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Autor
Cristina Yuste

La basuraleza que no se ve. ¿Desafío sanitario o emergencia ambiental?

Un estudio que confirma que áreas importantes para la conservación de las aves y la biodiversidad presentan restos de contaminantes de diversa naturaleza, fundamentalmente fármacos y pesticidas

España consume cada año 3.000 toneladas de fármacos y 10.000 toneladas de pesticidas, compuestos que, más allá de dar respuesta a las necesidades sanitarias de la población o a la salvaguarda de los cultivos, generan residuos que pueden alterar los ecosistemas e irrumpir en la cadena trófica.

De hecho, todas las Áreas Importantes para la Conservación de las Aves y la Biodiversidad (IBA) muestreadas en el proyecto Ciencia Libera de SEO/BirdLife presentan restos de contaminantes de diversa naturaleza, fundamentalmente fármacos y pesticidas, algunos prohibidos desde hace décadas y otros cuyas concentraciones “en el tamaño de una aspirina” pueden matar a una colonia entera de milanos.

Es una de las conclusiones del estudio que investigadores del  Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (IDAEA-CSIC) realizan en el marco de esta iniciativa -que cuenta con el apoyo de Ecoembes- sobre las muestras recogidas por expertos de SEO/BirdLife en 140 de las 470 IBA identificadas en España.

Contaminantes prohibidos

Así, se ha constatado que más de cuatro décadas después de la prohibición del uso y comercialización del insecticida DDT (dicloro difenil tricloroetano) por sus potenciales peligros sobre la salud humana y sobre la biodiversidad, su persistencia en la naturaleza aún amenaza a la fauna más expuesta: las aves.

Se trata de un producto químico insoluble en el agua, que junto a otros pesticidas organoclorados “se usaron masivamente en agricultura durante los años 60, 70 y 80, son muy persistentes en el medio, se acumulan en los suelos y se biomagnifican en la cadena trófica llegando a las aves”.

Silvia Lacorte, investigadora del IDAEA-CSIC, participa en este programa de muestreo, detección y análisis de contaminantes en zonas IBA (Red Natura 2000 de la UE)  “pionero en España, que permitirá conocer una contaminación invisible, pero de gran impacto”.

Los efectos del DDT en las aves
Estudios previos dirigidos por este centro permitieron detectar restos de DDT en milanos de la provincia de Huesca, en huevos de gaviota o en pollos de alimoche, “lo que indica su amplia distribución en el medio y que las madres lo transfieren a los huevos y a los pollos”.

Y es tal su grado de toxicidad, que “una concentración de estos compuestos del tamaño de una aspirina podría matar a una colonia de milanos”, subraya la investigadora.

Involucrada en el proyecto de SEO/BirdLife, Silvia explica que este ambicioso estudio generará casi 50.000 datos que se representarán en forma de mapas y permitirán evaluar primero la distribución y tipo de contaminantes y después su efecto sobre la avifauna.

Miles de toneladas de fármacos y pesticidas 

Al laboratorio del IDAEA-CSIC de Barcelona llegan cada semana las muestras de agua, suelo y sedimentos que recoge en esas IBA Carlos Ciudad, biólogo de SEO/BirdLife, y “en todas ellas aparecen restos de contaminantes, mayoritariamente fármacos y pesticidas”.

Estos espacios, explica Silvia, sufren muchas presiones antropogénicas por la agricultura intensiva, carreteras, vertederos, tendidos eléctricos o parques eólicos, que “hacen que el hábitat se fragmente y se deteriore”, y los residuos químicos que se derivan de estas actividades “impactan en las poblaciones silvestres”, con efectos en los sistemas reproductivo, endocrino, inmunológico o neurológico.

Por eso, en este proyecto se analizan hasta 135 compuestos (76 en aguas y 59 en suelos y sedimentos), “los más utilizados en un país -señala Silvia- que consume al año 3.000 toneladas de fármacos y 10.000 toneladas de pesticidas”.

Entre los primeros destacan la metformina, un medicamento para tratar la diabetes cuyo consumo diario en España asciende a tres toneladas, “casi el peso de un elefante”, el omeprazol, la amoxicilina y otros “más urbanos”, como la cafeína y la nicotina.

Silvia Lacorte argumenta que las plantas depuradoras en España no tienen la capacidad de eliminar los fármacos que llegan a través de las aguas residuales urbanas y los emiten al medio, mientras que otros contaminantes, como los perfluorados, “migran” desde objetos domésticos, como sartenes o prendas de gore-tex, y se filtran desde los vertederos.

Por otro lado, “la mitad del territorio de la península Ibérica es agrícola y la cantidad de pesticidas que se aplica en el campo es inmensa, básicamente 10.000 toneladas al año que contienen hasta 200 ingredientes activos con una toxicidad muy elevada”.

Una información necesaria

La investigadora espera que toda esta información “sirva a las administraciones para que conozcan la problemática y adopten medidas correctoras, permita arrancar programas efectivos de conservación frente a la contaminación química y llegue a las escuelas y aulas de educación ambiental”.

En este sentido, María Dulsat, estudiante de doctorado, quien trabaja junto a Silvia en la extracción de los contaminantes de las muestras y en las analíticas, expresa su deseo de que este trabajo “mejore la situación en un futuro y esta enorme base de datos sirva de precedente para la prevención de residuos y ponga números a una problemática real”.

Para María, trabajar en este proyecto “es un reto, porque son muchas muestras y muchos compuestos, porque día a día te tienes que adaptar a las muestras distintas y a un volumen de trabajo elevado”, pero también “está la parte de ilusión, cuando encuentras los resultados que pueden servir de algo y crear un precedente, con una base de datos enorme para tener una idea de la contaminación real de estas importantes áreas”.

Dar continuidad

Silvia Lacorte insiste además en que el estudio debe tener continuidad con una vigilancia a largo plazo que evalúe “cómo los contaminantes se acumulan en las aves y los daños que producen”, porque “si se hace sólo una vez, tendremos una foto de lo que está pasando ahora, pero no podremos evaluar la efectividad de las medidas correctoras”.

“Es desesperante ver que la contaminación por productos químicos está ampliamente distribuida a nivel difuso por todas las zonas muestreadas”, recuerda Silvia, quien apunta al papel de la ciudadanía, “que entienda que nosotros podemos controlar la contaminación, pero necesitamos ayuda para remediarla”. 

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