Fecha
Autor
Jorge Lillo-Box (Investigador astrofísico y astrónomo de soporte del Observatorio Europeo Austral (ESO))

Próxima b: un paso más hacia la comprensión de nuestra propia existencia

Una de las grandes cuestiones siempre presente en la mente del ser humano, al menos desde que consideró la posibilidad de la existencia de otros mundos, ha sido la disyuntiva entre ser el único habitante 'inteligente' del Universo o, simplemente, encontrarse en uno más de los innumerables mundos habitados en el cosmos.
En palabras de Carl Sagan, "Vivimos en un planeta insignificante de una estrella cualquiera en una galaxia cualquiera situada en un rincón olvidado del Universo [...]". La cuestión de la insignificancia o magnificencia de la especie humana trasciende, por el momento, los límites de la Astrofísica para situarse en un plano más filosófico. Sin embargo, ambas disciplinas se retroalimentan, la primera proporcionando datos y proponiendo teorías que los expliquen y la segunda cuestionando estos descubrimientos desde un punto de vista más trascendental. Estamos pues ante una cuestión cuya respuesta tendría (y tendrá) implicaciones no solo a nivel científico sino también a nivel filosófico, religioso, e incluso me atrevería a decir, psicológico. En la serie de relatos El archivo de los viudos negros, del divulgador Isaac Asimov, un grupo de hombres celebra reuniones mensuales en las que un invitado propone un enigmático problema al que se ha enfrentado recientemente. Todas las reuniones comienzan con una pregunta absolutamente no trivial al invitado: "¿Cómo justifica su existencia?" El planteamiento de esta cuestión es simplemente un desafío para la mente de cualquier persona. Entender el porqué de nuestra propia existencia en el Universo es uno de los principales retos de la humanidad. Y la respuesta puede depender de un simple hallazgo, encontrar alguna forma de vida en la inmensidad de este Universo.

Esta ilustración nos muestra la superficie del planeta Próxima b orbitando a la estrella enana roja Próxima Centauri, la estrella más cercana al Sistema Solar. La estrella doble Alfa Centauri AB también aparece en la imagen, en la parte superior y a la derecha de  Próxima. Próxima b es un poco más masivo que la Tierra y orbita en la zona habitable que rodea a Próxima Centauri, donde la temperatura permitiría la existencia de agua líquida en su superficie. Crédito: ESO/M. Kornmesser
Esta ilustración nos muestra la superficie del planeta Próxima b orbitando a la estrella enana roja Próxima Centauri, la estrella más cercana al Sistema Solar. La estrella doble Alfa Centauri AB también aparece en la imagen, en la parte superior y a la derecha de Próxima. Próxima b es un poco más masivo que la Tierra y orbita en la zona habitable que rodea a Próxima Centauri, donde la temperatura permitiría la existencia de agua líquida en su superficie. / Crédito: ESO/M. Kornmesser

En las últimas tres décadas, tras el descubrimiento de los primeros planetas orbitando alrededor de otras estrellas (exoplanetas), hemos vivido un impresionante crecimiento exponencial del número de estos mundos extrasolares detectados con telescopios terrestres y espaciales. Esta avalancha ha traído consigo la ruptura de los esquemas que los astrónomos teníamos sobre la formación y evolución planetaria en los primeros estadios de la vida de estos objetos. Hemos encontrado planetas en ambientes que creíamos imposibles, como gigantes gaseosos en órbitas extremadamente cercanas a su estrella, con tamaños desconocidos en nuestro Sistema Solar como es el caso de las llamadas súper-Tierras o mini-Neptunos, orbitando no una, sino dos estrellas o formando parte de sistemas planetarios mucho más complejos que el nuestro. En cierta medida, esto nos ha abierto la mente y nos ha convertido en científicos más atrevidos y ambiciosos. Si a esta ambición y valentía añadimos los avances tecnológicos acaecidos en los últimos años en relación a las capacidades instrumentales, el resultado es un gran salto en nuestra comprensión de la formación de mundos en los que potencialmente se podría llegar a desarrollar alguna forma de vida. Es importante destacar en este punto que este salto es absolutamente interdisciplinar. No podemos comprender el esquema global de la formación de vida en otros planetas sin la estrecha colaboración con otras ciencias básicas como la Biología, la Geología o la Química.

