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Autor
Jesús Lizcano Álvarez (Catedrático de Economía Financiera y Contabilidad de la Universidad Autónoma de Madrid. Director de la revista “Encuentros Multidisciplinares”)

Relaciones entre la Física y la Economía: El caso de la 'entropía' económica

¿Pueden las ciencias de la naturaleza discurrir al margen de las ciencias de la vida o de las ciencias sociales, del progreso, la democracia, la ética o el mercado? Existen <a href="http://www.madrimasd.org/informacionidi/noticias/noticia.asp?id=15381&amp;sec=0&amp;tipo=g" target="_blank">confluencias entre científicos y humanistas</a> que no se pueden obviar. En este análisis veremos relaciones entre la Física y la Economía.

Sabido es que los métodos de investigación y de aprehensión de la realidad que se llevan a cabo en unas y otras disciplinas científicas pueden ser en la práctica muy dispares, ya que en unas disciplinas puede predominar la investigación teórica y especulativa, en otras prevalece la investigación experimental, otras se basan en la mera observación directa de la realidad, en otras prevalecen los métodos de prueba y error, etc.

Por otra parte, la mera orientación o finalidad de la investigación puede ser asimismo muy distinta, ya que en unos casos se hace investigación fundamental o básica, en otros investigación eminentemente aplicada, mientras que en otros la investigación va dirigida al desarrollo tecnológico. Con mimbres tan dispares en cuanto a la naturaleza, procedencia y forma de operar en las investigaciones, no resulta fácil el desarrollo de una verdadera y efectiva investigación interdisciplinar. Ni siquiera ha de resultar mínimamente sencillo ibuscar elementos comunes y puntos conceptuales y metodológicos de convergencia entre distintas disciplinas, esto es, buscar conceptos básicos y comunes y aprovechables por distintas disciplinas científicas.

Sin embargo, parece evidente la creciente necesidad hoy en día de la colaboración interdisciplinar. Son frecuentes las ocasiones en las que los investigadores echamos en falta, en relación con nuestras ideas, proyectos o reflexiones, la ayuda, o al menos la opinión, de especialistas de otras disciplinas, que completaran nuestra visión, y que nos informaran sobre la viabilidad de los mismos.

En este sentido, y aunque lo más frecuente hoy día es una tendencia acelerada al principio de la especialización en el estudio, en las investigaciones y en la divulgación, puede en todo caso resultar científica y socialmente muy interesante buscar líneas de colaboración metodológica entre disciplinas dispares, aparentemente lejanas, como son las diversas Ciencias de la Naturaleza (como la Física, Química, Astronomía, etc.), las Ciencias de la Vida (como la Medicina, Biología, etc.), o las Ciencias Sociales (como la Economía, Sociología, Historia, etc.).

Bien es cierto que en principio puede parecer que no tienen mucho que ver, por ejemplo, la biología molecular, con los procedimientos jurídicos, o la física de los quarks, con el proceso de producción de una empresa, o la estructura mental del ser humano, con la energía de fusión, etc, tanto en la metodología de los análisis, como en la forma de solucionar los problemas, pero sin embargo, pueden existir numerosos puntos en común entre unas disciplinas científicas y otras.

Entrando ya un terreno más concreto, estamos firmemente convencidos de que muchos de los planteamientos y técnicas de análisis y de investigación de estas ciencias, tanto las aplicables a estructuras físicas como a organismos vivos, son en buena medida aplicables y extrapolables al ámbito de la Ciencia Económica, y la aplicación de algunos de éstos métodos científicos en los sistemas económicos puede suponer una contribución importante para el avance y la reformulación de esta disciplina.

Hay que señalar que esta posible proyección de los métodos de otras disciplinas científicas en el ámbito de la Economía no es una hipótesis reciente ni un invento nuevo, ya que numerosos autores, y desde diversas posturas, escuelas, y procedencias geográficas, han desarrollado meritorios trabajos e intentos en este sentido; pero también es cierto que, hoy por hoy, el tema no ha fraguado lo suficiente para que haya variado un ápice la Economía que se sigue practicando por los responsables políticos de los diversos países, ni la Economía que se sigue enseñando en las Universidades, ni la Economía de la que se sigue hablando y escribiendo en los medios de comunicación, ni la que llega, en definitiva, al ciudadano medio de la calle, y cuyos resultados no deja éste de rechazar y de criticar.

