Aquí yace una gloria del cine: Paul Newman
Epitafios para un gran actor
Texto: Juan Miguel Sánchez Vigil
El otoño nos ha traído la lluvia envuelta en melancolía. Abro las páginas de los periódicos y veo la imagen de uno de los últimos autores del gran Hollywood. PAUL NEWMAN, mayúsculas en nombre y apellido. Su vida es nuestra, siempre lo fue. En la filmografía que repaso leo los títulos de filmes cuyas escenas se me quedaron grabadas en la mente. De todas ellas me viene aquel tiovivo de El Golpe con un significado tan universal que traspasa las fronteras de cualquier explicación.
En el Diccionario del cine que ahora consulto le dedican dos páginas. Añado la fecha de su muerte con tinta de bolígrafo y me parece como si pusiera punto y final a una parte de mi vida.
Pienso en un epitafio: “Aquí yace una gloria del cine”. Este hombre que fue sex symbol, probablemente sin quererlo, me miró de reojo en la pantalla de un cine de verano y me cautivó para siempre.
Otro epitafio: “No fui yo sino mis personajes”. Newman nos hizo creer que los personajes inventados por escritores y guionistas eran de carne y hueso, su carne y sus huesos, mucho menos atractivos que su alma.
Esta tarde sesión en programa doble. Dos películas del gran Paul Newman para aliviar el tedio de los domingos.
De la tumba del actor brotan los hilos de humo del último cigarrillo. No hay despedida posible porque las glorias del cine vivirán por los siglos de los siglos.
Con la muerte de Paul Newman comienza a cerrarse la edad en que el cine estaba animado también por sus grandes interpretes. Oscar Portela
PAUL NEWMAN: LA LEYENDA DE UN INDOMESTICABLE
POR OSCAR PORTELA
Carecía de la soberbia capacidad histriónica de Marlon Brando y esa luz que emana de un carisma que no viene de ninguna escuela de arte interpretativo.
Al mísmo tiempo carecía de la sutil inteligencia que poseía Montgomery Clift para dar características a las almas torturadas y las psicologías más complejas. Carecía del ángel y la belleza áspera de James Dean.
Pero en porciúnculas racionales poseía en si los tres atributos de sus compañeros del actor estudio.
Fue hermoso dicen pero también lo fue tres décadas antes Robert Taylor.
¿Y?
La fealdad de Ernest Borgnine le sirvió a este para llevarse un Óscar como primer actor en “Marty”.
Un verdadero interprete sabe ser feo cuando quiere y bello cuando lo necesita. Así son las cosas.
Así lo hicieron intérpretes como Laurence Olivier y Mis Bette Davis a sus modos por supuesto.
Pero Paul era en esencia un minimalista de la interpretación. En algún extraño sentido practicaba lo que el Actor Studio no enseñaba.
La sabiduría que tuvieron los Spencer Tracy y los Henry Fonda en otras décadas.
Decir lo más con poca cosa. Así, ésta leyenda que se va – icono de lo que debe ser un actor- pudo mostrar en un thriller como dar cuerpo y verdad a una historia y un guión como el de “Camino a la Perdición” de Sam Méndez , en la que permitió a su “oponente” alzar el nivel de su cota interpretativa.
Vaya con estos “mitos” que son seres casi únicos y extraordinarios como Paul Newman que hizo poco cine para haber estado tanto tiempo en la cima de los intocables de Hollywood.
¿Pero para que más?
Bastarían sus interpretaciones de “beautiful boy ” en “La gata sobre el Tejado de Zinc caliente” dirigida por el siempre eficaz Richard Broocks, o su estilo interpretativo, en el gran melodrama “Dulce pájaro de Juventud” – también dirigida por Brocks – y segundo contacto suyo con la obra de Tennessee Williams, – donde daba réplica a la soberbia Geraldine Page – para acotar el período en que su ojos azules causaron desmayos en la platea femenina.
En su corta filmografía hay mucho material de desecho. Pero mucha perla. Su mejor actuación para mí: el de abogado vencido y vencedor, alcohólico y superado, de “El Veredicto” de Sidney Lumet.
Y luego la bellísima “La leyenda del indomable”, de Stuart Rozemberg– un western lírico con una estupenda actuación y una efectiva dirección.
Por cualquiera de estos films pudo obtener un Óscar. Pero se lo dieron por la mediocre “El Color del Dinero” de Martín Scorsesse, y hacer taquilla con “Butch Cassidy” de George Roy Hill para abultar un poco sus desguazados bolsillos.
No olvidar por supuesto su colaboración con el loco de John Houston en “El juez de la Horca” o “El Hombre de Mac Kintosh” y olvidemos pues olvidada está su colaboración con Alfred Hitchcock en “Cortina Rasgada”.
Mientras podemos recordar su melancólica y otoñal interpretación de “Mrs. Bridges” guiado por Ivory y sus colaboraciones con Bénton.
Lo que parece haber olvidado todo el mundo a la hora de despedirlo es su magnifica “Rachel, Rachel” dirigiendo a su magistral esposa Joanne Woodward , y ese exquisito filme que nada debe envidiar al mejor Andrei Konchalovky, que es su adaptación de “El Zoo de Cristal” , filme que nadie vio y nadie premió, porque era un Newman demasiado intelectual y hacendoso.
Un paradigma difícil de repetir en nuestra época, el de Newman.
La leyenda de un indomesticable a todo esquema del “star sistem” y de los rostros que pasan como las hojas del otoño sin que luego nadie se acuerde de ellos.
Oscar Portela
2008-09-28
Corrientes Argentina
2002
Candidato
1994
Candidato
1993
Ganador
1986
Ganador
1985
Ganador
1982
Candidato
1981
Candidato
1968
Candidato
1967
Candidato
1963
Candidato
1961
Candidato
1958
Candidato
Año
Categoría
Película
Resultado
2006
Ganador
2003
Candidato
1984
Ganador
Author:
Oscar Portela
mepueden mamdar historias de polneuman.yfotos depolniumam.porfabar soy unal mirable de polniumam.
saludos jesus camio
Siete meses de luto por mi idolatrado Paul Newman, siete meses en los que me ha costado hacerme a la idea, tan guapo, yo tan poco idólatra y él tan guapo, buen actor, ejemplar marido, tan solidario y tantas cosas más pero sinceramente a mi me parece tan guapo.
En cada una de sus películas cuando sonreía yo me enamoraba un poco más de él y como si él presintiera el efecto que en mi causaba en todas sonreía y yo ya olvidaba trama y personajes y me quedaba colgada de esa sonrisa.
Y yo, tan poco idólatra, me quedo pensando en él y en las miles de palabras que generará su muerte y me vienen a la cabeza los versos de Juan Ramón.
¡No le toques ya más,
que así es la rosa!