Las cartas íntimas de Crick

A pesar de estar hablando de la segunda mitad del siglo pasado y de uno de los países más desarrollados de la época, las condiciones en las que se desenvolvían las mujeres científicas distaban mucho de ser las que hoy día consideramos mínimamente aceptables. Existían, y eso que hablamos del King’s College de Cambridge, salas de café reservadas exclusivamente para hombres. Por otra parte, Watson, a pesar de deberle gran parte de su éxito, se refiere a Franklin como “Rosy” y lo único que parecía preocuparle de ella era “¿cómo sería si se quitase las gafas e hiciese algo distinto con su cabello?” Años más tarde, demasiado tarde, admitiría muchos de sus errores y comprendió “las luchas a las que debe enfrentarse una mujer inteligente”. Sin embargo, como solía decir mi abuela, “la cabra tira pal monte”, y en su último libro de divulgación científica, “ADN”, escribió sobre Rosalind Franklin en los siguientes términos: “Franklin era una científica obsesivamente profesional. Lógica y precisa, era impaciente con los que actuaban de otra manera y era dada a las opiniones duras. En una ocasión tildó a su director de tesis doctoral de estúpido, intolerante, mentiroso, maleducado y tiránico... A veces, al final de un duro día de trabajo, cambiaba la bata por un elegante vestido de noche y desaparecía en la oscuridad”. Cuesta mucho imaginarse a Watson describir en tales términos a compañeros varones, aunque cambiáramos lo del “elegante vestido de noche” por “elegante traje y corbata”. Además, en el libro mencionado anteriormente deja patente su apoyo en todo momento a Wilkins en su lucha sin cuartel contra Franklin. Por desgracia, aunque por morbosa suerte para Watson, Crick y Wilkins, Rosalind Franklin moriría en 1958 en Londres, a la edad de 37 años, cuatro antes de la entrega del Nobel en Fisiología y Medicina a sus tres compañeros. Como norma, la Comisión Nobel no ofrece un mismo premio a más de tres personas. Si Franklin no hubiera muerto, el propio Watson se plantea el dilema de ¿a quién habría dejado fuera del Nobel la Academia sueca? Una posible solución hubiera sido que Wilkins y Franklin hubieran compartido el premio en Química. Otro dato triste, por si acaso no ha quedado convenientemente reflejada la misoginia de la época, es que el nombre de Rosalind Franklin no apareció en ningún momento de la entrega de los Premios Nobel de aquel momento. Por último, y para poner una nota humana a todo este despropósito, Francis Crick y su esposa, Odile, acabaron siendo muy amigos de Rosalind. Tras varias operaciones que no consiguieron reducir el cáncer que padecía, la brillante química-física convaleció en Cambridge junto al matrimonio Crick hasta poco antes de su muerte. Fuera como fuese, el descubrimiento de la doble hélice reveló una drástica realidad para muchos religiosos de la época: “La vida sólo era cuestión de física y química, aunque extraordinariamente organizada”.

Todavía recuerdo el escalofrío que sentí aquella tarde de verano del 92 cuando, junto a mi compañero, el doctor Juan Pedro López-Bote, comprobé cómo aquella vacuna formada por un virus recombinante protegía de sufrir artritis a unas pequeñas ratitas blancas de la cepa (raza) Lewis. La vacuna, que posteriormente comprobamos que también era efectiva una vez inducida la enfermedad, estaba constituida por el virus de la vacuna, también llamado Vaccinia y que es un pariente lejano del de la viruela, al que le introdujimos en su genoma la secuencia de una proteína bacteriana sospechosa de estar involucrada en el inicio (etiología) y desarrollo de la artritis en rata y, por extensión, en la artritis reumatoide humana.

