Juan Miguel Sánchez Vigil

 

No teman los puritanos que no incluyo en este monólogo ningún libro de toros. Escribo de libros, mejor dicho sobre libros, tres libros de Trea sobre la cultura del libro. Ninguna editorial se ha atrevido con un proyecto sobre la historia de la cultura española. El editor Ricardo López de Uralde, mi maestro, tuvo encima de la mesa de su despacho en la editorial Espasa unas cuartillas con el esquema y el índice de semejante aventura. Nadie le hizo caso. ¡Craso error! La primera editorial que acometa el viaje pasará a los anales de la historia. Claro que los ejecutivos preguntarán antes de saber de los contenidos: ¿Eso se vende? Si, si, preguntarán por “eso”… por la cultura.

Del libro electrónico

¿Deben llamarse así los ficheros digitales que contienen textos informativos o creativos? En El papel y el píxel nos desbordan las opiniones, las definiciones y las conclusiones.

Los productores de aparatos para la lectura de textos o de almacenamiento de los mismos se han empeñado en llamar e-book a los artefactos que, en forma, pero no en fondo, tratan de imitar a los libros impresos.

José Afonso Furtado tienta la suerte y busca una definición. Su análisis es profundo, abierto, tomando como referencia a críticos y conservadores.

¿A quién damos la razón?

La tecnología evoluciona y en esa evolución también revoluciona. La informática y su mercado han transformado todo según los intereses, pero la resistencia del sector editorial ha abierto foros de debate.

El libro, ese documento universal con un formato único y contenidos varios, no debe morir engullido por los bytes, y mucho menos debe aceptarse que un conjunto de ceros y unos o viceversa le robe el nombre. Así lo creo, porque en este momento estoy escribiendo en un artefacto electrónico y el libro que miro sobre la mesa ocupa su espacio, su lugar.

Lean a José Afonso Furtado y entenderán muchas de las cosas que los teóricos (con piel de científicos) se empeñan en liar. Todo es más fácil de lo que parece cuando quien lo explica sabe hacerlo. Este es el caso.

 

José Afonso Furtado

El papel y el píxel. De lo impreso a lo digital. Continuidades y transformaciones.

Gijón: Trea, 2007

 

 

 

 

Ana Martínez Rus descubre al librero Sánchez Cuesta

 

¡Qué bien escribe Ana Martínez Rus! ¡Qué bien lo cuenta! No se extrañen de mi sorpresa, pues en las últimas lecturas he ido y venido varias veces sobre el mismo texto para entender lo que el autor me (nos) quería decir. Miramos un libro, lo ojeamos (hojeamos), buscamos en la bibliografía algún título y comenzamos a leer al azar. Leo en el libro sobre el librero Sánchez Cuesta: “Tuvo que conformarse con la correspondencia para saber de los viejos amigos exiliados y la intensa amistad que continuó cultivando con… destacando la pequeña tertulia que a veces entablaba con ellos en la librería”.

Se refiere a la Librairie Spagnole, donde la cultura brotaba hacia las afueras para impregnar los monumentos parisinos y así explicar al mundo que la España de Cervantes no estaba muerta.

Si quieren saber de a edición, de la librería, de la cultura en suma, lean a Martínez Rus, no solo este libro sino sus trabajos sobre la política del libro durante la Segunda República. No escuchen a los paseantes en Corte, porque las opiniones son para todos los gustos, pero casi siempre infundadas o fundadas en las tertulias televisivas (¡Dios nos libre de los tertulianos de televisión! –salvo excepciones, claro está).

La dedicatoria un encanto: “A mi abuelo Andrés Rus, el entrañable chascalete, ferroviario, autodidacta y republicano, que me enseñó las primeras letras”. Letras, república, abuelo. Cuanta pasión en este libro de libreros con Sánchez Cuesta como protagonista.

Ah… No traicionaré a la autora descubriendo el porqué del título.

 

Ana Martínez Rus

“San León Librero”: las empresas culturales de Sánchez Cuesta.

Gijón: Trea, 2007

 

 

 

 

 

De la novelas. Un tratado de la narrativa

 

El convulso primer tercio del siglo XX, con los grandes del 98 haciendo literatura de lujo, y la generación del 27 impregnando de poesía una España rota por el desastre de Cuba, del que jamás se recuperó, dejó en el anonimato a intelectuales de la categoría de Zamacois, Trigo, Dicenta o Emilio Carrere, entre tantos otros. Nombres vinculados al periodismo y a un género divulgativo: la novela corta.

De los autores y sus obras, pero no de los títulos sino de las estructuras y los modelos de contenidos escribe Christine Rivalan. Los prototipos sociales, reflejados en los personajes son el hilo conductor de este tratado: la prostituta, el torero, el cacique, los educadores, el aristócrata.

Un capítulo especial: la hora sexual, ideal para entender lo que vino a truncar la guerra civil. Pasen y lean, porque merece la pena. Novelas como cuentos y cuentos como novelas en la vida de los autores.

 

Christine Rivalan Guego

Fruición-fricción. Novelas y novelas cortas en España (1894-1936).

Gijón: Trea, 2008

 

  

 

 

 

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