Entender el porqué de nuestra propia existencia en el Universo es uno de los principales retos de la humanidad. Y la respuesta puede depender de un simple hallazgo, encontrar alguna forma de vida en la inmensidad de este Universo

El último paso en este camino ha sido el hallazgo del planeta Próxima b, así llamado por encontrarse orbitando alrededor de Próxima Centauri, la estrella más cercana a nuestro Sol, a tan solo 4 años-luz de distancia de la Tierra (es decir, si pudiésemos viajar a la velocidad de la luz tardaríamos 'solo' 4 años en llegar allí). Pero la importancia del hallazgo, liderado por el astrofísico Guillem Anglada-Escudé en colaboración con un amplio abanico de investigadores de diferentes instituciones alrededor del mundo, no es solo la cercanía de este sistema exoplanetario. Además, el planeta pudiera ser rocoso, como lo es la Tierra, en contraposición con los planetas gigantes como Júpiter o Saturno formados principalmente por gas. Una tercera característica que da relevancia a este sistema es que el planeta se encuentra a la distancia precisa de la estrella para poder contener agua líquida en su superficie, lo que llamamos zona habitable, en la que el planeta no está tan cerca como para que el agua sea evaporada ni tan lejos como para que esté en forma de hielo. El hallazgo ha tenido un amplio alcance en la comunidad científica puesto que esta estrella, precisamente por su cercanía, había sido ampliamente observada con diferentes técnicas. En los últimos meses, una ingente cantidad de trabajos sobre Próxima b han salido a la luz, estudiando las propiedades del planeta así como sus posibilidades reales de albergar agua líquida en su superficie, elemento esencial para el desarrollo de la vida tal y como la conocemos.

Tras la detección del planeta, el siguiente paso es la caracterización del mismo, es decir, determinar sus propiedades físicas y orbitales así como la composición de su posible atmósfera. Conociendo su masa y su tamaño, podemos estimar su densidad media y, por ende, su composición. Esto significa que podemos saber si el planeta es rocoso o gaseoso. El propio trabajo en el que se publica la confirmación del planeta proporciona la primera pieza del puzzle: la masa del planeta. Mediante mediciones de los efectos gravitatorios que el planeta induce a la estrella, sabemos que tiene una masa de alrededor de 1,3 veces la masa de la Tierra. La siguiente pieza, el tamaño, es más difícil de determinar, porque su estimación depende de que podamos detectar el tránsito del planeta por delante de su estrella. Para que eso ocurra, la órbita del planeta debe estar orientada de tal forma que éste eclipse una pequeña parte de la estrella, ocultándola cada cierto tiempo. Sin embargo, los primeros intentos por encontrar este tránsito han sido en vano. Pero de acuerdo con modelos de interiores planetarios, se espera un tamaño para el planeta de entre 0,95 y 1,40 veces el tamaño de la Tierra. El límite inferior correspondería a un planeta tipo Mercurio, rocoso y prácticamente sin atmósfera, mientras que el límite superior correspondería a un planeta con núcleo y manto, cubierto por un gran océano de agua líquida. La presencia de agua líquida en la superficie de este planeta sería, de hecho, factible, puesto que éste se encuentra en la zona habitable. Pero, ¿cómo puede ser que un planeta que sólo tarda 11 días en dar una vuelta a su estrella esté en la zona habitable? Esto es debido a que la estrella que orbita (Próxima Centauri) es mucho más fría que nuestro Sol, cuya zona habitable está en un rango alrededor de los 365 días de periodo que tiene la Tierra. Este hecho es muy relevante ya que la detección de planetas como el nuestro, con periodos largos, es un reto tecnológico que solo ahora estamos empezando a alcanzar. Sin embargo, enfocándonos en estrellas más frías, esta zona de habitabilidad está mucho más cerca de la estrella y la detección de estos planetas es mucho más sencilla. Por último, junto con el artículo del descubrimiento, otros dos trabajos analizaron más a fondo la habitabilidad de este planeta, teniendo en cuenta factores como la cantidad de emisión ultravioleta y rayos X recibidos por el planeta o la sincronización entre la rotación del mismo y el periodo orbital (es decir, si este presenta siempre la misma cara a la estrella tal y como la Luna presenta siempre la misma cara a la Tierra). La principal conclusión de estos estudios es que, efectivamente, Próxima b es un viable candidato a ser habitable.

Todos estos datos, todos estos estudios y trabajos sobre este gran descubrimiento en el terreno de la exploración exoplanetaria, van indirectamente en la dirección de proporcionar más pistas sobre la cuestión fundamental que nos planteábamos al principio. Y es que resulta que la estrella más cercana a la nuestra también alberga un planeta como el nuestro. ¿Casualidad? Quizá sí. O quizá estemos ante la constatación estadística de que la gran mayoría de las estrellas tienen al menos un planeta similar al nuestro. De hecho, esto ya ha sido apuntado por los resultados finales de la misión Kepler de la NASA, que dibujan un Universo en el que prácticamente cada estrella tiene al menos un planeta y entre el 15% y el 25% de las estrellas tienen al menos un planeta en la zona habitable. Eso hace un total de más de mil millones de planetas potencialmente habitables solo en nuestra Galaxia. Quizá la respuesta a la insignificancia o magnificencia de nuestro mundo esté empezando a concretarse. Así pues, Próxima b es tan solo "uno más de estos mundos insignificantes alrededor de una estrella cualquiera en una Galaxia situada en un rincón del Universo". Pero resulta que este nuevo mundo insignificante puede ser crucial en la búsqueda de la justificación de nuestra propia existencia.



Más información:
www.eso.org/public/spain/videos/eso1629g
www.eso.org/public/spain/news/eso1629/

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