El océano como botiquín:
nuevas armas marinas frente a las alergias alimentarias.
Las alergias alimentarias son un problema creciente a nivel mundial. Afectan a millones de personas, sobre todo a niños, y pueden desencadenar reacciones que van desde molestias leves hasta anafilaxias potencialmente mortales. Aunque actualmente el tratamiento se basa en evitar los alérgenos y actuar con urgencia en caso de exposición, la ciencia está empezando a mirar hacia el océano en busca de nuevas soluciones. Los organismos marinos, podrían ser también una fuente extraordinaria de compuestos bioactivos capaces de modular las reacciones alérgicas desde su origen.
Una reciente revisión científica explora el potencial terapéutico de sustancias extraídas de animales marinos, algas, microalgas e incluso microorganismos oceánicos. Estos compuestos naturales parecen tener la capacidad de regular la inflamación, restaurar el equilibrio intestinal y reforzar la tolerancia inmunológica, factores clave para prevenir o aliviar las alergias alimentarias.
Origen marino: fuente de riesgo, pero también de soluciones
El mar es una paradoja para las personas alérgicas: por un lado, alberga algunos de los alimentos más alergénicos, como los moluscos, crustáceos y peces, cuyos principales alérgenos son proteínas como la tropomiosina o la parvalbúmina. Pero al mismo tiempo, contiene una enorme variedad de lípidos, azúcares, péptidos, vitaminas, pigmentos y polifenoles con propiedades antialérgicas y reguladoras del sistema inmunitario. Muchos de estos compuestos han demostrado su capacidad para atenuar las mismas reacciones que a veces provocan.
Cómo se produce una alergia alimentaria
Las alergias alimentarias se desarrollan cuando el sistema inmunitario confunde proteínas inofensivas de los alimentos con agentes peligrosos. El proceso suele dividirse en dos fases. En la fase de sensibilización, el sistema inmunitario —en especial los linfocitos T colaboradores tipo 2 (Th2)— comienza a producir anticuerpos IgE frente al alérgeno. En la fase efectora, posteriores exposiciones provocan la activación de mastocitos y basófilos, que liberan histamina y otras sustancias inflamatorias responsables de los síntomas: urticaria, vómitos, hinchazón o incluso colapso anafiláctico.
Existen además otras alergias no mediadas por IgE, como la esofagitis eosinofílica o el síndrome de enterocolitis inducido por proteínas alimentarias, en las que participan células inmunitarias innatas. Entre ellas destacan las células linfoides innatas tipo 2 (ILC2), que se activan cuando la barrera epitelial se daña, amplificando la inflamación.
El desequilibrio de la microbiota intestinal, la llamada disbiosis, también puede favorecer la aparición de alergias al alterar la regulación inmunológica, deteriorar la barrera intestinal y fomentar un entorno inflamatorio. A ello se suman mecanismos epigenéticos que controlan la expresión de genes inmunitarios clave.
Lípidos marinos: los omega-3 que calman el sistema inmunitario
Entre los compuestos más prometedores destacan los ácidos grasos omega-3 de cadena larga, EPA y DHA, presentes en aceites de pescado, kril o microalgas. Estos lípidos se incorporan a las membranas celulares, desplazando al ácido araquidónico (omega-6), precursor de mediadores inflamatorios. Con ello, se reduce la producción de prostaglandinas y leucotrienos proinflamatorios y se potencia la síntesis de resolvinas y protectinas, moléculas que contribuyen a resolver la inflamación.
En modelos animales, dietas enriquecidas en EPA y DHA reducen la activación de células T proinflamatorias, disminuyen la producción de citoquinas y mejoran la composición de la microbiota intestinal. Aunque los estudios en humanos aún son limitados, los resultados preliminares son alentadores.
