Rara vez las sociedades han experimentado una revolución silenciosa de la significación del envejecimiento de las poblaciones. El extraordinario aumento de la duración de la vida, unido al descenso de la fecundidad, está produciendo cambios en todas las poblaciones del mundo, y tendrá un impacto excepcional en la Europa de las próximas décadas. Pero, para entender completamente las implicaciones de esta transición, es esencial ir más allá de los efectos composicionales.
El envejecimiento de la población no solo puede afectar a nuestras estructuras de cuidado y sistemas de bienestar -aviso con el que se nos alarma con frecuencia- sino también a los modos en los que vivimos, trabajamos y aprendemos a lo largo de nuestra vida. Proveerá de un amplio capital de experiencias y habilidades acumuladas a lo largo de un extenso curso de vida. Cambiará nuestras casas, infraestructuras, ciudades y medios de transporte. Está cambiando nuestras familias y nuestro entorno social, más intergeneracional que nunca. Pero también cambiará el modo en el que entendemos nuestra salud y nuestras expectativas de bienestar y autonomía al alcanzar edades avanzadas con esperanzas de vida hasta ahora inéditas.
Se trata, por tanto, de un reto de primera índole del que la ciencia no puede ni quiere desentenderse, pero que difícilmente puede ser abordado en su complejidad desde visiones parciales, acotadas por los límites disciplinares por los que frecuentemente se ve constreñida la investigación científica. ¿Cómo conseguir trayectorias vitales más longevas y saludables? ¿Qué puede hacer la ciencia para generar e impulsar sociedades más capacitadoras e incluyentes, que resguarden, mantengan y promuevan el potencial y las capacidades de individuos con vidas prolongadas? ¿Cómo dar respuesta a las cuestiones abiertas por la creciente longevidad en su relación con la actividad, la salud y el trabajo en la búsqueda de una existencia activa y plena de bienestar? Para responder a cuestiones como estas es necesario observar los múltiples procesos por los que se ven afectadas, que van mucho más allá de los límites de cualquier disciplina. Veamos algunos de ellos.
El aumento de la esperanza de vida ha sido una constante durante los últimos 150 años. Hemos ganado 2,5 años de expectativa de vida cada década de forma extraordinariamente regular, y no existen evidencias científicas para esperar un cambio de tendencia. En este escenario surgen preguntas sobre los límites de la vida humana, pero también sobre la calidad de los años ganados. A ellas se busca dar respuesta desde la biodemografía, la epidemiología, la genética o la neurociencia, entre otras.
La ciencia se enfrenta también al reto de transformar los entornos físicos y sociales, adaptándolos a las necesidades de individuos con trayectorias de vida prolongadas, que están 'estrenando' nuevas edades pero también nuevas necesidades. ¿Cómo convertir nuestros espacios de vida en hábitats saludables, amigables y capacitadores? La Organización Mundial de la Salud lleva promoviendo la búsqueda de respuestas a esta pregunta desde hace décadas, con los programas Healthy Cities Project y Global Age-Friendly Cities Project. Pero las respuestas trascienden el ámbito del urbanismo, incluyendo los avances en ingeniería biomédica, e-health, así como el desarrollo y la sostenibilidad de los sistemas de cuidado y solidaridad entre generaciones.
El 'descubrimiento' de nuevas edades ha cambiado nuestros horizontes y expectativas a edades consideradas tradicionalmente el comienzo de la vejez y con ellos han cambiado muchos de nuestros hábitos (de consumo, de actividad, políticos, etc.). Piénsenlo bien, ¿cuánto se parece un sexagenario de hoy a un sexagenario de hace dos o tres décadas? Esta transición generacional ha hecho surgir cuestiones relacionadas con la combinación de actividad, salud, trabajo y bienestar en la vejez. A ellas se busca dar respuesta desde la ciencia política, la economía, la sociología o la psicología, entre otras.
Con el ánimo de favorecer el encuentro y el diálogo entre las distintas aproximaciones científicas que se ocupan de dichos retos, la Fundación General CSIC organiza en Santander, los días 5 y 6 de septiembre, el encuentro
Una Mirada Interdisciplinar a la Investigación sobre Envejecimiento, en el marco de los cursos de verano de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP). En él se dará cita un grupo relevante de investigadores que, provenientes de distintas disciplinas, dedican su actividad a desentrañar aspectos diversos relacionados con el envejecimiento de las personas y de la sociedad. El propósito es debatir, entre sí y con los asistentes, sobre cuáles son las preguntas relevantes sobre el envejecimiento a las que la ciencia ha de intentar dar respuesta, en qué medida las aproximaciones a las mismas son interdisciplinares y cuál debería ser, idealmente, la composición de los equipos que las aborden, cuáles son los retos a los que se enfrentan, o en qué áreas puede tener mayor impacto dicha interdisciplinariedad. En última instancia, contribuir a definir líneas de investigación interdisciplinar en envejecimiento que maximicen el impacto social. Sobre todo ello reflexionaremos en este encuentro de la UIMP.
Dolores Puga dirige el encuentro
Una Mirada Interdisciplinar a la Investigación sobre Envejecimiento. Universidad Internacional Menéndez Pelayo, Santander, 5 y 6 de septiembre.