Midiendo el desarrollo de la artritis en patas y cola comprobamos cómo aquellas ratas tratadas con nuestra vacuna apenas sufrían artritis, y aquellas que sí la padecían, tenían un cuadro mucho más suave, con remisión de la inflamación en mucho menos tiempo. Este trabajo constituyó la investigación de la que todavía hoy me siento más orgulloso. Al escalofrío de emoción inicial le siguió la publicación de dos interesantes artículos en revistas prestigiosas internacionales (Infection and immunity y Arthritis and Rheumatism). Poco después de estos resultados tuve, por motivos académicos, que abandonar el proyecto e irme a Heidelberg (Alemania) a realizar un “Postdoc”  como investigador senior al Centro Alemán de Investigaciónes Oncológicas (DKFZ ó Deutsches Krebsforschungszentrum, para quien se atreva a leerlo…). Sin embargo, aquellos resultados obtenidos y publicados en 1993 y 1994 perduraron en el tiempo hasta el punto de que, casi una década más tarde, uno de los más prestigiosos inmunólogos del mundo, el doctor Irun R. Cohen del Instituto Weizmann de Israel, envió a un becario hasta mi laboratorio para hacerse con una muestra de nuestro virus recombinante. Curiosamente, y esto es ya otra historia que merecería publicarse en otro sitio (un juzgado de guardia, por ejemplo…), poco después de la visita de aquel becario en el 2002, aparece un artículo en una de las revistas más importantes de inmunología, Journal of Immunology, con el título y el contenido del artículo casi idéntico a nuestro trabajo realizado diez años atrás. Lo más gracioso del tema, por llamarlo de alguna forma, es que al contactar con el doctor Cohen para pedirle explicaciones de por qué ni siquiera hace referencia a nuestro trabajo, siendo obvio que lo había seguido con sumo detalle, me despachó con un “lo siento muchísimo, fue un despiste de nuestro editor”. Según este individuo, al quitarse una frase del texto se borró, por casualidad, la referencia a nuestro trabajo. Me imagino que el hecho de que el último firmante del artículo fuera Irun Cohen dio confianza a los editores del J. of Immunology que no comprobaron si ya existía un trabajo similar publicado con anterioridad. Lo más curioso de todo es que, a día de hoy, la teoría que motivó nuestro trabajo en 1990, donde implicábamos a la proteína de la bacteria Mycobacterium tuberculosis, utilizada en la elaboración de nuestra vacuna, en la etiología de la artritis reumatoide ha perdido todo interés y credibilidad. Cosas de la ciencia…

¿Por qué toda esta “batalla”? Principalmente, para ilustrar dos aspectos de la ciencia; por un lado, la lucha continua que supone conseguir el reconocimiento de la colectividad científica internacional. Por otra parte, para reflejar la satisfacción que supone ser consciente de haber dado un paso importante en la consecución del conocimiento universal. Este último aspecto justifica con creces lo acontecido un 28 de febrero de 1953 en la ciudad de Cambridge. En el pub The Eagles, los clientes, en su mayoría investigadores del cercano y prestigioso laboratorio Cavendish, asistieron a la revelación que cambiaría el futuro de la biología: dos jóvenes científicos con aspecto algo desaliñado entraron en dicho local y uno de ellos, Francis Harry Compton Crick, manifestó “a grito pelado” “Hemos encontrado el secreto de la vida”… Con este anuncio algo pretencioso del exfísico experto en minas magnéticas, como demostró durante la segunda guerra mundial, arrancó la breve historia contemporánea en biología molecular. El descubrimiento científico -que mostraba cómo dos hebras complementarias constituidas por uniones específicas de unos monómeros denominados Nucleótidos, se unían formando una doble hélice- se publicó el 25 de abril de 1953 como una breve nota en la prestigiosa revista científica Nature. Curiosamente, esta misma revista publica hoy mismo una treintena de cartas y otros documentos del laureado biólogo molecular -más tarde convertido en neurobiólogo en el Instituto Salk para Estudios Biológicos de la Universidad de San Diego, California- que revelarían la lucha sin cuartel (y sin escrúpulos) para alcanzar el reconocimiento mundial de su trabajo –aunque para ello fuera preciso “tomar prestados” resultados de otros científicos, de otros compañeros y compañeras-.

