NARCISISMO TRASCENDENTAL<br>
Se publica la segunda parte de las memorias de uno de los más destacados psiquiatras españoles contemporáneos, Carlos Castilla del Pino
Reseña realizada por Miguel García-Posada<br>
La edición del primer volumen de las memorias -más que autobiografía- del profesor Castilla del Pino, Pretérito imperfecto, no defraudó las expectativas suscitadas por el vigoroso retrato de algunos episodios de la guerra civil y el poderoso y lúcido panorama que se trazaba en sus páginas de la vida médica y cultural de la España de posguerra, a la que debía hacer frente un muchacho excepcionalmente dotado, pero situado in pectore del lado de los vencidos.
Este segundo volumen recoge la trayectoria profesional del memorialista, desde sus primeros tiempos al frente de un precario dispensario de salud mental en la ciudad de Córdoba, donde discurre toda su vida, hasta la culminación de su carrera, ya consagrado como científico de nivel internacional. En medio, su ardua peregrinación por los hostiles caminos de la psiquiatría oficial, que se opuso una y otra vez al acceso de Castilla a una cátedra universitaria, que solo conseguiría, por mediación del primer Gobierno socialista, cuando ya le quedaban pocos años para la jubilación.
Esta difícil carrera discurre paralela a las actividades sutiles pero firmes del doctor Castilla en sus tareas de apoyo a la resistencia contra el régimen concentrada en una activa labor de conferenciante y publicista, que alcanzaron a algunos episodios especialmente sangrantes y notorios, como su relación con el caso Enrique Ruano, estudiante universitario, paciente de Castilla y asesinado y difamado por la policía del régimen. En los bordes de estas páginas se inscribe la agitada vida familiar del protagonista, que padece en carne propia, en la carne de sus hijos, algunos males del mundo en torno: drogas, accidentes de carretera, etc.
El testimonio es apasionante por la hondura, la cultura, la veracidad y la personalidad del memorialista, que, siempre bien apoyado por los datos, traza retratos y describe episodios que no dejan muy bien parados a sus actores. Todo el universo de la psiquiatría oficial de la época sufre un severísimo correctivo, acusado como es de corrupción y clientelismo. Por otra parte, el doctor Castilla hace compartir al lector su modélica experiencia como médico de provincias que lleva a cabo una labor asistencial impagable, que consigue compatibilizar con sus actividades como investigador y ponente destacado en congresos internacionales, reuniones científicas, etc. La vida política y cultural de la sociedad franquista es iluminada en términos muy críticos.
Las memorias son el reflejo de una personalidad sobresaliente, y en este aspecto nada hay que discutir. Ahora bien, las excelencias del doctor Castilla, cuyo currículum científico es impresionante (obras como su estudio sobre la depresión se han hecho clásicas), serían las mismas si el autor no se vanagloriara tanto de ellas. Transita estas memorias un obstinado afán por transmitir al lector una imagen modélica de su autor, héroe científico y humano en estos tiempos precarios. La imagen está contorneada en exceso, hasta el punto de que podemos recordar el verso de Mallarmé: << tel qu´en lui-même enfin l´eternité le change>> (<<Como en él mismo al fin la eternidad lo cambia>>).
Nuestra objeción dista, desde luego, de ser una enmienda a la totalidad: es un reproche estilístico, y como tal debe ser entendida. La editorial podría darse con un canto en los dientes de contar para su colección de memorias con obras de esta calidad.