Bahías salvajes y contaminación luminosa

David ByN

Nueva campaña de observación. En un observatorio nuevo, Lick, del que espero hablar en una próxima entrada, localizado en las proximidades de la ciudad norteamericana de San Francisco. Pero esta noche quiero hablar de la contaminación luminosa, del impacto que los seres humanos tenemos en nuestro entorno.


Algunas de las cúpulas vistas a contraluz durante el crepúsculo. Se pueden observar las luces del valle (crédito DByN). Una imagen en alta resolución se encuentra en este enlace.

Se pone el Sol, hace frío y sopla un fuerte viento. Hervè, mi amigo y colaborador, y yo nos disponemos a iniciar otra noche de observación. Para mí es difícil. Llegué hace una par de días y todavía adolezco del cambio de horario. Sin haberme acostumbrado a las nueve horas de diferencia, vuelvo a cambiar. Estaré casi 24 horas sin dormir, trabajando en la reducción de los datos mientras Hervè se encarga de la adquisición de los mismos.

A pesar del cansancio y de las tareas pendientes antes de comenzar la noche, siempre hay momentos para disfrutar del entorno, de la puesta de Sol. Éste es un observatorio relativamente pequeño, con un siglo de historia, pero localizado en un emplazamiento privilegiado: sobre el Sillicon Valley y la bahía de San Francisco.

Y, en verdad, la puesta de Sol nos brinda un gran espectáculo. El valle, a nuestros pies, aparece iluminado por efecto de la gran concentración de población, empresas de alta tecnología y, de calles y carreteras.

Desgraciadamente para nosotros astrofísicos este hecho tiene un efecto muy pernicioso. No sólo afecta a la calidad de nuestras observaciones, también evita que podamos hacer ciertos análisis. Es una consecuencia del uso de lámparas con sodio. El efecto de las ciudades del valle se muestran clarísimamente en los espectros de resolución intermedia que estamos obteniendo. Irónico desde el punto de vista de un fotón (el antropocentrismo es siempre difícil de evitar) que ha recorrido mas de 1200 millones de años-luz (nuevamente, desde la Cabeza de Orión). Después de haber superado semejante vació y haber evitado la interacción con las partículas del medio interestelar, debe ser triste verse inmersos en la contaminación de un remoto planeta que inhibe así que el fotón deposite su información en el detector de un científico.

Claro que eso no es lo peor, el efecto sobre la astronomía es casi incidental. La iluminación innecesaria y una política de desarrollo urbanístico ciega, absurda diría (por no hablar del gasto energético para calentar las casas mal aisladas o el uso indiscriminado del transporte privado), provocan un efecto de unas consecuencias que tal vez pudieran ser irreversibles. Es un derroche sin sentido. Por no hablar del efecto que tiene la industrialización descontrolada.


Amanecer en Silicon Valley, junto a la bahía de San Francisco. ¿Es necesario ese nivel de iluminación artificial? (crédito DByN). Una imagen en alta resolución se ecuentra en este enlace.

Termina la noche. Cansados aunque satisfechos por los datos obtenidos, nos vamos a dormir. Más abajo, la ciudad se pone en marcha. Las luces continúan encendidas. Los coches empezarán a rugir en atascos interminables. Me dice Hervè que cuando llegaron los primeros españoles a la bahía de San Francisco se encontraron con una numerosa colonia de cetáceos, incluyendo ballenas. No sé cuándo desaparecieron, probablemente diezmados por la presión humana. Pero creo que debió ser un sitio mucho más bello que el que nos ofrecen las luces de casas y careteras duran un atardecer.

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Un comentario

  1. La contaminación lumínica no sólo es un problema para astrofísicos y astrónomos. El problema es más grave y está afectando al desarrollo conceptual de la mente de los niños. Soy profesor de ciencias de secundaria y me horrorizo cada año con los chavales de 3º y 4º de ESO porque ni siquiera saben localizar la Osa Mayor. Muchas veces me dicen (cuando les hablo de las observaciones de grandes astrónomos como Brahe o Tolomeo) que cómo podían dedicarse a eso. Claro mi respuesta es clara: no había internet ni videojuegos, en su defecto tenían una ventaja, el panorama estelar era una auténtica belleza. Les cuesta hacerse una idea de lo que mostraba el cielo porque en las ciudades hoy miras arriba y a penas ves cinco constelaciones con claridad.

    Es posible que te cite en una entrada dentro de unos días: http://eumafeag.blogspot.com/

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