Rías gallegas al rojo vivo
el calor extremo que redefine el futuro del marisqueo gallego.
Un fenómeno invisible que transforma las rías
Las rías gallegas, famosas por su biodiversidad y por ser el corazón del marisqueo artesanal, están cambiando. Y lo hacen de forma silenciosa pero profunda. El calentamiento global no solo derrite glaciares o altera las lluvias. También calienta nuestras costas.
En la Ría de Arousa, epicentro del marisqueo gallego, las olas de calor marinas estuarinas (EMHWs, por sus siglas en inglés: estuarine marine heatwaves) se han convertido en una amenaza real. Afectan al equilibrio ecológico. Y al sustento de miles de familias.
Una ola de calor marina no es solo una racha de días calurosos. Es un episodio de al menos cinco jornadas seguidas en las que el agua del mar está anormalmente caliente. Tan caliente que supera el 90 % de las temperaturas que se han registrado históricamente en esas fechas.
En la Ría de Arousa, un estudio del grupo EPhysLab de la Universidade de Vigo detectó 38 episodios de este tipo entre 2008 y 2023. Lo más preocupante: cada vez duran más. Y son más intensos.
El año 2023 fue especialmente extremo: 139 días —más de un tercio del año— con el mar sobrecalentado. Octubre, curiosamente, fue el mes más afectado. En parte porque el afloramiento costero, que normalmente refresca las aguas, se debilita en otoño.
No es solo cosa del aire
Estas olas no se deben directamente al calor del aire. No son como las que sufrimos en tierra. Son el resultado de anomalías térmicas en el océano. Masas de agua que se calientan más de lo normal y durante más tiempo.
Corrientes cálidas, estratificación de la columna de agua o una mezcla vertical deficiente, junto con la debilidad del afloramiento. Esos son los ingredientes de este cóctel. Un cóctel que llega desde el océano abierto y la plataforma continental.
Marisqueo en apuros
Este exceso de calor afecta directamente a las especies clave del marisqueo gallego. Almejas (Ruditapes decussatus y R. philippinarum), berberechos (Cerastoderma edule) y la almeja babosa (Venerupis pullastra).
Todos estos bivalvos viven enterrados en fondos blandos. Se concentran en zonas intermareales y someras. Su bienestar depende de una temperatura muy concreta.
Si el mar se calienta más de lo que pueden soportar, todo se complica. Su metabolismo se acelera. Se reproducen peor. Y mueren más.
Otro estudio proyectó qué puede ocurrir con estas zonas si seguimos emitiendo gases de efecto invernadero al ritmo actual. En el escenario más pesimista (RCP8.5), las partes interiores y poco profundas de las rías serán demasiado cálidas. Incluso los sedimentos donde viven se convertirán en trampas térmicas.
Las zonas más abiertas podrían ser más aptas. Pero también son más difíciles de explotar. Por el oleaje. Por la profundidad. Por la necesidad de nuevos medios.
Más de 7.000 personas —la mayoría, mujeres mariscadoras— viven del marisqueo en las zonas intermareales. Si estas zonas desaparecen como áreas productivas, muchas tendrán que dejar su actividad.
Y no solo pasa en verano
Uno podría pensar que estas olas de calor ocurren en julio o agosto. Pero no. Los datos muestran que octubre, diciembre y febrero son los meses con más días de EMHWs.
Estos cambios térmicos fuera de temporada desajustan los ciclos de reproducción de los bivalvos. Las especies mencionadas se guían por señales de temperatura para liberar sus larvas. Si estas aparecen cuando no hay suficiente alimento, la población se resiente. Y puede tardar años en recuperarse.
¿Qué se está haciendo? ¿Qué se puede hacer?
La adaptación es imprescindible. Ya hay estaciones como la de Cortegada, gestionadas por MeteoGalicia, que registran en tiempo real la temperatura del agua y permiten detectar anomalías térmicas.
También se están desarrollando modelos para prever estos episodios. Y ajustar los calendarios de explotación. Pero hace falta más. Más sensores. Más datos. Más coordinación.
Mover bancos marisqueros a zonas más profundas no es sencillo. Cambian las condiciones. Cambian las herramientas. Cambian los permisos. Cambian los costes.
