Fecha
Autor
Xavier Pujol Gebellí

Un par de árboles para el jardín

El sistema de ciencia y tecnología español suele compararse a menudo con un jardín. De él se dice que condiciones no le faltan y que, con algo de abono, agua y unas buenas tijeras, alcanzaría un estado excelente. El tema está en ver si le vendrían bien un par de árboles.<br>
La comparación del sistema español con un jardín parece más que adecuada. Entre otras razones, porque lo aleja de la imagen de un desierto en el que, por más que uno intervenga, es imposible sacar cosecha alguna. La inexistencia de agua o de condiciones adecuadas del terreno, impediría echar raíces a cualquier tipo de vegetal, aunque éste fuera de excelente calidad y capaz de resistir las condiciones más extremas. También porque la historia demuestra justamente lo contrario: hay terreno para que ni que sea de forma espontánea y en períodos irregulares crezca una planta de frutos excelentes.

La comparación, al menos en el actual estado de las cosas, alejaría también al sistema español de la imagen del jardín asilvestrado, aquel en el que existe una cierta biodiversidad pero que carece de orden suficiente y, por supuesto, de las manos de un jardinero capaz de sacarle rendimiento y, a la par, proporcionarle lucimiento.

Quizás, sólo quizás, esa sería la imagen que se correspondería con el sistema español en los años setenta, cuando la inversión en investigación y desarrollo en relación al PIB se situaba sobre el 0,4% y cuando la distancia con respecto a los países que más se tomaban en serio la investigación y el desarrollo de nuevas tecnologías parecía simplemente insalvable.

La realidad, treinta años después, es afortunadamente otra. Aunque el sistema pueda adolecer de déficits estructurales importantes o incluso de cierta voluntad política, algo que en última instancia no sería achacable a un solo partido político sino a la sociedad en conjunto, lo cierto es que hoy pinta más como un jardín que como un espacio rural descuidado. El porcentaje del PIB, ciertamente lejos del de los países que más invierten, alcanza según el INE (Instituto Nacional de Estadística) el 0,94%. La cifra, a pesar de que continúa siendo modesta, empieza a ser importante por cuanto el propio PIB ha crecido de forma sustancial a lo largo del mismo periodo.

La cuestión, en cualquier caso, es que ahora mismo parace claro que nuestro jardín particular está ya bien asentado. De lo que se trata, pues, es de que luzca y, por tanto, decidir qué forma debe dársele y qué complementos o intervenciones son necesarias para presentarlo al gran concurso de jardines que es la ciencia internacional que se practica hoy día. La opinión de jardineros con experiencia debería ser tenida en cuenta.

LA OPINIÓN DE LOS JARDINEROS

Uno de ellos es, por ejemplo, Joan Massagué, director del programa de Biología Celular en el Memorial Sloan-Kettering Cancer Center de Nueva York y uno de los investigadores más influyentes del mundo en el ámbito de la biomedicina. Massagué, en la actualidad asesor externo del Parque Científico de Barcelona, sostiene en una entrevista concedida a la revista Quark (Universidad Pompeu Fabra de Barcelona) y que se publicará el próximo mes de marzo, que al jardín le bastan "unos retoques aquí y allá, un buen abono y un par de árboles que sobresalgan". Los árboles en cuestión son centros de excelencia dotados de entidad jurídica propia capaces de competir en la escena internacional.

Rolf Tarrach, presidente del CSIC, opina en cambio que los árboles, aunque convenientes, quizás deban esperar ante las dificultades "reiteradas" con que ha topado el sistema para plantarlos y hacerlos crecer. En el mismo número, dedicado monográficamente a 25 años de política científica en España, destaca la necesidad de reforzar los puntos débiles del sistema, lo que sería equivalente a un buen sistema de riego y abonado, y dedicar recursos a "proyectos emblemáticos" en forma de grandes áreas temáticas, programas de investigación, grandes instalaciones o, por qué no, se interroga, centros de excelencia. En última instancia, la puesta en marcha de una agencia independiente de financiación ayudaría, a su entender, a un mejor desarrollo.

Concluye el elenco de jardineros Andreu Mas Colell, actual consejero de Universidades e Investigación en la Generalitat de Cataluña y uno de los pocos miembros españoles de la Academia de Ciencias de Estados Unidos. Más que intervenciones puntuales, el consejero catalán se fija en las grandes series de evolución económica, positivas en la perspectiva de 20 años, a su entender, y en la búsqueda de "fórmulas organizativas innovadoras" sobre las que hacer crecer el sistema de ciencia y tecnología. Por ejemplo, aportando incentivos a las empresas para que inviertan en I+D, promoviendo la existencia de fundaciones, tuteladas o no por la Administración, dedicadas al fomento de la ciencia y de la investigación, o asociaciones entre la academia y la empresa que ayuden a equilibrar los presupuestos público y privado.

Todo ello son tan sólo apuntes que, desmenuzados y analizados en frío, vienen a demostrar que el jardín, aunque pequeño y un tanto descuidado en opinión de los más críticos, existe y además es viable. Es decir, que hay un sistema de ciencia y tecnología que con intervenciones muy meditadas podría alcanzar cotas de calidad equiparables a las de países con un nivel medio-alto en un plazo de tiempo razonable. Los jardineros oficiales sabrán si estos árboles son de buen plantar.

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