de satisfacción con su propia vida influía más sobre su salud que las emociones que experimentaban en su día a día. “La felicidad es un constructo. La idea de una pastilla de la felicidad pertenece a un modelo de pensamiento biomédico, a la medicalización de la vida”, sostiene Marta Miret, coautora de aquel estudio y antropóloga de la Universidad Autónoma de Madrid.

La británica Jo Cameron cuenta que, al no sentir dolor, se quema a menudo en la cocina y no se entera hasta que huele a carne quemada. “Las emociones negativas nos ayudan a aprender. Son muy importantes en la toma de decisiones. No sentir dolor, ya sea físico o emocional, tiene muchas consecuencias negativas”, alerta Miret.

El cerebro es un órgano de apenas kilo y medio, pero con 86.000 millones de neuronas y con billones de conexiones entre ellas. “Es tremendamente complejo. Puede aparecer un caso como el de Jo Cameron entre más de 7.000 millones de personas”, reflexiona el neurocientífico Francesc Artigas, del Instituto de Investigaciones Biomédicas de Barcelona. “El cerebro, además, es un órgano tremendamente plástico”, advierte. Las pastillas de MDMA (éxtasis), por ejemplo, “liberan serotonina y dopamina y generan una felicidad farmacológica pero, si sigues tomando, cada vez necesitas una dosis mayor para tener el mismo efecto”.

A juicio de Artigas, la respuesta a la pregunta de si algún día tendremos una pastilla de la felicidad es muy sencilla: “No”. La alternativa, quizá, está en los versos que canta un personaje de Un mundo feliz: “Abrázame hasta embriagarme de amor, bésame hasta dejarme en coma; abrázame, amor, arrímate a mí; el amor es tan bueno como el soma”.

Añadir nuevo comentario

El contenido de este campo se mantiene privado y no se mostrará públicamente.
Para el envío de comentarios, Ud. deberá rellenar todos los campos solicitados. Así mismo, le informamos que su nombre aparecerá publicado junto con su comentario, por lo que en caso que no quiera que se publique, le sugerimos introduzca un alias.

Normas de uso:

  • Las opiniones vertidas serán responsabilidad de su autor y en ningún caso de www.madrimasd.org,
  • No se admitirán comentarios contrarios a las leyes españolas o buen uso.
  • El administrador podrá eliminar comentarios no apropiados, intentando respetar siempre el derecho a la libertad de expresión.
CAPTCHA
Enter the characters shown in the image.
Esta pregunta es para probar si usted es un visitante humano o no y para evitar envíos automáticos de spam.