Federico Cantero Villamil, un gran inventor español rescatado del olvido.

El primer tercio del siglo XX fue un período de gran actividad intelectual en España, tanto cultural como científica, en este último aspecto podemos citar como ejemplos a Leonardo Torres Quevedo, Ramón y Cajal y Juan de la Cierva, por citar sólo algunos de ellos. Pues bien, en este entorno tan favorecedor para la actividad innovadora, debemos encuadrar la figura de Federico Cantero Villamil (1874-1946),  que ha permanecido olvidada hasta que Federico Suárez Caballero en colaboración con su nieta Isabel Díaz de Aguilar Cantero, publicó en 2006 el libro “Federico Cantero Villamil. Crónica de una voluntad. El hombre, el inventor” rescatando del olvido su trayectoria.

Federico nace en Madrid en 1874, hijo de un ingeniero industrial que había sido contratado para dirigir la línea de ferrocarril de Medina del Campo a Zamora. Con 22 años (1896) Federico terminó sus estudios en la Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de Madrid con el número uno de la promoción. A continuación, se trasladó a Zamora donde  durante unos años se ocupó de la explotación del río Duero, aguas debajo de Zamora. Fue responsable de la dirección facultativa del salto de San Román, de la dirección de la línea de ferrocarril Medina del Campo a Zamora (1905-1918), de la realización del proyecto de la línea ferroviaria de Zamora a Orense, de la dirección técnica de dos talleres mecánicos, de una fábrica de hielo y de la dirección de los laboratorios químicos Menvior. Sus escasos tiempos libres los dedicaba a la aeronáutica. Durante una visita a la Exposición universal de Paris de 1900 adquirió un taller con maquinaria de precisión que instala en Zamora y se esfuerza en el diseño de hélices o “alas giratorias” con las que dotar a un aparato que denomina como “carro volador”. Federico pretendía construir un aparato volador en el que las alas fueran sustituidas por hélices horizontales. Justo en esos años, el ruso Sikorsky investigaba en la misma dirección, aunque tuvo la suerte de emigrar a Estados Unidos, donde recibió el apoyo que le faltó a Federico.

Fue un inventor de un gran número de patentes. En el archivo histórico de la OEPM ha sido posible identificar 33 documentos de  patente en las que figura como inventor, desde 1910 a 1945. La primera patente, de  fecha de solicitud 13/06/2010, tiene como título “un procedimiento e idea para producir la sustentación de cuerpos y aparatos en el aire y si se quiere a la vez la propulsión. Ambas cosas a un tiempo o separadamente. Por medio de ruedas especiales de una o unas paletas articuladas móviles inclinadoras gradualmente siguiendo la variación y forma que se explica”. Indudablemente las normas de la época en relación con los títulos de las patentes diferían considerablemente de las actuales.

Algunas de sus invenciones fueron también protegidas en el extranjero, como muestra esta patente británica de número GB191312869 :

 En 1922 y tras fijar su residencia en Madrid construye el prototipo denominado “Libélula Viblandi”, nombre derivado de Villamil y sus colaboradores Blanco y Diaz. Sin embargo, en 1936, el estallido de la guerra civil hizo que se interrumpieran los trabajos y ensayos. Sin embargo, no hay pruebas de que el prototipo llegara a volar.

 

Libébula Viblandi (wikipedia)

En los últimos años de su vida, su interés se dirigió hacia los motores a reacción, como se observa en los siguientes documentos: