Declarado por la ONU Año Internacional de la Biodiversidad, 2010 no será recordado, al menos en España, por una mayor sensibilización hacia la defensa de la naturaleza, sino por nuestras históricas victorias deportivas. No obstante, desde el próximo día 8 y hasta el domingo 21 se celebrará la X edición de la Semana de la Ciencia que, curiosamente, son dos semanas llenas de actividades para todos los gustos y públicos...
Según la cada vez más sabia Wikipedia, el epitelio es el tejido formado por una o varias capas de células unidas entre sí, que recubren las superficies libres del organismo y constituyen el revestimiento de cavidades, órganos y piel, así como mucosas y glándulas...
El término “célula madre” es relativamente reciente, independientemente de la aceptación que haya podido tener entre propios y extraños. No obstante, terapias celulares basadas en la pluripotencia de este material biológico se están llevando a cabo de forma rutinaria desde mediados del siglo pasado. Dos grandes polos de investigación, en ocasiones enfrentados, constituyen la base de la medicina regenerativa que firmemente pretende traducirse en innovadoras terapias en humanos: aquellos grupos centrados en el estudio de células madre denominadas adultas -cuyos resultados se están extrapolando con éxito en tratamientos clínicos-, y los encaminados a desentrañar los misterios de la pluripotencia de las células madre de origen embrionario –todavía sin aplicación en biomedicina debido, entre otras cosas, al recelo que por motivos religiosos, que no bioéticos, ha suscitado en la Administración de muchos países. Entre ambos polos podríamos, tentativamente, situar las investigaciones llevadas a cabo con células madre derivadas de cordón umbilical, fetales o, incluso, germinales...
Un año más, para disgustos de unos y regocijos de otros, se han fallado los premios Nobel 2010. Por supuesto, no es el propósito del presente artículo describir todos y cada uno de ellos –el de literatura, por ejemplo, lo encuentro muy cercano culturalmente hablando-. Ni siquiera haré un monográfico con aquellos que premian investigación y, en ocasión, vidas enteras dedicadas a la ciencia: Fisiología o Medicina, Química y Física –en este orden para no dar pie a chascarrillos con cierto programa televisivo-. Sí quería, por lo menos, rendir un profundo y sincero homenaje a los ganadores del máximo reconocimiento que hoy día puede recibir un científico en las tres áreas a concurso –con el permiso de la Medalla Fields de Matemática-...
A pesar de estar hablando de la segunda mitad del siglo pasado y de uno de los países más desarrollados de la época, las condiciones en las que se desenvolvían las mujeres científicas distaban mucho de ser las que hoy día consideramos mínimamente aceptables. Existían, y eso que hablamos del King’s College de Cambridge, salas de café reservadas exclusivamente para hombres. Por otra parte, Watson, a pesar de deberle gran parte de su éxito, se refiere a Franklin como “Rosy” y lo único que parecía preocuparle de ella era “¿cómo sería si se quitase las gafas e hiciese algo distinto con su cabello?” Años más tarde, demasiado tarde, admitiría muchos de sus errores y comprendió “las luchas a las que debe enfrentarse una mujer inteligente”. Sin embargo, como solía decir mi abuela, “la cabra tira pal monte”, y en su último libro de divulgación científica, “ADN”, escribió sobre Rosalind Franklin en los siguientes términos: “Franklin era una científica obsesivamente profesional. Lógica y precisa, era impaciente con los que actuaban de otra manera y era dada a las opiniones duras. En una ocasión tildó a su director de tesis doctoral de estúpido, intolerante, mentiroso, maleducado y tiránico... A veces, al final de un duro día de trabajo, cambiaba la bata por un elegante vestido de noche y desaparecía en la oscuridad”. Cuesta mucho imaginarse a Watson describir en tales términos a compañeros varones, aunque cambiáramos lo del “elegante vestido de noche” por “elegante traje y corbata”. Además, en el libro mencionado anteriormente deja patente su apoyo en todo momento a Wilkins en su lucha sin cuartel contra Franklin. Por desgracia, aunque por morbosa suerte para Watson, Crick y Wilkins, Rosalind Franklin moriría en 1958 en Londres, a la edad de 37 años, cuatro antes de la entrega del Nobel en Fisiología y Medicina a sus tres compañeros. Como norma, la Comisión Nobel no ofrece un mismo premio a más de tres personas. Si Franklin no hubiera muerto, el propio Watson se plantea el dilema de ¿a quién habría dejado fuera del Nobel la Academia sueca? Una posible solución hubiera sido que Wilkins y Franklin hubieran compartido el premio en Química. Otro dato triste, por si acaso no ha quedado convenientemente reflejada la misoginia de la época, es que el nombre de Rosalind Franklin no apareció en ningún momento de la entrega de los Premios Nobel de aquel momento. Por último, y para poner una nota humana a todo este despropósito, Francis Crick y su esposa, Odile, acabaron siendo muy amigos de Rosalind. Tras varias operaciones que no consiguieron reducir el cáncer que padecía, la brillante química-física convaleció en Cambridge junto al matrimonio Crick hasta poco antes de su muerte. Fuera como fuese, el descubrimiento de la doble hélice reveló una drástica realidad para muchos religiosos de la época: “La vida sólo era cuestión de física y química, aunque extraordinariamente organizada”.
Constantemente recorre nuestro cuerpo miles de moléculas implicadas en la transmisión de información que conectan unos sistemas con otros: hormonal, neuronal o inmune. Estas moléculas, hormonas, citoquinas, factores varios o neurotransmisores hacen que nuestro organismo sea una entidad particular y personal. Uno de esos neurotransmisores, el principal excitatorio cerebral, es el glutamato...
Seguro que a estas alturas todos ustedes saben en qué consiste la famosa Noche en Blanco. Como su nombre indica, una noche al año y en diferentes ciudades españolas se pone al alcance de todos los públicos diferentes actos culturales: teatro, cine, museos, actuaciones callejeras. Todo un despliegue nocturno al servicio de los amantes del arte y la cultura. Sin embargo, la palabra cultura es mucho más amplia. Estoy pensando, como podrán adivinar, en la Cultura Científica, algo poco destacable en las noches veraniegas. hasta ahora...
Todavía recuerdo aquella tienda pequeña, rebosante de olores a repostería barata y de palmeras de chocolate y donuts que hacía las delicias de mis recreos escolares. Aunque no es que haya llovido mucho desde entonces, al menos en España, si es cierto que esta situación podría cambiar tras entrar en vigor la nueva Ley de Seguridad Alimentaria y Nutrición cuyo proyecto, con unos 70 artículos, acaba de ver luz verde en el Consejo de Ministros...
No puedo negarles lo mucho que disfruto leyendo a titanes de la divulgación científica como Stephen Jay Gould, José Manuel Sánchez Ron -con cuyo “El Poder de la Ciencia” estoy disfrutando actualmente- o Richard Dawkins, y su último libro, “El Espejismo de Dios”, claramente posicionado en un ateísmo profundo –muy bien documentado, eso sí-, el cual va a encontrar en el próximo libro de otro monstruo, con perdón, de la ciencia y su divulgación, Stephen Hawking, un decidido aliado...
En 1943 moría de hambre en la cárcel de Saratov el gran genetista y botánico ruso Nikolai Ivanovich Vavilov. En 2010, Año Internacional de la Biodiversidad, uno de los logros conseguidos por Vavilov, la Estación Experimental Pavlovsk, que alberga más de 5000 variedades de cultivo, corre el riesgo de desaparecer para transformar el terreno en viviendas...