Es por ello que vamos a realizar dentro de este contexto un breve ensayo de acercamiento entre dos disciplinas, la Física y la Economía, con el ánimo de contribuir a aportar en esta última un mayor grado de claridad, orden conceptual y rigurosidad en algunos de sus planteamientos, y ello a través de un concepto fundamental de la Física: la Entropía.

Sabemos que sin la intervención del ser humano, la Naturaleza tiende de forma espontánea a evolucionar sin una finalidad, si bien marcha -eso sí- con una dirección, que la conduce -por leyes de probabilidad- hacia un creciente grado de desorden, o en definitiva, hacia un constante aumento de la entropía.

Dentro de este entorno, el hombre, haciendo valer su condición de ser inteligente, intenta establecer un cierto orden -dentro de este desorden natural- que le posibilite alcanzar un mínimo nivel de supervivencia e incluso de bienestar, para lo cual va creando en su provecho estructuras ordenadas por doquier, tanto físicas como de índole social, que disminuyen, por tanto, la entropía inherente al devenir espontáneo de la naturaleza.

Si este concepto de entropía -que la física viene utilizando desde mediados del siglo diecinueve- lo extrapolamos al mundo de la Economía, podremos desarrollar algunos razonamientos no exentos de interés. Para ello, siguiendo en todo caso planteamientos similares a los de la Física -de la que podemos aprender bastantes cosas los economistas- vamos a manejar el un término más concreto, el de entropía económica, que significará, de esta forma, el grado de desorden de cualquier realidad económica.

En este contexto habremos de asumir otro concepto, el de orden económico, que tendrá un significado muy específico: Aquello que supone una disminución de la entropía económica; de esta forma, nos podremos encontrar ante decisiones "entrópicas" (aquellas que aumentan el grado de entropía o desorden económico) y con decisiones "anentrópicas" (aquellas que permiten disminuir el grado de entropía económica).

Para no quedarnos en un mero concepto tan difuso como intuitivo, y de cara a una mayor concreción del significado y de la forma de medir la entropía económica, nos vamos a permitir utilizar una de las expresiones que más nos han atraído siempre de la termodinámica, la ecuación de Boltzmann, esto es: S = k log W, en la que S refleja el grado de entropía energética, siendo W el número de posibles microestados térmicos que pueden presentarse dentro de un sistema físico. Pues bien, podemos tomar prestada esta ecuación y proyectarla sobre el ámbito económico, expresando de forma similar la entropía económica como E = k log W, siendo W, en este caso, el número o pluralidad (nivel de desorden) de elementos o sujetos económicos que, teniendo distinta naturaleza (e incluso intereses contrapuestos), quedan afectados por un hecho o decisión económica.

En este contexto -y dando por supuesto el carácter inteligente del ser humano- la función optimizadora de los sujetos responsables de la política económica habrá de girar en torno a disminuir el grado de desorden económico, minimizando así el nivel de entropía de sus decisiones, o lo que es lo mismo, tomando en lo posible aquellas decisiones que sean anentrópicas, o tomando al menos conjuntos o paquetes de decisiones, que aún conteniendo algunas medidas entrópicas, vayan combinadas con otras decisiones anentrópicas respecto a las primeras, moderando así el efecto global.

Veamos a continuación dos ejemplos muy básicos:

1. Entropía y tipos de interés:

Si los responsables de la política económica de un país toman la decisión, por ejemplo, de subir los tipos de interés -ello con el fin de evitar un recalentamiento de la economía-, estarán adoptando una medida claramente entrópica, porque el conjunto de destinatarios o afectados por esta decisión presenta un importante grado de diversidad, con muy distintos perfiles, y con intereses incluso contrapuestos (es decir, W -y por tanto la entropía- toma un valor alto), dado que existen muchos tipos de usuarios de recursos financieros: unos desearán los créditos para decisiones de consumo, mientras que otros usuarios -muchas empresas- los buscarán para realizar inversiones; por ello, la subida de los tipos de interés conseguirá, por un parte, enfriar los deseos de consumir, y de esta forma ralentizará la demanda interna de consumo; pero por otra parte, se estarán minando las expectativas de algo tan fundamental como la demanda de inversión; ello refleja el no deseable grado de entropía que encierra tal medida.