Azúcares marinos y regulación inmunológica
Los polisacáridos y oligosacáridos marinos extraídos de algas y caparazones de crustáceos, como los fucoidanos, alginatos, quitinas y porfiranos, también presentan efectos inmunomoduladores. Muchas de estas moléculas contienen grupos sulfato o amida que suprimen la activación de mastocitos, reducen la liberación de histamina y favorecen la expansión de células T reguladoras. Algunos oligosacáridos sulfatados procedentes de algas rojas han demostrado incluso restaurar el equilibrio microbiano y reducir reacciones anafilácticas en ratones.
Derivados de la quitina, como el quitosano y los quitooligosacáridos, también muestran efectos antiinflamatorios y contribuyen a reparar la barrera intestinal en modelos experimentales.
Péptidos bioactivos: pequeñas moléculas con gran potencial
Los péptidos marinos —obtenidos de subproductos de pescado, moluscos o microalgas— también han mostrado actividad antialérgica. Algunos inhiben la liberación de histamina, otros reducen la producción de citoquinas inflamatorias o bloquean la desgranulación de mastocitos. Por ejemplo, ciertos péptidos de Spirulina maxima o de intestino de oreja de mar, han demostrado efectos similares a fármacos antialérgicos convencionales. No se deben consumir sin consultar con un especialista dado que pueden ser tanbién alérgenos. Otro péptido aislado de subproductos del salmón bloquea enzimas implicadas en reacciones alérgicas.
El reto ahora es conseguir que estos péptidos sean estables y funcionales cuando se incorporan a productos alimentarios o farmacéuticos, algo que podría lograrse mediante técnicas de encapsulación.
Vitamina D, pigmentos y polifenoles
La vitamina D, abundante en pescados grasos, también podría contribuir a prevenir las alergias al modular el sistema inmunitario, reforzar la barrera intestinal y favorecer una microbiota saludable. Niveles bajos de esta vitamina se han asociado con mayor riesgo de alergias, especialmente en la infancia.
Pigmentos marinos como la ficocianina o la fucoxantina, y polifenoles como los florotaninos (presentes en algas pardas), han mostrado propiedades antiinflamatorias y antialérgicas en animales. Inhiben la activación de mastocitos, reducen la producción de citoquinas y bloquean enzimas clave de la cascada inflamatoria.
Esponjas, corales y microbios: nuevas fronteras terapéuticas
Además de peces y algas, otros organismos marinos como las esponjas, los corales y bacterias marinas tienen un gran potencial. Algunos compuestos extraídos de esponjas inhiben la liberación de histamina o la actividad de mastocitos. Ciertos corales contienen esteroles que reducen las contracciones musculares inducidas por alérgenos. Microorganismos marinos, incluidos hongos y bacterias, producen moléculas que actúan sobre los mecanismos epigenéticos o reducen la inflamación intestinal.
¿Cuándo llegarán estos avances al paciente?
Algunos suplementos marinos, como el aceite de pescado, ya están disponibles en el mercado por sus beneficios generales para la salud. Sin embargo, los compuestos específicamente dirigidos a prevenir o tratar alergias alimentarias se encuentran en fases preclínicas o experimentales. Para llegar al mercado, es necesario superar ensayos clínicos rigurosos, estudios de toxicidad y cumplir con la normativa sanitaria. En el mejor de los casos, podrían pasar entre 5 y 15 años hasta su aplicación generalizada.
El océano como aliado en la lucha contra las alergias
Más allá de su papel como fuente de alimento, el océano se perfila como una despensa natural de moléculas terapéuticas frente a una de las enfermedades inmunológicas más extendidas y complejas del siglo XXI. Aunque aún es necesario avanzar en investigación y validación clínica, los compuestos bioactivos marinos abren una vía prometedora para prevenir y tratar las alergias alimentarias desde su origen, modulando el sistema inmunitario, restaurando el equilibrio intestinal y reduciendo la inflamación de forma natural.
Este artículo se basa en la publicación científica Abril, A.G.; Carrera, M.; Pazos, M. Marine Bioactive Compounds with Functional Role in Immunity and Food Allergy. Nutrients 2024, 16, 2592. https://doi.org/10.3390/nu16162592.