Océanos ruidosos. Un «cambio global» distinto.

Recientemente unos 500 delfines (algunos dicen 200), fueron rescatados tras quedar varados durante la madrugada en las costas de la región norte de Filipinas frente a la bahía de Manila. El hecho se intentó explicar en base a un probable maremoto de escasa magnitud pero que afectó a los sistemas acústicos de orientación de los delfines, que huyeron a aguas menos profundas para escapar del cambio repentino de presión. En este caso estamos ante un hecho con bases “naturales”. Sin embargo se acumula evidencia sobre el incremento del ruido en mares y océanos y sobre sus posibles consecuencias en los mamíferos marinos (delfines, ballenas y otros animales).


El aumento de los niveles de ruido en los océanos de todo el mundo está causando graves problemas a ballenas, delfines y otros mamíferos marinos, ya que bloquea la comunicación entre los animales y dificulta su alimentación. Así se desprende de un informe creado por la ‘International Fund for Animal Welfare’ (Ifaw), que apunta que en algunas regiones, el nivel de ruido de los océanos se duplica cada década.

Tanto ruido impide la comunicación entre dichos animales, pues algunos tipos de ballenas producen llamadas de baja frecuencia que pueden viajar miles de kilómetros, y se ven afectadas. Lo mismo pasa con la alimentación, ya que muchos de estos animales utilizan los ruidos para localizar a sus presas.

El ruido que generan los buques, los motores de hélices o las pistolas de aire utilizadas para en las exploraciones sísmicas de petróleo y gas producen una amplia gama de frecuencias, que interfieren con las utilizadas por los mamíferos marinos, dificultando su vida.

El año pasado los grupos ecologistas estadounidenses acudieron a la Corte Suprema norteamericana para conseguir proteger el mundo marino en la costa Sur de California, al Oeste del país, de las prácticas navales y ejercicios bélicos de la Marina de EE.UU. En su denuncia, advertían de que sólo el sonido de los sonar puede herir gravemente o incluso matar a 37 especies de mamíferos marinos, entre ellos, otarinos, delfines, o las ballenas azules, que se encuentran en peligro de extinción, debido a que interfieren en su capacidad para nadar o comunicarse.

La denuncia pretendía imponer una serie de restricciones a los ejercicios bélicos de la Marina estadounidense en el océano, como que no se pudiera usar el sonar cuando uno de esos mamíferos marinos a los que tanto afecta su sonido estuviera a menos de 2.200 yardas (2.012 metros) del navío o submarino en cuestión. Otra medida de los ecologistas proponía reducir los decibelios del sonar considerablemente cuando las condiciones del océano propicien que su sonido fuera demasiado alto para los mamíferos marinos.

Sin embargo, el Supremo estadounidense ha dado la razón a la Marina norteamericana, considerando que es necesario que hagan prácticas reales con el sonar funcionando normalmente para responder a las amenazas de submarinos enemigos, al margen de los intereses que puedan tener los ecologistas en proteger el medio marino.

Además de los ruidos producidos en “nuestra defensa” la mayor parte del ruido en el océano es producido por la navegación comercial o la extracción de materias primas, ambas actividades básicas en el mundo moderno y que se producen en alta mar, en zonas que en su mayoría no están reguladas.

No se preocupen, o bien saldrán delfines con tapones o audífonos.

También nos queda Flipper… y los super acuarios y zoológicos…

Pero como dice la primera fotografía”los delfines no pueden esperar a que la evolución actúe”

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Un comentario

  1. […] sobre la contaminación acústica de los océanos. Como ejemplos podemos citar el incremento en el número de casos de cetáceos desorientados, los “a veces” inexplicables suicidios de delfines. […]

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