31.05.2016
Frente a la letanía tan pesada que asegura que en España nunca ha habido ni científicos ni ciencia, la realidad nos muestra que sí, que los ha habido pero que no lo sabemos. En estas mismas páginas hay una buena colección de científicos a los que negamos, por ignorancia. Santiago Ramón Cajal, esa gloria nacional, ayudó a propagar esa idea con su frase sobre el carro de España y la rueda de la ciencia, pero su propia figura le desmiente. Cajal fue quien fue debido, claro, a su férrea voluntad y a su inteligencia, sí, pero también gracias a que Aureliano Maestre de San Juan le enseñó a mirar por un microscopio, a que la Diputación de Zaragoza le regaló uno, a que Luis Simarro, que se había formado en París, le enseñó a tintar... Es decir, tuvo maestros y tuvo ayudas. Decía Laín Entralgo -<em>Cajal por los cuatro costados</em>- que pensar en el histólogo como un milagro nos exime de la responsabilidad de trabajar más en ciencia porque los milagros son irrepetibles, pero que Cajal no era un milagro, era el producto de muchas circunstancias.