Cacharros bajo el mar: la trampa ilegal que amenaza al pulpo gallego

El pulpo no es solo un recurso pesquero en Galicia: es parte de nuestra identidad. Desde las fiestas del pulpo en O Carballiñohasta la tapa improvisada en cualquier bar de puerto, el Octopus vulgaris ocupa un lugar en la memoria colectiva, en la economía y en la cultura popular. Pero, mientras lo celebramos en tierra, bajo el mar se libra otra historia menos festiva: la proliferación de trampas ilegales conocidas como cacharros.

De los cántaros de barro al plástico reforzado

La pesca con recipientes tipo tinaja o cántaro para capturar pulpos es una técnica ancestral en España. El principio es simple: un recipiente opaco, con una única entrada, que imita la madriguera natural donde el pulpo se refugia o deposita sus huevos. Durante siglos se usaron piezas de barro, bien documentadas en la pesquería del Golfo de Cádiz, pero hoy han evolucionado hacia versiones modernas de plástico reforzado, resistentes y baratas, capaces de permanecer años en el fondo marino. 

Un ‘cacharro’ o nasa portuguesa, el útil que los furtivos utilizan para pescar al pulpo y que causa un doble daño a la especie. Se pueden ver los huevos de pulpo. Son los racimos que cuelgan encima del pulpo. ©Gardacostas de Galicia.

Una plaga en cifras

En los nueve primeros meses de 2025, según un artículo publicado en La Voz Dde Galicia, Gardacostas de Galicia retiró 9.286 trampas ilegales del mar, cuatro veces más que en todo 2024. Es un volumen inédito que ilustra un problema creciente: artes prohibidas que capturan pulpos indiscriminadamente, incluidos ejemplares adultos en plena reproducción. 

El ciclo vital del pulpo común lo hace especialmente vulnerable: vive menos de dos años, se reproduce una sola vez y la hembra muere tras cuidar sus huevos, como recoge  la FAO. Cualquier alteración en ese breve periodo se refleja de inmediato en la renovación de la población. 

‘Cacharros’ interceptados en una operación contra un barco portugués a primeros de abril. ©Gardacostas de Galicia.

¿Por qué sí en Cádiz y no en Galicia?

Es difícil justificarlo, pero vamos a intentarlo usando lo que sabemos. En el Golfo de Cádiz, los fondos marinos son blandos y con pocos refugios naturales; allí los potes de barro actúan como madrigueras artificiales y, al ser frágiles y biodegradables, muchos acaban integrándose en el sedimento. En Galicia, por el contrario, los hábitats rocosos y de ría ya ofrecen grietas naturales para el pulpo. Estudios sobre la ecología de madrigueras muestran que las hembras incuban sus huevos dentro de refugios estables y no los abandonan hasta la eclosión , y que refugios artificiales pueden ser ocupados por hembras con puestas . Los cacharros en Galicia podrían funcionar como trampas especialmente atractivas para hembras en incubación, lo que provoca la pérdida directa de cientos o miles de larvas.

Aquí entra en juego la biología del pulpo. El Octopus vulgaris es un animal semélparo, lo que significa que solo se reproduce una vez en su vida: la hembra dedica semanas a ventilar y proteger los huevos y muere poco después de la eclosión (FAO, 2015). Si esas hembras incubadoras quedan atrapadas en cacharros, no solo se pierde a un adulto reproductor, sino también toda su descendencia. Por eso el efecto en Galicia es especialmente grave.

La gestión pesquera también marca la diferencia. En Cádiz, el pote es el eje histórico de la pesquería y su esfuerzo está ordenado en torno a este arte. En Galicia, en cambio, la pesquería tradicional es con nasa, con un esfuerzo ya muy elevado y cerca del límite de sostenibilidad. Permitir cacharros equivaldría a añadir un segundo arte superpuesto sobre la misma población de pulpo, sin capacidad de trazabilidad ni sanción, ya que la mayoría de los decomisados carecen de identificación. A esto se suma un factor ambiental: mientras que en Cádiz los potes son de barro, en Galicia predominan los cacharros modernos de plástico reforzado, duraderos y contaminantes, que además de capturar ilegalmente permanecen en el fondo como basura marina persistente.

Lo intenté, pero no lo tengo muy claro.

El pulpo que sorprende a la ciencia

Más allá de la pesquería, el pulpo sigue fascinando a la ciencia y al público. Los cefalópodos poseen la mayor relación cerebro-cuerpo entre los invertebrados, y Octopus vulgaris muestra notables capacidades cognitivas: desde la resolución de problemas y el aprendizaje e incluso diferencias de personalidad entre individuos. Un pariente cercano, la sepia, ha demostrado autocontrol en experimentos que recuerdan al famoso “test de la golosina” en niños. Estos hallazgos subrayan una paradoja: el mismo animal que asociamos a la fiesta gastronómica también es protagonista en los laboratorios como ejemplo de inteligencia y complejidad biológica.

Realidad pesquera actual

La pesquería de pulpo en Galicia atraviesa una situación delicada. En 2025 se aplicó una veda excepcional de tres meses para dar un respiro a la población, medida recogida por la prensa nacional y local. En paralelo, los operativos contra el furtivismo se han intensificado: por ejemplo, entre Cabo Silleiro y A Guarda se decomisaron más de 2.000 nasas y cientos de kilos de pulpo.  La Guardia Civil liberó aproximadamente 265 kg de pulpos vivos capturados usando trampas ilegales en Santoña (Cantabria).

Mirando hacia adelante

La gestión sostenible no es una quimera: existen ejemplos que funcionan, como la pesquería de pulpo del occidente de Asturias certificada con el sello MSC, que combinó vedas estacionales, límites estrictos de nasas y tallas mínimas. La experiencia demuestra que el camino pasa por basarse en la evidencia científica, garantizar la trazabilidad del producto y reforzar la conciencia ciudadana. Si queremos seguir disfrutando del pulpo a feira sin hipotecar el futuro, conviene recordar que cada ejemplar capturado ilegalmente implica mucho más que un plato en la mesa: es un golpe al ecosistema, a la economía local y a la herencia cultural que une a Galicia con el mar.

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