Watson y Crick
Watson y Crick

Junto a Crick, firmaba dicha nota su jovencísimo compañero (25 primaveras…) James Dewey Watson. Apoyando el descubrimiento, presentaron en ese trascendental número de Nature dos artículos más extensos Maurice Hugh Frederick Wilkins y Rosalind Elsie Franklin, de la Universidad de Cambridge. Wilkins, colaborador directo de Watson y Crick, compartiría con ellos la fama del premio Nobel otorgado nueve años más tarde. En cuanto a la malograda Rosalind Franklin, la suya es una página más de las injusticias que la historia ha cometido con las mujeres de ciencia; fue la autora de la vital Figura 51, fotografía de rayos X de la forma B del ADN que mostraba claramente el patrón regular de lo que acabó manifestándose como una doble hélice. Esta figura, junto con otra que mostraba la forma A, fue clave para el éxito en el establecimiento del modelo molecular de ese ADN. Sin embargo, Franklin tuvo que cargar con el menosprecio de su compañero, Wilkins. Éste, sin el consentimiento de su autora, mostró los resultados de difracción de rayos X a Watson y Crick y colaboró con ellos, que no hicieron un solo experimento, hasta conseguir dejar a Rosalind en un segundo plano.

Rosalind Franklin
Rosalind FranklinFotografía 51Fotografía 51

A pesar de estar hablando de la segunda mitad del siglo pasado y de uno de los países más desarrollados de la época, las condiciones en las que se desenvolvían las mujeres científicas distaban mucho de ser las que hoy día consideramos mínimamente aceptables. Existían, y eso que hablamos del King’s College de Cambridge, salas de café reservadas exclusivamente para hombres. Por otra parte, Watson, a pesar de deberle gran parte de su éxito, se refiere a Franklin como “Rosy” y lo único que parecía preocuparle de ella era “¿cómo sería si se quitase las gafas e hiciese algo distinto con su cabello?” Años más tarde, demasiado tarde, admitiría muchos de sus errores y comprendió “las luchas a las que debe enfrentarse una mujer inteligente”. Sin embargo, como solía decir mi abuela, “la cabra tira pal monte”, y en su último libro de divulgación científica, “ADN”, escribió sobre Rosalind Franklin en los siguientes términos: “Franklin era una científica obsesivamente profesional. Lógica y precisa, era impaciente con los que actuaban de otra manera y era dada a las opiniones duras. En una ocasión tildó a su director de tesis doctoral de estúpido, intolerante, mentiroso, maleducado y tiránico… A veces, al final de un duro día de trabajo, cambiaba la bata por un elegante vestido de noche y desaparecía en la oscuridad”. Cuesta mucho imaginarse a Watson describir en tales términos a compañeros varones, aunque cambiáramos lo del “elegante vestido de noche” por “elegante traje y corbata”. Además, en el libro mencionado anteriormente deja patente su apoyo en todo momento a Wilkins en su lucha sin cuartel contra Franklin. Por desgracia, aunque por morbosa suerte para Watson, Crick y Wilkins, Rosalind Franklin moriría en 1958 en Londres, a la edad de 37 años, cuatro antes de la entrega del Nobel en Fisiología y Medicina a sus tres compañeros. Como norma, la Comisión Nobel no ofrece un mismo premio a más de tres personas. Si Franklin no hubiera muerto, el propio Watson se plantea el dilema de ¿a quién habría dejado fuera del Nobel la Academia sueca? Una posible solución hubiera sido que Wilkins y Franklin hubieran compartido el premio en Química. Otro dato triste, por si acaso no ha quedado convenientemente reflejada la misoginia de la época, es que el nombre de Rosalind Franklin no apareció en ningún momento de la entrega de los Premios Nobel de aquel momento. Por último, y para poner una nota humana a todo este despropósito, Francis Crick y su esposa, Odile, acabaron siendo muy amigos de Rosalind. Tras varias operaciones que no consiguieron reducir el cáncer que padecía, la brillante química-física convaleció en Cambridge junto al matrimonio Crick hasta poco antes de su muerte. Fuera como fuese, el descubrimiento de la doble hélice reveló una drástica realidad para muchos religiosos de la época: “La vida sólo era cuestión de física y química, aunque extraordinariamente organizada”.

