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El codirector de Atapuerca: «Cuanto más sepamos sobre nuestro cerebro, mejor enseñaremos a las nuevas generaciones»

El prestigioso paleontropólogo vincula el debate sobre la educación del futuro al estudio de las capacidades cognitivas del ser humano

José María Bermúdez de Castro tiene la mente puesta en Atapuerca. El paleontropólogo volverá pronto al yacimiento castellanoleonés del que es codirector y se prepara junto a su equipo para una campaña de excavaciones marcada por el Covid-19.

Bermúdez de Castro, galardonado con el Príncipe de Asturias de Investigación Científica por sus aportaciones al estudio de nuestro pasado, ofrecerá el próximo martes 9 de junio -a las 18 horas- una conferencia telemática organizada por el Caxton College -dentro de su IV Foro de Innovación Educativa- bajo el título «La evolución del cerebro humano y su impacto en la educación post Covid-19».

El científico buceará sobre los procesos de aprendizaje de hace millones de años para tratar de explicar cómo ese viaje evolutivo nos ha conducido hasta aquí y cómo podemos hacer uso de ciertas experiencias históricas para enfrentarnos a la «nueva normalidad». Antes, ha atendido a ABC.

¿Qué importancia tiene conocer cómo hemos llegado a ser lo que somos para afrontar la educación del futuro?

Si no nos conocemos y comprendemos a nosotros mismos, es muy difícil abordar este problema. La mayor parte de la charla va precisamente de tratar de entender por qué somos como somos. Me interesa, sobre todo, el cerebro, porque es la parte anatómica que utilizamos para aprender. Aunque se conoce todavía poco, ya tenemos un genoma humano que se está descifrando.

Poco a poco vamos conociendo qué genes han supuesto que nuestro cerebro sea más grande y más complejo y que ralentice mucho su desarrollo. Todas estas cuestiones son fundamentales para entender cómo somos y, en consecuencia, tienen que tener una influencia muy importante en la enseñanza.

Estamos viendo que con el paso del tiempo van surgiendo nuevos métodos de aprendizaje, ¿cómo podemos evaluar su efectividad?

Igual que hace la ciencia. Se proponen ideas, se contrastan y se ve muchas veces que esas hipótesis que se habían planteado no funcionan, se abandonan y se buscan alternativas. En la enseñanza está ocurriendo lo mismo, afortunadamente.

Hay muchos profesionales que se dan cuenta que una enseñanza estandarizada como la que ha habido toda la vida –«aquello de la letra con sangre entra»– no es la mejor y hay que buscar fórmulas diferentes. Algunas están funcionando y otras no. Así también se hace camino. Un resultado negativo es importante: «mira, lo siento, era una propuesta interesante pero no ha funcionado como pensábamos que iba funcionar».

No todo se ha inventado todavía y hay mucho que trabajar. Por eso es importante que se ensaye, que se vea, pero, sobre todo, que se conozca antes al ser humano. Y uno de los problemas que tenemos es que todavía no conocemos bien el cerebro humano. Estamos aprendiendo sobre ello y cuanto más sepamos mejor abordaremos el tema del aprendizaje en las nuevas generaciones.

Aunque no nos demos cuenta, ¿seguimos evolucionando como especie?

Sí, pero la evolución biológica es muy lenta para una vida de cien años, que es lo que puede vivir un ser humano. Es imposible que la percibamos. Además, no todas las mutaciones que se producen en cualquier especie van a seguir adelante. Los virus, por ejemplo, tienen una generación cada segundo y por eso mutan tan rápidamente. Nosotros, cada 25 años. De hecho, la tasa de mutación de las especies terrestres es bajísima: diez a la menos nueve.

Somos casi casi iguales a como éramos hace 200.000 años. Hemos cambiado muy poco pero no nos damos ni cuenta. Por ejemplo, podemos encontrar un cráneo de humano de hace 160.000 años en África, que es donde se originó la especie humana. ¿Y cómo es ese cráneo? Igual que el tuyo y el mío. Un poco más robusto, las cejas un poco más prominentes… Pero, al fin y al cabo, es un cráneo redondeado, no se diferencian en estatura.

Nuestra especie tiene una amenaza aun mayor que las pandemias: el cambio climático. Pero, a su vez, tiene indicadores para poder paliar esa amenaza que no tenían nuestros antepasados. ¿Eso va a jugar a nuestro favor?

