Apocalipsis plástico
El plástico, que en su día se consideró un material milagroso, se ha convertido en una de las mayores amenazas para la vida en la Tierra.
Desde la década de 1950, la producción mundial de plástico se ha disparado de 2 millones de toneladas métricas anuales a más de 400 millones de toneladas métricas en 2023. Se espera que esta asombrosa cifra se duplique para 2050 si continúan las tendencias actuales. Lo que hace que esto sea aún más alarmante es que casi el 40% de todo el plástico producido es de un solo uso, diseñado para desecharse después de solo unos minutos de uso. Pero, ¿a dónde va todo esto? La respuesta es tan desagradable como innegable: nuestro planeta se está ahogando en plástico y las consecuencias ya son catastróficas.
Un mundo asfixiado por el plástico
Cada año, 8 millones de toneladas métricas de desechos plásticos llegan a nuestros océanos, el equivalente a arrojar cada minuto un camión de basura lleno de plástico al mar. Los científicos predicen que, para el año 2050, el peso del plástico en el océano superará el peso de todos los peces. Este plástico no desaparece, sino que se descompone en pedazos cada vez más pequeños, creando microplásticos (de menos de 5 mm) y nanoplásticos (de menos de 100 nm). Estas diminutas partículas se encuentran en las fosas oceánicas más profundas, en el hielo ártico más remoto e incluso en el aire que respiramos.
Es imposible comprender la escala de esta contaminación. Más de 150 millones de toneladas métricas de plástico ya circulan en entornos marinos, y esta cifra aumenta a diario. Se han detectado microplásticos en el 94% de las muestras de agua del grifo en Estados Unidos y en el 83% de las muestras de agua del grifo a nivel mundial. Están en los alimentos que comemos, el agua que bebemos y el aire que inhalamos. Un estudio reciente estimó que una persona ingiere 50.000 partículas de microplásticos al año, y esa cifra aumenta a 74.000 para quienes beben agua en botellas de plástico. Los efectos a largo plazo de esto en la salud aún son desconocidos, pero las primeras investigaciones sugieren consecuencias nefastas.
Un asesino silencioso
El impacto en las especies animales es apocalíptico. Más de un millón de animales marinos, incluidas aves marinas, tortugas y ballenas, mueren cada año debido a la contaminación por plástico. Las tortugas marinas, por ejemplo, confunden las bolsas de plástico flotantes con medusas, su principal fuente de alimento. Una vez ingeridas, el plástico bloquea su sistema digestivo, lo que provoca una muerte lenta y dolorosa. De manera similar, se ha encontrado plástico en el estómago del 90% de las aves marinas, una cifra que se espera que aumente al 99% para 2050.
Los microplásticos son ingeridos por el plancton, la base de la red alimentaria marina, y van ascendiendo por la cadena, acumulándose en peces, mariscos y, en última instancia, en los seres humanos. Los estudios han encontrado microplásticos en más de 114 especies acuáticas, muchas de las cuales son consumidas por los seres humanos. Las toxinas que contienen estos plásticos (sustancias químicas como ftalatos, bisfenol A (BPA) y bifenilos policlorados (PCB)) son disruptores endocrinos conocidos, vinculados con el cáncer, problemas reproductivos y anomalías del desarrollo en animales. Esas mismas toxinas están entrando ahora en nuestros cuerpos.
Los nanoplásticos son menos conocidos y tal vez más mucho más peligrosos. Estas partículas son tan pequeñas (menos de 100 nanómetros) que pueden penetrar las células humanas, cruzar la barrera hematoencefálica e incluso llegar a la placenta, lo que podría dañar a los fetos. Los nanoplásticos son el resultado de una mayor degradación de los microplásticos, y su diminuto tamaño hace que sea casi imposible detectarlos o eliminarlos del medio ambiente. Estudios recientes han encontrado nanoplásticos en la sangre, los órganos y la leche materna humanos, lo que plantea interrogantes alarmantes sobre su impacto a largo plazo en la salud humana. Su capacidad para transportar sustancias químicas tóxicas y patógenos al cuerpo los convierte en una bomba de tiempo para enfermedades que van desde el cáncer hasta los trastornos neurodegenerativos.
Irónicamente, se utilizan en diversas industrias, incluidas las farmacéuticas y los cosméticos. En los sistemas de administración de fármacos, los nanoplásticos están diseñados para encapsular medicamentos, lo que permite el tratamiento específico de enfermedades como el cáncer. También se utilizan en cosméticos y productos de cuidado personal, como exfoliantes, pasta de dientes y protectores solares, donde mejoran la textura y el rendimiento. Sin embargo, estas aplicaciones tienen un lado oscuro: una vez que estos productos se lavan o se desechan, los nanoplásticos contribuyen a la contaminación ambiental. Su uso en productos que entran en contacto directo con el cuerpo humano aumenta el riesgo de ingestión o absorción.
Enfermedades relacionadas con el plástico
Se han encontrado microplásticos en la sangre, los pulmones e incluso la placenta de los seres humanos, lo que plantea interrogantes alarmantes sobre sus efectos a largo plazo. Un estudio de 2022 detectó microplásticos en el 77 % de las muestras de sangre humana analizadas, con posibles vínculos con la inflamación, el estrés oxidativo y la disfunción del sistema inmunológico. Los productos químicos que se filtran de los plásticos, como el BPA y los ftalatos, están asociados con una variedad de problemas graves de salud:
Cáncer: la exposición a aditivos plásticos como el BPA y el cloruro de vinilo se ha relacionado con un mayor riesgo de cáncer de mama, cáncer de próstata y otras neoplasias malignas.
Infertilidad: los ftalatos y el BPA son disruptores endocrinos que interfieren en la función hormonal, lo que provoca una reducción de la fertilidad tanto en hombres como en mujeres.