Estructura del ADN. Foto 51
Estructura del ADN. Foto 51

Ahora, como si de un culebrón de 60 años de emisión se tratara, quizá para hacer justicia, poética o prosaica, desde el despacho de otro Nobel, Sydney Brenner, que compartió laboratorio con Francis Crick desde mediados de los años 50 y durante dos décadas, salen a la luz cartas y documentos íntimos varios, que aportarán otra perspectiva subjetiva a la eterna lucha por la eternidad –si me permiten el juego de palabras- y que descansarán, para curiosos y estudiosos en la biblioteca del laboratorio Cold Spring Harbor, laboratorio neoyorquino que, curiosamente, llegó a estar dirigido por su compañero James Watson hasta que, quizá con la cabeza ya en otros derroteros, fuera destituido por afirmar alegremente que los negros son menos inteligentes. Lo dicho, la polémica ha sido siempre una constante en la vida de estos dos genios.

JAL -(CBMSO)


 

DIVULGACIÓN CIENTÍFICA A 04 DE OCTUBRE DE 2010

ENTRE PROBETAS (Píldoras científicas en 2 minutos). Radio 5

A HOMBROS DE GIGANTES Radio 5

MADRI+D TV (Divulgación científica con cara, e imágenes, en 3 minutos)

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12 comentarios

  1. ¡Y pensar que los controladores aéreos dicen que ellos están sometidos a estrés!

  2. A veces hay episodios en nuestras vidas que tal vez por dolorosos se procuran olvidar, sin embargo es muy reconfortante encontrar por casualidad en el blog de un buen amigo una pequeña nota, que nos recuerde lo que nunca debería volver a ocurrir.

    Es un lujo escucharte.

    Gracias Jose Antonio.
    Teresa.

  3. Querida Teresa, ruborizado, pero sinceramente, debo decirte que el lujo es tener oyentes/lectores/espectadores/amigos como tu. Lo de Rosalind no es frivolidad, es un mínimo de decencia y justicia histórica con aquellos científicos/cas que por circunstancias ajenas a su valía intelectual vieron pasar el injusto destino de largo…
    Un abrazo.

    Querido Miguel, ya que sacas lo de los controladores a colación, efectivamente, a veces creo que también nos deberían declarar el estado de emergencia a nosotros -y si parte del presupuesto militar se desvía a la investigación civil, pues mira, eso que ganamos todos-. Otro abrazo.
    JAL

  4. Buenas tardes Jose Antonio, me encuentro estudiando para los exámenes de Febrero, leyendo en los apuntes que de las 23 o más personas a las que les han secuenciado el genoma completo se encontraba James Watson, recuerdo que nuestro profesor nos comentó que no quiso saber el resultado de la secuenciación.

    Rebuscando entre qué edad tiene Watson, cómo descubrieron la doble hélice, etc, he encontrado numerosos artículos de mujeres científicas reivindicando que la estructura del DNA fue descubierta en parte por Rosalind Frankin. Aunque no me he sorprendido todo lo que debiera… sí que me he sentido engañada, pues hace ya más de 3 años que me senté en un pupitre y escuché cómo Watson y Crick son los padres de la genética molecular (clase de Bioquímica) y he tenido que seguir escuchando en mi larga carrera de Biotecnología.

    No te escribo sólo para contarte mi vida, te escribo para decirte que tu blog es mi página de inicio de internet desde que viniste a dar una charla en la Universidad Francisco de Vitoria. Y lo más sorprendente de todo es que buscando información sobre Rosalind Frankin me topo con un artículo tuyo en RNE. Esto si que me ha sorprendido, porque yo el 2 de Octubre estaba de viaje y volví el día 10, cuando ya habías publicado otro artículo.

    No dejes nunca de divulgar la ciencia, porque personas anónimas leemos cada cosa que escribes, o escuchamos tu programa de radio. No he encontrado más artículos de hombres que afirmen esta verdad histórica, y por ello y por tu trabajo, cada día te admiro más, ya que el día que te conocí, realmente no sabía qué era una célula madre.