Somos una especie inteligente. Quienes nos precedieron no sabían nada de la existencia de los virus. Nosotros sí que lo sabemos. Al igual que el cambio climático, aunque haya negacionistas. Si somos listos, lo podemos atajar.

Ahora mismo nos estamos dando cuenta. Estamos confinados tres meses y no hay polución. No hemos utilizado los vehículos, los aviones no han volado… Y de repente el planeta empieza a decir, «mira que bien, ya puedo respirar». La lección importante es: ya que hemos conseguido esto, vamos a intentar no machacarlo tanto una vez salgamos de esta. Me parece complicado, pero es una oportunidad.

¿Cómo va a cambiar el Covid-19 su forma de trabajar en el yacimiento de Atapuerca?

Vamos a tener que adaptarnos, pero por fortuna podremos excavar. Tenemos el apoyo de la Junta de Castilla y León y un Patrimonio de la Humanidad que hay que cuidar. Es importante que sigamos explotándolo porque no solamente es un aporte científico crucial para el estudio de la evolución humana, sino que además es un atractor turístico de primer orden. Y este año que vamos a tener un turismo nacional, uno de los sitios para poder visitar es Atapuerca.

Esperamos volver a recibir visitantes y que nos puedan ver trabajando en los yacimientos, aunque vamos a hacer una excavación qué es como la tercera o la cuarta parte de lo que hemos hecho todos los años. Mucho más reducida, más modesta, pero con objetivos muy señalados. Sabemos que si excavamos en un lugar muy concreto podemos obtener buenos resultados, por lo que concentraremos allí todo el esfuerzo.

Normalmente pasan por el yacimiento 250 personas de hasta 25 nacionalidades diferentes, pero durante esta campaña seremos menos y no podrá venir gente de fuera de España. Además, a las medidas de protección habituales, sumaremos las sanitarias por la pandemia.

Han pasado 26 años del descubrimiento del Homo antecessor. ¿Tiene la esperanza de volver a repetir un hallazgo similar?

Si la pregunta es si vamos a volver a encontrar más Homo antecessor, la respuesta es sí. Yo creo que en un par de años. Hemos excavado muy pocos metros cuadrados del nivel donde aparece y hay 170 restos. Algunos de ellos con las proteínas más antiguas que se han encontrado en la historia de la evolución humana. De hecho, el 1 de abril publicamos un artículo muy importante en la revista Nature que pasó inadvertido, obviamente, porque había muchas otras cosas más importantes que atender en ese momento.

¿Existe la posibilidad de encontrar restos diferentes a Homo antecessor que también sean importantes? Naturalmente que sí. La sierra está llena de yacimientos y de fósiles, solo hay que encontrarlos. Hay que tener paciencia y, además, hacerlo bien, porque uno de los problemas que ha tenido la arqueología ha sido que en otras épocas se ha trabajado muy deprisa y se ha perdido información.

Nosotros hacemos un escrutinio lentísimo pero muy productivo de todo lo que se va excavando. Fíjate si es lento que las proteínas de Homo antecesor han salido de una lasquita de diente que ocupa menos que la uña de mi dedo meñique, de la que, además, se ha sacado la tasa de formación del esmalte. Es un ejemplo de cómo cualquier cosa que te encuentres puede ser útil.

Ocurre lo mismo con el último fragmento de parietal de Neandertal que se ha encontrado. Hemos guardado también la tierra que había a su alrededor en una bolsita a la espera de ser estudiada.

¿Confía en que algún día lleguemos a saber de dónde venimos y podamos dar respuesta a todas las preguntas sobre nuestro origen?

Si me preguntas por el momento concreto, por la fecha concreta y la especia concreta, yo creo que va a ser prácticamente imposible. Nuestro origen se cifra entre seis y ocho millones de años. Es un lapso de tiempo enorme pero la genética no puede dar un dato más concreto.

Y luego la paleontología también hace lo que puede. Es muy difícil porque hablamos de una época en la que África era un bosque, por lo que la materia orgánica se reciclaba con mucha rapidez. No había lugares en los que pudiera caer un organismo y convertirse en un fósil. Ojalá se pudiera encontrar. Sería el descubrimiento -no del siglo- sino de la historia de la evolución humana.

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