En aquellas ocasiones que este tipo de medidas resulten en todo caso imprescindibles, se debería disminuir el efecto entrópico de las mismas adoptando otras medidas, combinadas con aquellas, que podrán anular los efectos perversos para algunos de los colectivos implicados. Por ejemplo, en el caso anterior, si la subida de los tipos de interés fuera acompañada de una serie de ventajas fiscales para la inversión, entonces se estaría tomando una medida anentrópica respecto a la anterior (reductora de su efecto entrópico), ya que el posible freno para la inversión de aquella quedaría compensado con el incentivo que supone esta última para invertir, lo cual reduciría el efecto entrópico global.

2. Entropía y condiciones laborales:

Otro ejemplo de decisión entrópica sería la de una empresa que congelase o disminuyese el sueldo de todos los trabajadores de su plantilla, por el hecho de que una de sus plantas o factorías viniese funcionando deficientemente: La diversidad (W) de destinatarios sobre los que tendría efecto dicha medida (los trabajadores de todas las factorías) sería alta en relación con el objetivo de la misma, lo cual determinaría un importante grado de resonancia entrópica, nociva, sin duda, para la empresa a medio plazo.

Bajo la misma filosofía, una negociación colectiva global, en la que se pretendan fijar de forma general unas condiciones salariales igualitarias, será asimismo un hecho entrópico, en mayor medida cuanto más colectiva o general sea la negociación (mayor será W), esto es, cuanto mayor sea la diversidad de tipos de empresas, de tamaños, de estructuras de propiedad, de ubicación geográfica, de subsectores de actividad, etc, que entren en la negociación, puesto que ello creará un alto grado de desorden o de disparidades, en lugar de la igualdad buscada. En esta situación, al llegar a establecerse unos estándares o patrones igualitarios, ello, en primer lugar, ofrecerá argumentos a la baja a aquellos empresarios que por los resultados obtenidos hubieran podido proporcionar mejores condiciones a sus trabajadores; en sentido contrario, se estará forzando al alza a algunas empresas hasta el punto de que no puedan generar el mínimo cash-flow para invertir y así mantener las plantillas a medio plazo. Esta entropía económica, disfrazada de igualitarismo social, no es el mejor exponente, a nuestro juicio, de la capacidad e inteligencia que se le supone al ser humano para resolver problemas técnicos en la optimización de la eficiencia microeconómica.

Con una orientación similar a la señalada, ya dentro del terreno de las retribuciones laborales, una forma de disminuir la entropía o desorden evolutivo a este respecto, será la implantación progresiva y creciente de una parte en las retribuciones que tenga un carácter variable, esto es, asociada al nivel de outputs que se puedan generar, bien en el puesto de trabajo, o bien, a nivel general, en la empresa. La justificación entrópica de esta cuestión radica en que los sueldos o retribuciones fijos viene a suponer, lógicamente, unas cargas o costes fijos para la empresa, o lo que es lo mismo, unos inputs que al devengarse de forma cierta e independiente del nivel de outputs, no pueden adscribirse causalmente a los mismos, luego constituyen inputs cuyos outputs no se pueden concretar de forma específica, entendiéndose, o bien que los correspondientes outputs son cero (entropía infinita), o bien que son muy numerosos (la generalidad de los outputs de la empresa), lo que hace que el grado de entropía económica (por ser W tan alta) sea en cualquier caso bastante grande.

Podríamos, en fin, poner otros muchos ejemplos respecto al gran número de decisiones entrópicas que pueden existir en el terreno económico. Pero en todo caso baste señalar que el objetivo último de las líneas anteriores, no es otro, en el fondo, que reivindicar en alguna medida para la realidad económica la utilización de algunos de los planteamientos analíticos -tan seculares como universales- que sobre la realidad física o natural vienen aplicando otras disciplinas científicas, lo cual puede conducirnos -tal como se ha razonado en nuestra pequeña y temeraria incursión en los planteamientos de la física- a una política económica en la que tengan mayor peso las medidas microeconómicas, más difíciles técnicamente de adoptar y de implantar en un principio, pero más nobles, con menos impurezas entrópicas, y con una mayor aportación de orden, y por tanto de eficiencia, al sistema económico en su conjunto.

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