    Gracias por tu trabajo, haces mucho más fácil el mío, como investigadora en proceso.

    Ana

  5. Querida Ana,
    me siento profundamente emocionado y agradecido por tus tiernas palabras. Gracias a tu apoyo y a personas que como tú realmente tienen sed de información alejada del, a veces, grandilocuente discurso de los «vencedores» como Watson -que, por cierto, sí se hizo público el resultado de su secuenciación y, al parecer, tiene genes que predisponen a la esquizofrenia; enfermedad que, al parecer, padece alguno de sus hijos-.
    Será un placer charlar contigo y contarte todos aquellos planes de divulgación en los que estoy inmerso.
    Con tu permiso, voy a escribirte a la dirección e-mail que me aparece en este comentario y, además, voy a incluirte en mi lista de distribución.
    De todas formas, todos los lunes podrás ver mi periplo divulgativo en:
    http://www.cbm.uam.es/ccientifica/Enlaces.html
    Muchas gracias por todo y un abrazo muy sincero.
    JAL

  6. No niego la importancia del trabajo de Franklin ni su valia como cientifica, pero la verdad es que por mucho que tuviera delante las famosas imagenes no tuvo el momento de inspiracion ¡aja! para darse cuenta de lo que significaban. WyC si lo tuvieron y luego les basto un poco de tiempo de trabajo con modelos para imaginar la estructura del DNA. Franklin, segun parece, no queria ni oir hablar de trabajar con modelos con lo que a pesar de tener los datos no pudo extraer la informacion que habia detras de ellos.
    Para mi hay una buena leccion que sacar de todo esto: no olvidemos nunca que aunque es esencial obtener buenos datos no es suficiente con ello, hay que interpretarlos. Ademas, WyC no se quedaron solo en el modelo de doble helice sino que lo usaron como punto de partida para obtener conclusiones de interes biologico. ¿Podria haber hecho algo asi Franklin, con una formacion poco biologica?
    Por ultimo y como resumen, WyC han hecho mucho mas por la biologia que simplemente elaborar un modelo de doble helice con lo que dificilmente creo que sea erroneo considerarlos como figuras capitales en el desarrollo de la biologia y mucho menos sentirse engañados por que se nos haya contado eso. Por supuesto que no olvidemos a los precursores pero no lo hagamos para minusvalorar a los que lanzaron las ideas claves.

  7. Querido Joaquín,

    Me gustaría contestarte al comentario, aunque no creo que deba, ya que tú no has leído el mío, por lo menos no con atención. Quizás sea un problema de entendimiento, o quizás lo sea de soberbia.

    NO sería capaz de menospreciar los grandes pasos que dieron Watson y Crick, y no me estoy refiriendo a sus logros al decir «padres de la biología molecular».

    Te estoy hablando de personas, de la falta de integridad que tiene -a veces- este mundo que es la ciencia, y de lo sorprendida que estoy de que empezara tan pronto, tanto tanto como el primer día. Sólo defiendo que estamos delante de una historia mal contada y sí, eso es engañar, en parte.

    Pienso que la lección que hay que aprender de esto es que no hace falta ser mujer, ni vivir en los años 50 para que te roben el trabajo.

    Y si quieres un resumen, a los datos que has aportado sobre lo que influyó Rosalind Franklin utilizaré una frase de Ortega y Gasset: «Si los españoles hablaran sólo de lo que saben, se haría tal silencio que podríamos aprovechar todos para estudiar».

    Espero no ofenderte con este comentario, pero te recuerdo también, que quizás los comentarios tengan más matices que un paper.

