Vacuna de Astra Zeneca. Efectos secundarios. Riesgo. Beneficio.

Hace una semana me vacunaron con la vacuna de Astra Zeneca. Al cabo de, aproximadamente, un día tuve fiebre alta y malestar general pero, como me habían indicado, tomé paracetamol y lo llevé como todos los que recibieron esta u otras vacunas frente a este coronavirus y tuvieron algún efecto secundario.

Todos los días, las personas toman medicamentos con efectos secundarios conocidos. Ustedes, ¿han leído los posible efectos secundarios de algunos medicamentos que están tomando o que le están dando a sus hijos? El riesgo se acepta cuando se compara con el beneficio. Pero no estamos tan familiarizados co las vacunas frente al virus causante de la Covid como el paracetamol o la píldora anticonceptiva. No hay datos de su uso a lo largo del tiempo para haber generado confianza en la opinión pública. Aún así, se han probado y se ha demostrado que ofrecen protección contra el virus. Según todos los estándares médicos habituales, son seguras. Eso es cierto para la vacuna AstraZeneca, a pesar de la mala imagen debido a que entre los efectos secundarios escasos está un trastorno poco común de la coagulación de la sangre. Por cierto este efecto está también en otras vacunas frente al mismo virus.

Las vacunas tienen efectos secundarios, al igual que todos los medicamentos. La mayoría de las veces, los pinchazos causan dolor en los brazos, dolor de cabeza o un poco de náuseas, ninguna de las cuales sería muy significativa si se comparan con las víctimas de un virus grave como el Covid-19.

Pero a veces el cálculo de riesgo-beneficio puede parecer menos simple, como en el caso del pinchazo Covid de Oxford / AstraZeneca y la trombosis del seno venoso cerebral (CVST), los coágulos de sangre en el cerebro que han provocado muertes en el Reino Unido y Europa.

No hay duda de que las personas con alto riesgo de Covid deben recibir cualquier vacuna disponible aprobada por las agencias reguladoras. Pero ahora parece que los coágulos de sangre se dan principalmente en un grupo específico que puede que no todos estén en alto riesgo de Covid: mujeres jóvenes.

Los primeros casos que salieron a la luz provocaron pánico, lo que llevó a algunos países europeos a suspender para toda la población la vacunación con el preparado de AstraZeneca, lo que puede haber sido el equivalente a un gol en propia meta. Francia y Alemania pronto lamentaron su escasa cobertura de vacunas, lo que dejó a millones en riesgo de enfermedad y muerte por Covid.

En el Reino Unido después de declaraciones minimizando los riesgos se reconoció que se habían producido casos de coágulos sanguíneos raros (cinco en ese momento en 11 millones de personas vacunadas) en el Reino Unido. Además, se detuvo una prueba de la vacuna AstraZeneca en niños mientras continúan las investigaciones de la Agencia Reguladora del Reino Unido. La Autoridad Reguladora de Medicamentos y Productos Sanitarios del Reino Unido todavía está investigando el vínculo, pero el Comité Conjunto de Vacunación e Inmunización (JCVI) ha recomendado, como precaución, que se usen otras vacunas para los menores de 30 años. La Agencia Europea de Medicamentos recomendó la generación de trombos se agregue a la lista de efectos secundarios “muy raros” de la vacuna AstraZeneca; pero no es suficiente para requerir un cambio en los patrones de uso.

Los médicos, los científicos y los organismos reguladores instan a que las personas sigan recibiendo la vacuna AstraZeneca, que ha demostrado ser segura y eficaz en millones de personas. En el Reino Unido, más de 18 millones se han vacunado con la vacuna producida por Astra Zeneca. Entre ellos, hubo 22 casos de CVST y otros ocho en los que, como en CVST, se desarrollan coágulos de sangre en asociación con plaquetas bajas en la sangre. Es una afección muy rara, que también se ha observado ocasionalmente con el fármaco anticoagulante heparina. Hasta el momento en el Reino Unido han muerto siete personas. Según el JCVI, hubo 30 casos de trombosis del seno venoso cerebral (CVST), incluidas siete muertes, en el período hasta el 24 de marzo, de un grupo de 18 millones de personas que recibieron el jab de AstraZeneca. Los afectados parecen ser en su mayoría mujeres menores de 65 años, aunque la EMA afirmó que la edad y el sexo no pudieron ser confirmados como factores determinantes en las reacciones adversas según la evidencia disponible. El conjunto de datos crece a diario. Siempre es factible que las pautas sobre qué vacuna se usa para quién cambien con nueva información. Así es como procede la ciencia.

La Organización Mundial de la Salud y la Agencia Europea de Medicamentos están de acuerdo en que existe un argumento abrumador para usar la vacuna de AstraZeneca.

En el Reino Unido se están llevando a cabo investigaciones urgentes sobre cualquier factor común entre los casos: si tenían una condición de salud subyacente, por ejemplo, o si estaban tomando algún tipo de medicación. Y los médicos ya han sido alertados sobre los síntomas de CVST, los principales son dolor de cabeza, visión borrosa y desmayos, con la esperanza de detectarlos temprano y tratarlos antes de que las personas se enfermen gravemente.

La probabilidad de una reacción grave probablemente no sea superior al 0,0001%. Eso no es un consuelo para los afectados, pero cuando se trata de políticas públicas, la perspectiva estadística es importante. Un número muy pequeño que no es cero, pero (en mi opinión) tampoco es una razón para rechazar la vacunación.

La mente humana no es buena para procesar riesgos. Prestamos una atención desproporcionada a los eventos raros precisamente porque son excepcionales. La política a menudo explota esa debilidad cognitiva. La emoción y el drama desplazan la reflexión y la razón. Eso ha sido un peligro durante toda la pandemia. Es especialmente problemático cuando se trata de tranquilizar a la opinión pública que podría desconfiar de las vacunas en general y de las nuevas en particular. No es irracional tener dudas sobre un medicamento que no existía hace un año.

Existe una distinción importante entre la indecisión ante las vacunas y la desinformación maliciosa contra las vacunas que se alimenta de las dudas y de la información morbosa.

A los políticos les gustan las certezas; los científicos prefieren las probabilidades. El desafío de las vacunas es aceptar la existencia del riesgo y mantenerlo en una perspectiva adecuada. Hasta ahora la ciencia ha sido una guía fiable. Siempre que los hechos se comuniquen de forma transparente y de forma que se entienda, debería ser posible manejar el riesgo sin traicionar la confianza de la opinión pública.

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