Fecha
Autor
Carlos Alonso Bedate (Profesor de Investigación ad honorem. CSIC. Centro de Biología Molecular 'Severo Ochoa')

Premio Nobel de Fisiología o Medicina 2015

Sin duda alguna hay que felicitarse por el hecho de que en el año 2015 el Premio Nobel en Fisiología y Medicina haya recaído en el reconocimiento de tres investigadores que han dedicado su vida científica a la creación y descubrimiento de medidas terapéuticas centradas en combatir enfermedades tropicales.
Algunas de estas enfermedades hasta hace poco tiempo se consideraban prácticamente abandonadas sobre todo teniendo en cuenta la magnitud de los problemas que ocasionan tanto desde el punto de vista personal como social y económico. Para ello los investigadores han tenido que implementar dos procesos imprescindibles: crear y desvelar. Como dice Goldstein la invención y el desvelamiento de los efectos de un producto son las dos rutas necesarias para progresar en las ciencias biomédicas. Es posible que estas dos estructuras del pensamiento sean necesarias para tener éxito en cualquier otra empresa.

Los tres investigadores en los que ha recaído el premio Nobel son Satoshi Omura (de la Universidad de Tokyo), William Campbell (De la Universidad Drew) y Youyou Tu (Academia China de Ciencias Médicas). Los trabajos de Tu se dirigieron al descubrimiento, según la medicina tradicional china, de la droga antimalárica artemisina. Los trabajos de Omura y Campbell se centraron en el descubrimiento y aislamiento de la droga avermectina de la que se han desarrollado productos con propiedades antinemátodos (oncocercosis) y anti-filariosis linfática (elefantiasis). La investigación de la Dra. Tu, al ser una experta en química, se centró en el empleo de un gran número de variedades de plantas para aislar de ellas productos que pudieran tener efectos farmacológicos anti-malaria. Aisló unos 600 extractos con propiedades antimaláricas de los que uno, aislado de la variedad Artemisia annua, controlaba y reducía la población de Plasmodium berghei y P. cynomolgi en pacientes infectados con estos parásitos. El producto tenía muy baja o nula toxicidad. La artemisina en la actualidad reduce la mortalidad ocasionada por infección de Plasmodium en un 20% en adultos y en niños se estima en un 30%.

La resolución de la Academia conlleva el mensaje de que la ciencia debe, sobre todo en sus aspectos fisiológicos y médicos, centrarse no solo en generar conocimiento sino en saber utilizar ese conocimiento para desarrollar agentes terapéuticos, con especial dedicación a las enfermedades que afectan a las poblaciones más pobres, que por cierto son las más numerosas

Para el aislamiento de productos anti-parasitarios la investigación del Dr. Omura utilizó cultivos bacterianos de los que aisló la avermectina. Curiosamente, los cultivos procedían de una muestra de tierra procedente del suelo de un campo de golf en Japón. El Dr. Cambell culminó el trabajo del Dr. Omura al identificar una variante de la avermectina, la ivermectina. Así dicho, parece que el trabajo de estos tres investigadores fue todo un camino de rosas lleno de fáciles vericuetos. No fue así sino el resultado de un gran esfuerzo. Como dice la Dra. Tu, y con respecto a la identificación de la artemisina, el camino al progreso no fue nada plano y sencillo donde, además, los resultados no emergieron con facilidad. Dice la Dra. Tu que una investigación cuidadosa a través de años de duro trabajo y de arduo aprendizaje la guio hasta encontrar el tesoro de la medicina China y el entendimiento de la belleza del pensamiento filosófico que subyace a una visión holística de los seres humanos y del universo. Por eso es trascendental que el científico tenga un alto grado de intuición además de perseverancia. Es posible que en estos descubrimientos todavía queden muchos tesoros por desvelar, pues recientemente se ha demostrado que la ivermectina ejerce efectos terapéuticos contra otras enfermedades, como pueden ser ciertos tipos de cáncer. Por eso, la Academia Nobel ha hecho algo más que galardonar a unos investigadores. Ha galardonado un sistema de pensamiento y trabajo además de poner de manifiesto la bondad de una metodología rigurosa para hacer ciencia básica-traslacional.

No cabe la menor duda que la resolución de la Academia conlleva el mensaje de que la ciencia debe, sobre todo en sus aspectos fisiológicos y médicos, centrarse no solo en generar conocimiento sino en saber utilizar ese conocimiento para desarrollar agentes terapéuticos, y con especial dedicación a las enfermedades que afectan a las poblaciones más pobres, que por cierto son las más numerosas. No podemos olvidar que cuando hablamos de investigación y de los aspectos científicos y éticos de la investigación, debemos tener en cuenta que las enfermedades infecciosas matan aproximadamente 17 millones de personas cada año y que la cantidad de personas que se ven afectadas por cualquier forma grave de estas enfermedades tiene que ser multiplicada por 10. Así, la tarea de investigación y desarrollo (I + D) y contar con los requisitos financieros necesarios para llevar a cabo el esfuerzo de reducir el peso de esas enfermedades es un imperativo de justicia, en la que la ciencia básica debe concentrarse. Paradójicamente, los países pobres tienen más del 80 por ciento de la carga mundial de enfermedad en años de vida ajustados por discapacidad, olvidando que la vida y la salud son derechos humanos básicos de los que nadie debería verse privado. La tragedia es aún mayor cuando se constata que en zonas de alta trasmisión los niños menores de 5 años constituyen el grupo más vulnerable. En 2013 más del 78% de las muertes por malaria ocurrieron en niños menores de 5 años.

