Fecha
Autor
Juan Manuel Kindelán (Vicepresidente Fundación Gómez Pardo)

Residuos radioactivos

Hace casi un año informábamos que la Eurocámara votaba a favor de incrementar las exigencias de seguridad para los residuos radioactivos, al tiempo que respaldaba una decisión marco sobre el incremento de los créditos Euratom para financiar el desmantelamiento y la mejora de la seguridad de las instalaciones nucleares.
De un modo práctico, los residuos radiactivos pueden dividirse en residuos de "larga vida", que presentan peligros potenciales importantes para la biosfera durante milenios, y residuos de "vida corta" cuya peligrosidad es más limitada en el tiempo (menos de 300 años). El volumen de residuos radiactivos de corta vida es mucho mayor que el de los de vida larga (del orden de 25 veces más), aunque, por contra, estos últimos contienen el 99% de la actividad radiactiva total. Los residuos radiactivos de larga vida se almacenan actualmente con soluciones tecnológicas que tienen el carácter de provisionales, pero que no plantean problemas de seguridad que no sean fácilmente solubles.

Parece importante añadir que existe el convencimiento científico y técnico de que los residuos de alta actividad se podrán almacenar definitivamente en condiciones seguras aunque, para garantizarlo durante largos períodos de tiempo y disipar las dudas de la opinión pública, será preciso avanzar todavía más en estudios e investigaciones que aumenten el conocimiento de datos empíricos para garantizar la viabilidad de las soluciones planteadas.

Por otra parte, el combustible gastado de las centrales nucleares puede ser gestionado como un residuo de larga vida (ciclo abierto), o bien ser reprocesado a fin de separar el uranio y el plutonio contenidos en él y poder reutilizar estos elementos para fabricar combustible nuevo (ciclo cerrado). En ambas opciones, ciclo abierto o ciclo cerrado, aparecen radio nucleidos de alta actividad y larga vida, cuyo almacenamiento definitivo tiene una problemática análoga en los dos casos.

Hay que recordar, finalmente, que la comunidad científica trabaja en el desarrollo de las técnicas de transmutación de elementos radiactivos de vida larga, con la pretensión de convertir estos radio nucleidos en otros de corta vida. Esta línea de tratamiento del problema se encuentra en una etapa de incipiente investigación y estudio de viabilidad; en todo caso, los planteamientos en los que se basa permiten afirmar que, si se llegara a una solución aplicable, se reduciría sensiblemente la cantidad de residuos de vida larga, pero no se podría eliminarlos completamente. Cualquiera que sea el modo de gestión que se contemple, al final será preciso disponer de un almacenamiento en capa geológica profunda.

Debemos tener en cuenta que el criterio de riesgo no es sencillo de explicar y tampoco es fácil transmitir a la opinión el mensaje acerca de cual es la seguridad exigible. En las evaluaciones de riesgos influyen muchos factores técnicos que realmente son de difícil comprensión y, por tanto, de aceptación para el público en general. El criterio de riesgo usado subconscientemente por la gente varía mucho, de forma que a veces se aceptan cosas con niveles de riesgo relativamente altos, como es el caso del automóvil, mientras que se cuestiona la seguridad de cualquier instalación relacionada con la energía nuclear, para la que el riesgo calculado es mucho menor. Por ello es de gran importancia tomar en cuenta cual es el riesgo percibido además del calculado.

El rechazo implícito entorpece seriamente tanto las posibilidades de puesta en marcha de aquellas soluciones técnicas conocidas y probadas (almacenamiento temporal), como el desarrollo tecnológico de aquellas que aún requieren mayor investigación. Es un círculo vicioso en que la cuestión social dificulta la solución técnica, y la falta de referencias a nivel industrial es utilizada para exacerbar la actitud social de rechazo.

Hay que insistir, en todo caso, en la necesidad de determinar lo más posible, los parámetros que inciden en la emigración de los nucleidos en la roca huésped, de modo que se pueda extrapolar esta magnitud a largo plazo. En varios países (EE.UU., Francia, Suiza, Bélgica, Suecia, Japón), al contrario de la oposición provocada en España frente a los proyectos de ENRESA, existen instalaciones subterráneas experimentales que permiten incrementar el nivel de conocimientos, sin condicionar la decisión de instalar en el mismo lugar un futuro almacenamiento.

Hay países, sin embargo, que por una mayor madurez social y política, que entraña más respeto de la opinión por la ciencia, las autoridades elegidas y el sistema judicial, han avanzado más en la solución del problema. Entre ellos son patentes los casos de Suecia y Finlandia, donde existen municipios que aceptan a priori el almacenamiento y donde los planes de desarrollo de los mismos se encuentran avanzados.

Otros, como quizá Francia, Estados Unidos y Japón, tienen una opinión pública más acostumbrada a acatar los principios de la "legalidad republicana" y tendrán menos dificultades que otros, aunque no sin encontrar serias resistencias. En ellos, cabe destacar, por otra parte, esfuerzos enormes de investigación y desarrollo que van afinando las respuestas que deben darse a los problemas de riesgo futuro que se plantean.

Actualmente pueden citarse algunas líneas de investigación que preocupan y ocupan a los científicos relacionados con estos problemas:

- Modelización del comportamiento del contacto bentonita-hormigón, en la zona del cierre del almacenamiento.

- Mantenimiento de la baja permeabilidad de la arcilla a lo largo de milenios.

- Parámetros que gobiernan la lenta emigración de nucleidos en la roca huésped.

- Conocimiento de las capas geológicas favorables, fallas, neotectónica.

- Avances en el conocimiento experimental de los fenómenos de transmutación.

- Estudio de diversos blancos de transmutación.

- Incrementar la comprensión de las características de la barrera de arcilla y su evolución con el tiempo, mejorando el conocimiento de los procesos termohidromecánicos.

- Aumento de la capacidad predictiva de los modelos actuales, evaluando el impacto en la zona alterada por la excavación.

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