Aida Fernández Ríos. Una vida de esfuerzo y alegría.

El pasado 23 de diciembre falleció, atropellada por un coche, mi amiga y colega de trabajo Aida Fernández Ríos. A continuación sigue un artículo que escribí sobre Aida en el periódico Faro de Vigo.

Conozco a Aida desde que era muy pequeño. Probablemente mi primer recuerdo de ella fue en la Alianza Francesa, en el grupo de teatro en el que mi padre, muy aficionado, dirigió algunas obras. Aida comenzó muy joven a trabajar en el Instituto de Investigaciones Pesqueras (ahora Marinas). Muchas veces recordábamos hechos y sucesos que habían tenido lugar en las sedes anteriores, Colegio Alemán y Berbés. Hablábamos del inmenso cormorán, al menos para un niño, que sobre un antiguo aparato blanco de laboratorio vigilaba con sus ojos negros de cristal todo lo que se movía en el distribuidor del Instituto, o los problemas mentales del temible pastor alemán Burón que guardaba la nueva sede de Bouzas, o el repentino fallecimiento de Carmiña. Después quiso el azar y una beca de la Diputación de Pontevedra que yo comenzase a trabajar en el Instituto, en su sede de Bouzas.

Aida comenzó a trabajar en el CSIC muy joven como auxiliar de laboratorio en 1972 y fue compaginando su trabajo con sus estudios, algo extraordinario en aquella época. Así, con un gran tesón, fue progresando en distintos puestos de la escala técnica, estudio la carrera de Biología, obtuvo el doctorado dirigido por el Profesor Fernando Fraga,  y alcanzó por méritos propios el puesto de científico de plantilla. Fue la primera mujer directora del Instituto de Investigaciones Marinas y promocionó hasta el grado más alto en el CSIC, el de Profesora de Investigación.

Los dos habíamos sufrido pérdidas de seres queridos cuando éramos pequeños y por eso creo que nos entendíamos, aunque a veces tuviésemos nuestras diferencias porque los dos teníamos carácter, pero una vez nos decíamos lo que teníamos que decir, volvíamos a disfrutar de nuestra amistad. Recuerdo nuestras risas al recordar como alguien le había criticado después de un muestreo en el mar del que volvíamos juntos porque tomase el sol enfundada en un pudoroso y completo bañador con grandes topos. “Esta muller non ten sentido ningún” me decían; yo pensaba todo lo contrario. También apreciaba y se reía con mis comentarios sobre su chaqueta amarilla, estilo Mao o mandarín, que había comprado en una pequeña boutique en París. Me decía que se la ponía en las reuniones importantes para meterse conmigo.

Aida era una gran luchadora y una gran compañera. Así consiguió publicar en las mejores revistas científicas, incluida Science. Sus trabajos sobre la acidificación del océano como consecuencia de las emisiones de CO2 ayudan a comprender el impacto que esta situación puede tener sobre organismos marinos con conchas calcáreas, como el mejillón, del que Galicia es uno de los mayores productores del mundo y que podría estar en riesgo de sufrir los efectos del descenso del pH en este siglo. De hecho es una de las mayores expertas europeas en este tema.

Este año, Aida, fue nombrada Académica de la Real Academia de Ciencias de Galicia.

Aida era alegría de vivir. En las últimas celebraciones de distintas jubilaciones consiguió que yo, un consumado plantígrado, bailase con ella flamenco y merengue sin que le destrozase los pies. Desprendía y contagiaba energía y alegría.

A ella se le pueden aplicar sin duda las palabras de Santiago Ramón y Cajal uno de nuestros Premios Nobel científicos: “»El azar afortunado suele ser casi siempre el premio del esfuerzo perseverante».

Ojalá nuestros jóvenes científicos se inspiren en el ejemplo de Aida que nunca se dejó vencer por las dificultades. No lo olviden, cuando Aida comenzó no tenía estudios universitarios, cuando su vida se terminó había conseguido todo lo que profesional y humanamente se propuso y eso que tenía el viento en contra.

Publicado en el Faro de Vigo.

Compartir:

Un comentario

  1. Con mucha tristeza me he enterado del fallecimiento de mi buena amiga Aida, todo lo que menciona sobre ella Antonio Figueras es muy cierto. Debo decir, que era todO bonda y alegria e independiente de una excelente investigadora, era muy buena persona.

    Sinceramente, lamento mucho este fatal acontecimiento.

    Isidro
    Embajada de Canada en España

Deja un comentario