Algunas iniciativas están probando técnicas nuevas. Por ejemplo, estructuras adaptadas a zonas más expuestas. Pero muchas mariscadoras no tienen acceso a estos recursos.
Y además, cultivar almejas en sistemas flotantes, como se hace con los mejillones, no funciona. Las almejas necesitan enterrarse en sedimentos para sobrevivir.
También hay líneas de investigación en marcha para criar bivalvos más resistentes al calor. Varias instituciones trabajan en programas de mejora genética. Pero estos avances requieren años. Y no están exentos de desafíos ecológicos y culturales.
¿Cuándo podrían notarse los efectos más graves?
Cabe destacar que un año más fresco o con menos olas de calor marinas, como podría ocurrir en 2025, no invalida la tendencia a largo plazo. La variabilidad interanual es parte del sistema climático. Lo que preocupa a la ciencia no son los altibajos puntuales, sino la acumulación sostenida de años cada vez más cálidos y la frecuencia creciente de episodios extremos.
Los plazos que se manejan en esta sección se basan en proyecciones científicas recogidas en estudios recientes, especialmente el de Castro-Olivares et al. (2022). Usando el escenario RCP8.5, los investigadores modelaron la evolución térmica de las rías gallegas y su impacto sobre bivalvos como Ruditapes decussatus o Venerupis corrugata. Según esos modelos, las condiciones térmicas dejarán de ser adecuadas para estas especies en los fondos someros e interiores entre 2040 y 2055, si no se reducen las emisiones de gases de efecto invernadero. Estas estimaciones también se apoyan en el incremento ya observado de olas de calor marinas, documentado por Des et al. (2025).
El impacto de estas olas de calor marinas ya se está sintiendo. Pero si no se actúa con rapidez, los efectos más severos podrían consolidarse entre 2040 y 2055. Es decir, en apenas dos o tres décadas.
En el corto plazo (2025–2035), aumentarán los episodios extremos, afectando la reproducción y supervivencia de los bivalvos. Hacia mediados de siglo (2035–2050), muchas zonas actuales de marisqueo podrían volverse inviable térmicamente. Y si no se modifican las emisiones globales, el escenario más pesimista (RCP8.5) podría hacerse realidad después de 2050.
Todavía hay margen
Aunque el escenario más extremo aún puede evitarse, el ritmo actual de calentamiento sigue alejándose del camino moderado que plantea el RCP4.5. Las emisiones globales no han dejado de aumentar, y los compromisos climáticos internacionales avanzan con lentitud. A este paso, el futuro del marisqueo gallego se parecerá más al que describe el RCP8.5: zonas costeras inviables, desplazamiento ecológico y pérdida de productividad.
Pero aún hay margen. Si se refuerzan las políticas de reducción de emisiones y se cumplen los acuerdos internacionales, el calentamiento podría moderarse. Y con ello, conservar buena parte de las zonas productivas actuales.
La ciencia ha cumplido su parte. Ha identificado el problema. Ha señalado caminos. Ahora hace falta voluntad política. Recursos. Compromiso.
Porque no se trata solo de marisco. Se trata del futuro de las rías. Y de quienes viven de ellas.
Referencias
IPCC (2021). Sixth Assessment Report: Climate Change 2021 – The Physical Science Basis. Contribution of Working Group I to the Sixth Assessment Report of the Intergovernmental Panel on Climate Change. Cambridge University Press. https://www.ipcc.ch/report/ar6/wg1/
Des, M., Castro-Olivares, A., deCastro, M., Gómez-Gesteira, M. (2025). Analysis of estuarine marine heatwaves in an upwelling system: The Ría de Arousa as a case study. Global and Planetary Change, 249, 104776. https://doi.org/10.1016/j.gloplacha.2025.104776
Castro-Olivares, A., Des, M., Olabarria, C., deCastro, M., Vázquez, E., Sousa, M.C., Gómez-Gesteira, M. (2022). Does global warming threaten small-scale bivalve fisheries in NW Spain? Marine Environmental Research, 180, 105707. https://doi.org/10.1016/j.marenvres.2022.105707