Las evidencias de los seis viajes a la Luna están ahí (Apollo Lunar Surface Journal), disponibles para quien quiera analizarlas con espíritu crítico. Recientemente he leído un interesante libro que celebra la 40 aniversario del aterrizaje de la misión Apolo 11 en la superficie de la Luna de una de las maneras mas pedagógicas posibles: desmantelando los mitos urbanos que circulan sobre la veracidad de este hecho histórico.


«… Soy consciente de que la realidad es otra: no somos tan importantes como para que estén conspirando contra nosotros todo el tiempo. No eres el protagonista de un hipotético Show de Truman, lo siento».

Tengo que dar la razón a Eugenio Fernández Aguilar, autor de este libro y de esta cita extraída del mismo (ver la sección específica en su bitácora Ciencia en el siglo XXI). Ninguno de nosotros somos el centro (el geocentrismo, la versión más general, ha sido siempre derrotado, en cualquiera de sus variantes), ni hay conspiraciones para ocultarnos verdades trascendentales. No existe un «Gran Hermano» como en la novela «1984» que controle nuestra vida, nuestros pensamientos. Orwell, afortunadamente, se equivocó. Y la película mencionada, aunque interesante y divertida, no deja de ser ficción. En cualquier caso, ciertamente, es más fácil creer que pensar. Es más fácil aceptar juicios de valor predigeridos que analizar y realizar una crítica de la realidad, que exige tiempo y preparación. Tal vez por ello más gente acepta mitos urbanos y otras patrañas inverosímiles como realidades, y crea que la ciencia es algo parecido a la magia. Como ejemplos, el caso de las «caras» de Marte o el caso de Sirio, las enanas blancas y los Dogon

En cierta medida, estamos volviendo a la relación que tenía el hombre del medioevo con su entorno: maravillado por la naturaleza, pero ignorante sobre cómo funciona. Siempre con un tinte de miedo. Por si fuera poco, numerosos medios de comunicación están más interesados en vender que en cumplir un papel de educadores sociales (como en este ejemplo de amarillismo sensacionalista, utilizando a Newton como excusa).

En este breve y ameno ensayo, Fernández Aguilar desmonta numerosas afirmaciones que circulan por diversos foros públicos: desde medios de comunicación general (prensa, televisión), como en Internet o trabajos «científicos» de «reputados especialistas» (lo que significa a personajes con cierto capacidad mediática que buscan temas pseudocientíficos para explotarlos y obtener un beneficio económico).

Dada la ingente cantidad de afirmaciones que circulan (en su mayoría absurdas, alguna algo más sofisticada), el autor selecciona 50 hipótesis sobre la denominada conspiración lunar, la supuesta simulación por parte de NASA, la agencia espacial norteamericana, de la llegada de varios de sus astronautas a la Luna (la misión Apollo). Con acertados comentarios desmantela estas hipótesis y muestra sus incoherencias.

El libro está escrito en un lenguaje sencillo, muy asequible, dirigido esencialmente a estudiantes de bachillerato y lectores con una formación generalista, no técnica. Repleto de interesante material (Fernández Aguilar ha hecho un repaso bastante completo de los informes relacionados con las misiones Apolo), nos cuenta también interesantes anécdotas históricas de esta epopeya. Entre las que me gustaría destacar que la misión Apolo 16 montó el primer telescopio sobre la superficie de la Luna, o que la primera fotografía de nuestro planeta desde su satélite fue obtenida con la sonda «Lunar1 Orbiter 1» el 23 de agosto de 1966.


La primera imagen de la Tierra desde la Luna. Fue capturada el 23 de agosto de 1966 por la sonda americana «Lunar Orbiter 1».Imagen en alta resolución.

Casi cualquier astrofísico ha sido «asaltado» por familiares y amigos que han intentado hacerles confesar que los viajes a la Luna han sido ficticios, tratando de hacerles copartícipes de esa supuesta conspiración. Casi siempre, perplejos, los investigadores dan una o dos razones para demostrar que en realidad sí ocurrió, que estuvimos allí. A mí me ha sucedido en numerosas ocasiones, y en alguna de ellas, a pesar de la argumentación, al final he desistido porque mi interlocutor no atendía a razones. Se aferró a su creencia, y al final se suele comentar que los científicos estamos en nuestra torre de cristal y protegemos intereses corporativistas, formamos parte de la conspiración. En cualquier caso, este libro compila una gran cantidad de argumentos que  muestra la veracidad de la epopeya lunar de manera sencilla.

Para los que quieran ver, disponen las recientes imágenes en alta resolución tomadas con el Lunar Reconnaissance Orbiter (que orbita a unos 50 kilómetros de altura) de varios de los lugares donde aterrizaron las seis misiones Apolo, en donde se reconocen aparatos dejados allí y, en un caso, el sendero creado entre el módulo lunar Antares (Apolo 14) y uno de los instrumentos situado a algo más de 100 metros de distancia.

Miguel nos contaba hace unas semanas su experiencia personal como un niño fascinado, durante aquellos momentos únicos. Sin embargo, es cierto que en ocasiones la divulgación, el explicar una y otra vez a escépticos que hablan un lenguaje fuera de la lógica, es agotador. Aunque siempre hay razones para continuar intentándolo.

Los datos, las evidencias, están ahí para quien quiera examinarlas con espíritu crítico. Para los que quieran creer … lamento que prefieran vivir en un mundo oscuro e incomprensible.

 

David ByN

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6 comentarios

  1. Buenas.

    Es curioso, al respecto de los que no se creen que el hombre llegó a la Luna. En todas las conversaciones al respecto que yo he mantenido, todo el mundo se cree lo de la perrita Laika y lo de Gagarin. Y sin embargo, nadie se cree que se diera un empujoncito más y se llegase al satélite, cuando lo verdaderamente difícil y costoso, hasta donde llegan mis escasos conocimientos, es ponerse en órbita. No digo que el resto fuera fácil, pero vaya…

    Pues éso, que viva la cerrazón y el no pensar con espíritu crítico. Enhorabuena por la bitácora, desde hace un poco de tiempo, es visita obligada para mí.

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