Una mañana de domingo en el Museo del Prado

Con las calles semidesiertas, tan solo frecuentas por algún corredor de fondo, descubro un Madrid muy diferente al que habito cada día. Hasta la parada del bus está solitaria. Y en el tiempo de esperar, casi no pasan coches. Domingo por la mañana, cerca de las 8 y sin gente en los bares para desayunar.

Camino por el Paseo de la Castellana y pronto me identifico en uno de los territorios del arte, porque mirándose uno al otro están dos de los grandes museos de Madrid. Esta vez me tocaba visitar la margen izquierda, el glorioso Museo del Prado. Llegué de los primeros, apenas había cuatro personas en la fila de espera. Pude saborear el constante caminar de ciudadanos, de varias razas y con diferentes fisonomías, que en su visita a esta ciudad no querían perderse el encuentro con la historia de Europa y la de este país, también.

Un extraño fenómeno que se está convirtiendo en rutina llamó poderosamente mi atención. Cada vez hay más grupos y más ciudadanos que toman sus entradas por Internet y no se bien porqué tienen preferencia sobre quienes esperamos más tiempo en la cola de entrada. Mientras avanzábamos me fijé en los acentos que emitían los que estaban delante de mi y también detrás: italiano, varios; inglés ( de Estados Unidos) muchos; de las islas, también se escuchaba; francés, sobre todo mujeres y niños; ruso, chino, por supuesto y otros que ni sabría decir.

Al final, a las 10,02 minutos estaba en la taquilla. Mi excusa: “El Bosco. La exposición del V Centenario”. Desde que se anunció quería verla. Es un tiempo trampa, porque si no lo haces antes del verano, te quedas sin verla; a no ser que se amplíe a última hora. La cita es para las 11:30 horas, quienes han reservado en grupo o sacado por Internet han tomado las horas iniciales. “Puede ver la exposición permanente mientras tanto”, me dice una joven y sonriente vendedora de entradas.

Como muchos otros, como cientos de amantes de la pintura, soy un admirador de Jheronimus van Arken, en España conocido como “el Bosco”. Me armé de valor. Visité un par de salas de pintores del Siglo XVI y me fui a esperar mi entrada a la Exposición del V Centenario.
Durante casi dos horas disfruté como nunca del arte. A pesar de que hay un reparto de tiempos, mucha gente se agolpa frente a las pinturas más conocidas. Se trata de 53 obras del maestro o de algunos de sus discípulos. Comienza con un cuadro que refleja la vida de entonces. El pintor pudo observar desde su ventana el Mercado de Telas en ´s-Hertogenbosch y así lo describió, y finaliza con El Entierro de Cristo. En medio, una serie de dibujos, pinturas, trípticos y trípticos convertidos en pinturas solitarias.

No soy crítico de arte. Ni me atrevería a dibujar algo que no fuera mi propia experiencia con los museos. Lo cierto es que una mañana de domingo, con largas colas a la entrada y a la salida, el Museo del Prado es el único lugar de Madrid que te puede llevar al final de la Edad Media y parte del Renacimiento. Que lo disfruten.

El Bosco. La exposición del V Centenario.

31 de mayo-11 septiembre.

Museo del Prado

www.museodelprado.es

34902107077

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