    Ana

  8. La verdad es que con el comentario de Ana más o menos queda obviado lo que yo pueda decir, por lo que solo añadiré un par de apuntes:

    efectivamente, Rosalind tenía una forma de hacer ciencia diferente a Watson y Crick. Entre otras cosas, porque estos dos científicos apenas hicieron experimentos propios -al parecer, los colaboradores de Crick comentaban que lo más peligroso era ver intentar a Francis coger una pipeta- Maurice le cogió sin permiso la foto 51 a su compañera y ésto, queramos o no, tiene sus consideraciones. Comentarios de Watson sobre el pelo y la forma de vestir de Rosalind -cuando le preguntaban por su actividad científica- también deja claro el respeto y concepto que sentía hacia su compañera. Años más tarde matizaría sus comentarios, pero poco. De hecho, recomiendo leer el libro Genes, Chicas y Laboratorios (Tusquets 2006) y que me tocó reseñar. Una lástima de libro y una mayor lástima de la personalidad que deja entrever este científico. Bueno, y de las últimas declaraciones sobre la inteligencia de los negros, que le costó su puesto en el Cold Spring Harbour, mejor ni hablar…

    Por cierto, la etapa de Crick en neurobiología, en el Salk, tampoco es que fuera para lanzar cohetes…

    De todas formas, quizá tampoco eran culpas suyas. Aunque parezca una época muy lejana, el Cambridge -universidad- de los 50 se caracterizaba por tener zonas exclusivas para caballeros…

    En fin, que también habría que reflexionar que, en la entrega de los Nobel del 62, ni siquiera se mencionara el nombre de Rosalind. Te imaginas, Joaquin, que la que hubiera «tomado prestado» resultados de Maurice, James o Francis… hubiera sido Rosalind? Crees que habría llegado a Estocolmo -en caso de no haber muerto antes, claro…-?

    Pues eso mismo pienso yo…

    Un abrazo.

  9. Lamento que se haya podido interpretar mi mensaje como una justificación del «robo» o «préstamo» de datos. También pido perdón si alguién ha visto soberbia en mi comentario anterior, más probable es que haya sido falta de entendimiento.
    Tan sólo quiero recordar, e insisto en ello, que WyC han hecho bastante más por la Biología que proponer un modelo cristalográfico para una molécula y no me parece justo (como tampoco me lo parece lo que le paso a Franklin, insisto) que se les despache con que había peligro cuando uno cogía una pipeta o con lo que escribía el otro sobre las mujeres (por cierto, no soy pariente de ninguno de ellos).
    Que WyC no eran santos no me sorprende, no conozco a casi ningún científico que lo sea (ni tampoco a muchos fontaneros santos). Pero eso, por suerte o por desgracia, no suele estar muy correlacionado con la importancia del trabajo de cada uno (o la calidad literaria, veáse el caso, ahora en el candelero, del escritor francés Celine).
    Pido de nuevo perdón por haber roto el silencio a pesar de mi ignorancia, ¡pero el que sale español…!

  10. Me gustaría preguntar que pasó con su investigación, que yo creo que es lo más importante para los pacientes. ¿Por que no siguieron investigando sobre esta línea de investigación que como usted dice parecía tan prometedora?. Me imagino con pena que las soluciones a los problemas no interesan a todos, y esto supone eliminar las ayudas económicas, poner las travas necesarias, o lo que sea. Yo como un ingenuo enfermo pienso en lo bonito que sería que alguien encontrase una solución a las enfermedades autoinmunes. Pero bueno. Buscando información sobre la Esclerosis Múltiple, en concreto en la página http://www.direct-ms.org , aparece la consabida vacuna, u otra similar a la que usted comenta, y en el artículo todo hace pensar que el descubridor ha sido el famoso doctor este Irun R. Cohen, y buscando más información encontramos que también tiene una patente europea (Se puede ver aquí http://www.oepm.es/pdf/ES/0000/000/02/21/19/ES-2211963_T3.pdf) para el tratamiento de enfermedades autoinmunes mediante vacunas con células T.
    En fin, la rabia que siento no puedo expresarla con palabras bien sonantes, así que nada.
    Gracias
    Antonio

  11. Estimado Antonio,
    mi investigación sobre Artritis cesó. En la actualidad investigo sobre HSV y la esclerosis múltiple, aunque sin proyectos ni financiación. Estoy en un proceso de micromecenazgo: salvemoslainvestigacion.org
    Se puede colaborar económicamente con nuestros proyectos.
    Un abrazo.
    JAL

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