Margaret Boden: "Los robots no nos van a superar porque no tienen deseos ni objetivos"
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Margaret Boden: "Los robots no nos van a superar porque no tienen deseos ni objetivos"

Esta profesora de informática de la Universidad de Sussex es una de las mayores eminencias en el terreno de la inteligencia artificial y sus implicaciones éticas y sociales.

A pesar de que el término "inteligencia artificial" (IA) parezca un recién nacido, lo cierto es que hace más de una década que cumplió el medio siglo. Esta tecnología, que ahora aliña todos los dispositivos electrónicos de consumo -desde móviles a relojes, pasando por televisores e incluso aspiradoras- y que se debate entre ser la salvación del ser humano y la causa de su exterminio, acuñó su nombre allá por 1956, durante la Conferencia de Darthmouth (Estados Unidos). En aquel encuentro se fantaseó con la idea de que en solo diez años las máquinas serían capaces de reproducir todos los aspectos de la inteligencia humana. Evidentemente, los vaticinios no se cumplieron, lo que provocó la desilusión y el abandono de este campo de investigación, en un "invierno" que duró quince años y que no remontó hasta los 70, momento en el que despegaría de nuevo hasta desembocar en el "boom" actual. Margaret Boden (Londres, 1936), una de las primeras especialistas (mujeres) en el tema y que acaba de pasar por Madrid para hablar sobre el matrimonio obligado entre humanos y tecnología, conversa sobre inteligencia artificial con la experiencia que da haber vivido todas y cada una de estas etapas.

¿Estamos ahora mismo en el momento previo a un nuevo invierno de la IA debido a las altas expectativas puestas en su futuro? "Yo lo veo más como un otoño", señala Boden, aún profesora del departamento de Informática de la Universidad de Sussex (Reino Unido), que a pesar de que el mes que viene cumple 82 años, ha publicado recientemente el manual didáctico "Inteligencia artificial" (Turner Minor, 2017). "En algunos momentos de la historia se cometieron errores, porque no se tuvieron en cuenta las cuestiones éticas y sociales que implicaría la inteligencia artificial. De hecho, a quien se atrevió a hablar de esto se le consideró un filósofo debilucho", continúa, haciendo alusión al enfoque concreto de su trabajo, que a través de la psicología, la filosofía, la medicina y las ciencias cognitivas -amén de la computación-, intenta desentrañar las implicaciones humanas y no meramente numéricas de este ámbito.

Aunque ya tiene que utilizar una silla de ruedas para desplazamientos largos, se levanta orgullosa con ayuda del bastón para posar en las fotos, que no son demasiadas porque ha limitado sus entrevistas en España, incluso cancelado algunas sobre la marcha. "Está bastante cansada", se disculpan desde Espacio Fundación Telefónica, donde abrió este jueves la sexta edición del encuentro Thinking Party dedicado este año de lleno a la inteligencia artificial.

"El matrimonio entre humanos e IA es totalmente impredecible", asegura ante los oyentes de su charla, sentada en una silla con su bolso de flores pegado a las patas. Muchos opinan que con su pelo gris y su rostro afable da la imagen del arquetipo de abuela adorable. Sin embargo, su mirada se torna severa cuando se dirige al público y argumenta: "Hay personas preocupadas porque los robots nos puedan superar, pero eso no va a pasar porque los robots no quieren, ya que no tienen ni deseos ni objetivos".

LOS ROBOTS NO SE IMPLICAN

Uno de los mayores miedos de muchas personas, incluidos gurús del conocimiento como Elon Musk o Stephen Hawking, han aseverado que la inteligencia artificial es el principio del fin: habrá un momento en el que la tecnología supere a la humanidad, quien quedará condenada a ser su esclava. Baden discrepa fuertemente con esta teoría apocalíptica. "Los ordenadores no están comprometidos con los proyectos en los que se embarcan, no se emocionan. De esto se puede deducir que los sistemas de IA, a diferencia de los humanos, no querrían asumir el control, no querrían tener el poder".

Al respecto, Boden alega que existe mucho desconocimiento sobre lo que la IA puede y no puede hacer. Critica que muchos otorguen casi "poderes mágicos" a esta tecnología, pero también que muchos otros desdeñen sus implicaciones. "Cada vez hay más fondos de personas particulares, no solo de científicos, sino también de sociólogos o filósofos, invertidos en este campo, más allá de lo que aportan los Estados. Es evidente que la IA interesa cada vez a más gente y que tiene múltiples aplicaciones. ¡Hay hasta revistas de cocina que hablan de IA!", aduce. Señala, además, la importancia de enseñar desde pequeños a los niños a entender a esta nueva compañera de vida: "Es muy importante que desde la Educación Infantil y Primaria este matrimonio no se convierta en algo malo, porque tiene un enorme potencial para el bien".

UN FUTURO ENMARAÑADO

Pero, ¿qué implicaciones tendrá la IA a corto y medio plazo? "Está claro que el proceso ha empezado y la era del "internet de las cosas" va a traer consigo transmisores que no solo estarán en ordenadores, móviles y relojes... Nuestra ropa los llevará y los encontraremos en la nevera, en el salón, en nuestro dormitorio... Y estarán sintiendo, captando y emitiendo información entre ellos, provocando que dejemos de tomar decisiones como encender la luz o no o la necesidad de hacer la compra. Creo que nos vamos a ahogar en una maraña de datos", advierte.

Pero la experta, que contaba con 20 años cuando en aquella primera conferencia sobre inteligencia artificial se puso nombre a la ciencia a la que consagraría su vida, advierte: "La IA nos puede ayudar, pero somos nosotros, las personas, quienes tenemos que tomar las decisiones. Debemos asegurarnos de que esta tecnología sirva para el bienestar humano".

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