Deep Water Horizon-Prestige

El 20 de abril de 2010, una plataforma contratada por la compañía de petróleo y gas British Petroleum para perforar en las aguas profundas del Golfo de México explotó y arrojó más de 200 millones de galones de petróleo.

Ese día murieron once trabajadores. Algunos argumentan que el número de muertos por el derrame podría ser mucho mayor, debido a que los trabajadores de limpieza pronto comenzaron a desarrollar enfermedades que, podrían estar relacionadas con la exposición al petróleo, así como a Corexit, el producto químico que fue utilizado por BP en las tareas de limpieza.

BP les dijo a muchos de los trabajadores que participaron en la limpieza que no necesitaban usar protección respiratoria porque los componentes tóxicos del petróleo se habían evaporado o desaparecieron en el mar. A pesar de que el Gobierno Federal aconsejó que se realizara un control biológico midiendo las toxinas en la sangre, la piel o la orina de los trabajadores de limpieza, BP no recopiló pruebas que pudieran demostrar si esto era así.

En 2010, BP realizó una gran campaña de relaciones públicas para convencer al público de que el Golfo se recuperaría.

BP pagó 65 millones de dólares a 22,588 personas en un acuerdo médico por enfermedades a corto plazo, menos de 3,000 dolares por persona.

En los casos de problemas de salud a largo plazo el resultado fue peor. En los juzgados, BP argumentó que sin evidencia biológica, los trabajadores y los residentes costeros no pueden probar que sus enfermedades fueron causadas por el derrame de petróleo, a pesar de que las investigaciones relacionan la exposición al derrame con un mayor riesgo de cáncer y tasas más altas de afecciones respiratorias a largo plazo, enfermedades cardíacas, dolores de cabeza, pérdida de memoria y visión borrosa. Miles de casos han sido desestimados. Solo un caso conocido ha resultado en un acuerdo.

Parece que BP no hizo mucho para preparar a los trabajadores de limpieza para los riesgos tóxicos asociados con el trabajo. Los módulos de capacitación de BP publicados recientemente sugieren que los trabajadores de limpieza recibieron una mínima información sobre la toxicidad del vertido.

Estudios publicados en los últimos años han relacionado la exposición al derrame de BP de 2010 con una serie de problemas de salud, que incluyen daños cardíacos, neurológicos y una mayor tasa de nacimientos de bebés prematuros y con bajo peso. Estos estudios de salud se basan en los de otros derrames, como el derrame del petrolero Prestige en la costa de España en 2002 y el derrame del petrolero Hebei Spirit en aguas de Corea del Sur en 2007.

En 2007 el Instituto Carlos III aconsejó que la población expuesta al derrame del Prestige fuese sometida a un seguimiento por parte de las autoridades sanitarias. Sin embargo, la Administración central no ofreció ayudas compensatorias al personal que colaboró en las tareas de limpieza.

El informe del Instituto Carlos III, encargado por la Administración central, afirmaba que “Los resultados actuales muestran un incremento del riesgo de síntomas respiratorios, hiperreactividad bronquial, estrés oxidativo, inflamación pulmonar, remodelado bronquial y vascular y daño cromosómico asociado a la participación en la limpieza del fuel uno o dos años después de la misma”,

Los científicos responsables plantean en este informe la “necesidad de un seguimiento” de la salud de la población afectada. El objetivo sería analizar si los síntomas encontrados disminuyen a medida que aumenta el tiempo transcurrido desde la exposición y también estudiar estrategias de prevención ante futuras catástrofes consistentes en la “protección respiratoria” de los voluntarios.
Aproximadamente unas 400.000 personas estuvieron expuestas al fuel procedente de la marea negra del Prestige, muchas de ellas sin los medios de protección adecuados.
En un trabajo publicado en 2008 se afirma: “En este trabajo evaluamos el nivel de daño en el ADN mediante ensayo cometa y las posibles alteraciones endocrinas (prolactina y cortisol) provocadas por la exposición al vertido del Prestige en una población de 180 individuos, clasificados en 3 grupos según las tareas realizadas, y 60 controles. Se determinaron los metales pesados en sangre como biomarcadores de exposición, obteniendo incrementos significativos de aluminio, níquel y plomo en los grupos expuestos respecto a los controles. También se observaron mayores niveles de daño genético y alteraciones endocrinas en la población expuesta”.

En otro publicado en 2015, se pude leer que “La persistencia del daño cromosómico detectado en individuos expuestos seis años después de la exposición al petróleo parece indicar que las células de la médula ósea están afectadas. Un aumento sorprendente en el daño cromosómico en individuos no expuestos detectado en el estudio de seguimiento sugiere una exposición indirecta de estos individuos a algunos compuestos del petróleo o a otros agentes tóxicos durante los últimos cuatro años. Se necesitan más estudios a largo plazo para confirmar la presencia de daño cromosómico en personas expuestas y no expuestas debido a la asociación entre un mayor daño cromosómico y un mayor riesgo de cáncer. Comprender y detectar el daño cromosómico es importante para detectar el cáncer en sus primeras etapas. El presente trabajo es el primer estudio citogenético de seguimiento realizado en linfocitos para determinar la evolución del daño genotóxico entre dos y seis años después de la exposición al petróleo en los mismos individuos.”

Muchos afirmarán que no hubo tales daños. La realidad es que no se llevo a cabo un seguimiento del estado de salud de los que limpiaron y es imposible concluir nada. Sin embargo sería muy raro que estos daños aparezcan en otras poblaciones del mundo y no aquí.

Impresiona comprobar como nos olvidamos de lo que sucedió.

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