Fecha
Fuente
El País
Autor
Daniel Mediavilla

La obesidad saludable de los osos, el superpoder que la ciencia quiere desentrañar

Los animales que hibernan acumulan peso y tienen resistencia a la insulina cuando dormitan durante los meses de invierno, pero no desarrollan problemas de salud

Hay animales que tienen superpoderes. Los elefantes rara vez desarrollan cáncer pese a tener una esperanza de vida similar a la de los humanos. Un equipo de la Universidad de Utah (EE UU) identificó la causa en 2015. Estos animales tienen 38 copias adicionales de un gen que produce la proteína p53, conocida por su capacidad para suprimir tumores. Además, cuentan con un mecanismo mucho más eficiente que el humano para sacar de la circulación células dañadas con riesgo de volverse cancerosas. Los delfines, por su parte, tienen una protección especial frente a los coágulos sanguíneos, otra de las grandes amenazas para la salud de nuestra especie.

Christopher Gregg y Elliot Ferris, de la universidad estadounidense, son dos de los investigadores que están rastreando el genoma de varias especies de mamíferos en busca de las claves de estos superpoderes. El martes publicaron un artículo en la revista Cell Reports en el que exploran los motivos por los que animales que hibernan, como los osos, no desarrollan problemas asociados a la obesidad o la resistencia a la insulina.

Su análisis incluyó a cuatro especies que entran en estado de hibernación en algún periodo del año: el tenrec erizo chico (Echinops telfairi), la ardilla de tierra de trece franjas (Ictidomys tridecemlineatus), el lémur ratón gris (Microcebus murinus) y el pequeño murciélago café (Myotis lucifugus). Estos animales, con algunas variaciones, pasan varios meses en los que sus pulsaciones y su respiración descienden drásticamente —la ardilla baja su ritmo cardíaco de 200 latidos por minuto a unos cinco, y de respirar más de cien veces por minuto pasa a hacerlo una vez cada cinco minutos— y en los que no necesitan alimentarse, orinar o defecar.

Para lograr ese objetivo, en los meses previos, los individuos de estas especies tienen que comer para acumular reservas. De alguna forma, se vuelven obesos y resistentes a la insulina, pero de forma saludable. Un humano con esas fluctuaciones a lo largo del año acabaría sufriendo diabetes, hipertensión y muchos otros problemas de salud.

Los autores del trabajo compararon los genomas de las cuatro especies con los de humanos sanos y con genes relacionados con el síndrome Prader-Willi, una enfermedad que desencadena un apetito insaciable que provoca obesidad mórbida. Así, identificaron regiones del genoma de esos animales, cercanas a muchas relacionadas con la obesidad en humanos, que les permitirían apagar algunos elementos que controlan genes relacionados con la obesidad. En total son 364 elementos genéticos relacionados con la regulación de la hibernación y la obesidad.

Por el momento, este tipo de estudios amplios del genoma no tiene una aplicación directa a la salud de las personas. Los científicos tratan en primer lugar de entender cómo, a lo largo de la evolución, regiones comunes del genoma que ahora están detrás de la obesidad o de problemas metabólicos han servido a distintos animales para adaptarse mejor a sus circunstancias. En algunos casos y en distintos momentos de la historia animal, esa adaptación significó desarrollar la capacidad de hibernar durante meses. A los osos, esa regulación saludable de la obesidad les permite sobrevivir durante el invierno, mientras a los lémures, los únicos primates que hibernan, esa suspensión temporal de la actividad les sirve para pasar la estación seca en Madagascar.

Pero además de obtener información básica sobre algunos mecanismos biológicos, Gregg y sus colaboradores ya piensan en cómo aplicar este conocimiento. “Entendiendo las partes del genoma que influyen en la obesidad o el síndrome metabólico podemos evaluar el riesgo de una persona de desarrollar estas enfermedades a lo largo de su vida a partir de su secuencia genética. Así podríamos ayudar a la gente a adaptar su estilo de vida a sus condiciones y en el futuro también crear tratamientos farmacológicos para tratar a personas que han desarrollado obesidad”, apunta el investigador. “Mi laboratorio está trabajando ya con Jason Gertz, de la Universidad de Utah, para desarrollar una tecnología de edición epigenómica dirigida utilizando CRISPR con la que controlar de forma personalizada la obesidad o la actividad metabólica de pacientes”, añade.

Mientras tanto, Gregg sigue buscando en el océano de la genética de los mamíferos en busca de variantes con las que aún contamos los humanos y que en algunos animales se han convertido en algo parecido a superpoderes.

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