Según la OMS la filariosis linfática afecta a más de 120 millones de personas y está presente de forma endémica en unos 100 países. Además, más del 99% de las personas infectadas por Onchocerca volvulus vive en el África subsahariana donde la estrategia fundamental para eliminar la oncocercosis es el tratamiento con ivermectina. En septiembre de 2014, el Ecuador se convirtió en el segundo país del mundo, después de Colombia, declarado libre de oncocercosis, después de haber aplicado con éxito, durante decenios, protocolos muy precisos de control y eliminación de la enfermedad. En 2002 se logró controlar la oncocercosis en varios países del África Occidental. El uso consistente de la ivermectina a partir del año 1989 evitó la infección de 40 millones de personas, previno la ceguera en 600.000, y logró que 18 millones de niños nacieran libres de la amenaza de la enfermedad y la ceguera.

Este es solo un botón de muestra de lo que la ciencia básica-traslacional y el empleo de protocolos eficaces de forma constante puede hacer por la humanidad. En realidad las enfermedades infecciosas han estado con la humanidad desde que tenemos datos fidedignos, al menos, para poder afirmarlo con certeza, hace unos 4000 años y, probablemente, la malaria se remonte varios siglos atrás. La mortalidad por malaria ha descendido desde el año 2000, pero no hay que olvidar que los casos de malaria más o menos severos descritos en 2015 alcanza la escalofriante cifra de 214 millones. La población a riesgo alcanza la cifra de 3.000 millones distribuidas en zonas endémicas e hiperendémicas. Es cierto que existen en la actualidad instrumentos eficaces en términos individuales para controlar la mayor parte de las enfermedades infecciosas pero por los datos que tenemos hemos de señalar, sin género de dudas, que son poco eficaces en términos poblacionales. Por eso, a pesar de los intensos esfuerzos que se han hecho en las últimas décadas para resolver los problemas mundiales de salud, en relación con las enfermedades infecciosas presentes en los países de economía en desarrollo y emergente, y la cantidad de dinero que las ONG, Gobiernos y Fundaciones han puesto a disposición para tal fin, todavía hay mucho por hacer.

La resolución de la Academia es todavía más sorprendente en cuanto que ya por los años 1960 se habían obtenido los primeros aislamientos de artemisina y avermectina. De hecho, los productos derivados de estos compuestos base tienen una historia de más de 30 años y la investigación básica para el desarrollo de productos terapéuticos contra nemátodos, filaria y malaria data de varias decenas de años atrás. Ya en 1979 se publicó el primer texto científico que mostraba la eficacia del producto artemisina contra el parasito Plasmodium falciparum. La tarea que se nos presenta para el futuro es controlar y evitar las resistencias y encontrar vías apropiadas de administración. De hecho, la dyhydroartemisina resultado de la adición de grupos hydroxilo a la artemisina es más estable y eficaz que la artemisina. La aparición de resistencia a la artemisina se ha identificado en Camboya y la frontera de Tailandia. Por el hecho de que la resistencia se extienda a otras zonas endémicas en un futuro no muy lejano, es necesario no abandonar los esfuerzos hasta ahora realizados. Entre otros motivos es este también el mensaje de la Academia. Parece que las enfermedades infecciosas seguirán siendo una característica dominante de los programas de Salud Internacional en el siglo XXI. Por eso, además de la investigación básica necesaria para generar nuevas moléculas con capacidad farmacológica e inmunológica, se han de establecer sistemas de ensayos clínicos que tengan por objeto establecer la eficacia de los productos generados en zonas de baja y alta endemia y trasmisión.

Es sumamente curiosa la afirmación de Youyou Tu sobre el hecho de que durante la Revolución Cultural no había formas prácticas de llevar a cabo ensayos clínicos. Por eso para poder ayudar a los pacientes de malaria sus colegas y ella misma voluntariamente y de forma brava tomaron el extracto. Después de conocer en ellos mismos que la molécula era inocua llevaron a cabo un ensayo clínico en la provincia de Hainan para conocer la eficacia del extracto en pacientes infectados con Plasmodium vivax and P. falciparum. Los pacientes tratados mejoraron notablemente en cuanto que desaparecieron los síntomas clínicos.

Tan ingente tarea no puede ser el resultado del esfuerzo de uno o varios grupos de investigación. Un problema global no puede ser resuelto sino con un esfuerzo global. No hay duda que la generación de nuevos productos relacionados con la salud global excederá al menos en un orden de magnitud los esfuerzos en I+D que se han llevado a cabo en el pasado para tal efecto. Esto es debido no solo a nuevos y sofisticados requerimientos científicos y técnicos sino a cuestiones problemáticas administrativas, tales como seguridad y control de los ensayos clínicos, sin olvidar la necesaria colaboración entre países, sin la que todo esfuerzo sería poco menos que vano. Soy consciente de la dificultad de los requerimientos administrativos y financieros que son necesario implementar para crear innovando, pero creo que, aun teóricamente, no existen muchas otras alternativas. Este es otro de los mensajes de la Academia Nobel al conceder el Nobel a tres arduos pioneros.

Desde mi punto de vista el control y eliminación de las enfermedades infecciosas debe ser una tarea compleja centrada en la administración, a las personas infectadas, de agentes farmacológicos junto a productos capaces de suscitar respuestas humorales y celulares que tienen por objeto eliminar los parásitos, siguiendo en estos abordajes los esfuerzos pioneros del Dr. M.E. Patarroyo y otro buen número de investigadores. Además de esta tarea se ha de hacer el esfuerzo de eliminar los focos de infección y con ello la trasmisión. No hay que olvidar que por la década de los 30, determinadas regiones de España fueron zonas endémicas de leishmaniosis y malaria. Al eliminar los focos de infección se disminuye la trasmisión y con el tiempo la endemia. Por eso la influencia de los desarrollos realizados por los investigadores Premios Nobel 2015 tiene tanta trascendencia.

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