Obesidad y diabetes: estos productos químicos pueden alterar los procesos metabólicos, lo que contribuye al desarrollo de la obesidad y la diabetes tipo 2.
Enfermedad cardiovascular: los estudios han encontrado asociaciones entre los altos niveles de productos químicos derivados del plástico y un mayor riesgo de enfermedad cardíaca.
Trastornos del desarrollo neurológico: la exposición prenatal a los ftalatos se ha relacionado con el autismo, el TDAH y otros problemas de desarrollo en los niños.
Problemas respiratorios: los microplásticos en el aire pueden causar inflamación pulmonar y exacerbar afecciones como el asma y la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC).
El coste económico de la contaminación plástica es igualmente asombroso. Las Naciones Unidas estiman que los desechos plásticos causan $13 mil millones en daños económicos anuales solo a los ecosistemas marinos. Esto incluye pérdidas en la pesca, el turismo y los esfuerzos de limpieza. En los países en desarrollo, donde los sistemas de gestión de desechos a menudo son inadecuados, el problema es aún más agudo. Las comunidades costeras se enfrentan a la disminución de las poblaciones de peces, playas contaminadas y crisis de salud, todo mientras soportan el peso de un problema que no crearon.
Reciclaje: ¿Es una solución?
El reciclaje se promociona como una solución a la contaminación plástica. Sin embargo está lejos de ser una solución milagrosa. Solo el 9% de todo el plástico producido se ha reciclado, y la tasa mundial de reciclaje actual ronda el 18%. El resto se incinera, se tira en vertederos o se deja que contamine el medio ambiente. Incluso cuando se reciclan los plásticos, el proceso está plagado de desafíos:
Reciclaje inverso: a diferencia del vidrio o el metal, el plástico no se puede reciclar indefinidamente. Cada ciclo de reciclaje degrada su calidad, un proceso conocido como reciclaje inverso. Por ejemplo, una botella de plástico puede convertirse en un producto de menor calidad, como fibras de alfombra, que no se pueden reciclar más.
Proceso de alto consumo de energía: el reciclaje de plástico requiere una elevada cantidad de energía y recursos, lo que a menudo anula sus beneficios ambientales. El proceso implica clasificar, limpiar y fundir plásticos, que pueden liberar humos tóxicos y gases de efecto invernadero.
Contaminación: los plásticos deben clasificarse meticulosamente por tipo y limpiarse de contaminantes para reciclarse de manera efectiva. Incluso pequeñas cantidades de residuos de alimentos o materiales no reciclables pueden hacer que lotes enteros sean inutilizables.
Viabilidad económica: el reciclaje suele ser más caro que producir plástico nuevo, especialmente cuando los precios del petróleo son bajos. Esto lo hace económicamente poco atractivo para muchas empresas y gobiernos.
Generación de microplásticos: el propio proceso de reciclaje puede generar microplásticos, que se escapan a los cursos de agua y contribuyen a la contaminación.
Estas limitaciones ponen de relieve la necesidad de reducir la producción y el consumo de plástico, en lugar de confiar en el reciclaje como solución a este grave problema.
Una bomba de relojería
Si las tendencias actuales continúan, será difícil ignoarar el daño en los próximos 10 a 20 años. Para 2040, se prevé que la cantidad de plástico que llegue al océano se triplique, alcanzando los 29 millones de toneladas métricas por año. A este ritmo, el océano contendrá 1.300 millones de toneladas métricas de residuos plásticos para 2050. Las consecuencias las sentiremos todos: el colapso de las pesquerías, la contaminación de los alimentos, causando un daño irreversible a los ecosistemas que sustentan la vida en la Tierra.
La crisis climática agrava aún más el problema. La producción de plástico contribuye significativamente a las emisiones de gases de efecto invernadero, representando el 3,8% de las emisiones globales, más que toda la industria de la aviación. Si la producción de plástico continúa creciendo, podría consumir el 20% de la producción mundial de petróleo en 2050, lo que haría imposible cumplir los objetivos de todas esas conferencias cada vez más inútiles.
¿Podemos detener la marea?
La buena noticia es que existen soluciones, pero requieren una acción inmediata y sin precedentes. Los gobiernos deben implementar regulaciones estrictas, incluidas prohibiciones a los plásticos de un solo uso, leyes de responsabilidad extendida del productor e incentivos para alternativas sostenibles. Las industrias deben invertir en innovación, desarrollar materiales biodegradables y mejorar las tecnologías de reciclaje. Los consumidores deben exigir cambios, reducir su consumo de plástico y apoyar los productos ecológicos.
Ya se han logrado algunos avances. Más de 60 países han implementado prohibiciones o impuestos a los plásticos de un solo uso, y empresas como Unilever y Coca-Cola se han comprometido a reducir los envases de plástico. Sin embargo, estos esfuerzos son una gota en el océano en comparación con la escala del problema.
¿Qué queremos?
La pregunta no es si podemos resolver la crisis del plástico, sino si tenemos la voluntad de hacerlo. La ciencia es clara, las soluciones están disponibles y lo que está en juego la supervivencia de la mayoría de la población de la Tierra. Si no actuamos, el mundo que dejaremos a las generaciones futuras será un mundo de océanos envenenados y ecosistemas estériles, dañados de forma casi irreversible. Es hora de actuar, antes de que la marea de plástico nos ahogue.
Human Consumption of Microplastics
Kieran D. Cox*Garth A. CoverntonHailey L. DaviesJohn F. DowerFrancis JuanesSarah E. Dudas.
Laura M. HernandezNariman YousefiNathalie Tufenkji
How Big Oil and the plastics industry deceived the public for decades and caused the plastic waste crisis