Nuevamente, como lo del monstruo del Lago Ness que unos días está y otros no, resucita el  relleno de la Ría. A todos, parece ser que incluso a las empresas, nos gusta disfrutar de un tiempo cerca del mar. Por eso la presión humana sobre la costa crece sin parar. Y eso es sobre lo que vemos, pero lo que queda bajo la superficie del mar y no se puede ver, parece que no existe. De hecho los ecosistemas costeros se destruyen diez veces más rápido que las selvas.


¿Son realmente necesarios los rellenos?

Como decimos los gallegos, depende.

Lo que sí es cierto es que seguro que si se hacen es necesario que haya un estudio de impacto serio y real y que las obras se lleven a cabo con todas las medidas de prudencia necesarias para que su influencia sobre el ecosistema litoral sea mínima. Por cierto, siempre me ha llamado la atención, la escasez o ausencia de trabajos de biólogos en estos estudios de impacto.

Indudablemente en estas actuaciones hay que valorar las ventajas e inconvenientes. Es curioso que nos preocupe la biodiversidad universal y que, a veces, no valoremos el impacto que este tipo de actuaciones tienen sobre la biodiversidad doméstica. Nadie se opone a actuaciones en el litoral siempre que sean necesarias y que la actuación sea lo menos agresiva posible.

Claro que antes del impacto hay que evaluar su necesidad. Esta es la pregunta tan simple que todos nos hacemos y ya llevamos tiempo intentando encontrar la respuesta entre todos. ¿Todas las empresas que actualmente están en la zona portuaria necesitan estar ahí? ¿Donde están esos datos sobre espacio y necesidad imprescindible de ocupación? En la era del ordenador personal una gráfica de quesitos no vendría nada mal para ayudar a comprender este problema.

La realidad es que el 44% de la población española vive en municipios costeros o aledaños. Este espacio ocupa apenas un 7% del territorio que además sufre cada año la afluencia estacional de millones de turistas. Esa presión, combinada con el gran desarrollo urbanístico que se ha venido sucediendo las últimas décadas ha convertido a la costa española en una sucesión de hormigón sin apenas respiro. Y la Ría de Vigo no escapa a esta presión. Y los rellenos influyen. Ya me lo dirán cuando podamos recorrer la ensenada de San Simón a lo Moisés. Vale esto es un poco exagerado pero revisen las imágenes de la Ría y como ha cambiado la cosa en poco tiempo.

Lo peor es que estas obras se hacen en unos años y sus efectos duran muchos más. Es curioso, la Naturaleza funciona en miles o millones de años y nosotros la modificamos, comparativamente, en segundos.

¿Realmente el futuro del puerto está en el interior de la Ría de Vigo?

Este artículo fue publicado en el Faro de Vigo el 13.4.08.

Por desgracia, lo que describo se puede aplicar a muchos otros lugares del mundo.


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