Sobre las revistas científicas y su impacto


En el diario PÚBLICO de hoy se ha publicado el artículo “Contra los muros de la ciencia”, dónde se citan algunos ejemplos de investigación importantes en ciencia que no pudieron ser publicado (o con dificultades) en revistas del máximo impacto. Aunque el artículo no entra a analizar a fondo este asunto tan importante de la difusión de los resultados de la investigación científica, me da pie para tratar este tema.


Todos sabemos que la publicación de la actividad científica tiene un componente mercantil. Esto no nos tiene que parecer extraño, pues es simplemente una faceta más de la sociedad actual en la que vivimos. Existen intereses científicos por parte de la editorial, pues si sus revistas tienen mucho “nombre”, las pueden vender mejor a las bibliotecas (es la mejor publicidad hoy en día). Además también existe interés por parte de los científicos pues presentamos en nuestros CVs una lista de publicaciones en revistas de alto impacto, lo que les nos permite conseguir proyectos, becarios y contratos. De esta manera solemos hacer alarde del índice de impacto de las revistas, aunque en muchas ocasiones no sabemos lo que significa este valor, ni entramos a fondo en analizar que el índice de impacto puede ser circunstancial.

¿Cuál sería la mejor manera de evaluar la calidad y relevancia científica de una publicación? Sin duda, leyendo la publicación.

Uno de los problemas de la difusión de los resultados de la actividad científica es que se da más importancia a DÓNDE se publica que a QUÉ se publica. Y esto se debe a que se leen muy pocos artículos científicos con detenimiento y nos quedamos en la anécdota «CÓMO SE HA PUBLICADO EN UNA REVISTA DE NO MUY ALTO IMPACTO, DEBE SER MALO, POR LO TANTO, NI LO LEO NI LO CITO».

Esto podría haber sido aceptable hace años, dónde el acceso a la información científica no era tan sencillo como actualmente. Las revistas electrónicas deberían haber revolucionado la información científica: todos tenemos acceso a índices y resúmenes de artículo científicos, tanto por revista como por tema; por lo que deberíamos leer y analizar todo lo que nos interese, independientemente de dónde se publique.

Esto también es aplicable a los científicos que tenemos ciertas responsabilidades en las evaluaciones a candidatos a plazas en universidades u organismos públicos de investigación, contratos o proyectos.

Bernardo Herradón

IQOG-CSIC

herradon@iqog.csic.es

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4 comentarios

  1. Naturalmente que la mejor manera de evaluar un trabajo es leyéndolo; sin embargo en una época tan oscura y mediocre en cualquier actividad que miremos como la presente (por más que los medios de comunicación científicos o generales, mentirosos, difundan con ruido justo lo contrario), no cabe esperar otra cosa que la impactolatría. Baremando las contribuciones científicas como si fuera la Asociación de Tenis Profesional evitamos el engorroso trabajo de leer, entender y evaluar por nosotros mismos un trabajo científico. Leyendo y, sobre todo citando, únicamente los artículos de revistas de “perfil alto” creemos estar seguros que nuestro apoyo bibliográfico es de una solidez incontestable. A menudo esas citas corresponden a trabajos elaborados con datos falsos o tan poco reproducibles que carecen de valor real, que no son ningún avance en nada. Tampoco creo necesario abundar en la invitación al fraude que esa escala de valores supone. En España tenemos un caso muy reciente de sospecha de fraude en el que está implicado un grupo de químicos del CSIC denunciado por ‘Science’ a instancias de ‘Nature’.

    Lo más triste de todos es que aunque nadie, o casi nadie, abrigue dudas acerca de la perversidad intrínseca de esa escala de valores, nadie, o casi nadie, hace nada por combatirla. La comunidad científica actual va a pasar a la historia como una de las más infames de todos los tiempos. Nos lo mereceremos.

  2. […] Los que seguís este blog, sabéis que soy un poco ingenuo en ciertas apreciaciones relacionadas con la Ciencia y lo que la rodean (ver por ejemplo, mi artículo sobre las revistas científicas y su impacto). […]

  3. No podemos asumir que el sistema actual de publicación científica sea totalmente perverso, simplemente tiene sus bemoles. Tarde o temprano los fraudes se descubren y los trabajos mediocres caen en el olvido.
    Si resulta impresionante a veces como un investigador, gracias a su prestigio, puede publicar especulaciones casi estúpidas sólo por que siguen el paradigma de moda (p.e. «cambio climático») y como algunos buenos trabajos son destrozados por críticas de mala fe y revisores obstinados en que cualquier tema se ajuste a su campo de investigación.
    Confío en que esto sea la excepción de la regla.

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