Ciencia es educación

Este es el título de un excelente artículo escrito por la Dra. Amaya Moro-Martín, contratada Ramón y Cajal en el Centro de Astrobiología (INTA-CSIC), exponiendo las razones por las que la ciencia española no debe gestionarse en un Ministerio de Industria y algunas sugerencias para mejorar la calidad de la ciencia en España. El artículo se puede descargar aquí.

Las ideas que se recogen en el artículo de la Dra. Moro-Martín se deben difundir a través de las redes sociales e INTERNET. Nos estamos jugando el futuro de la ciencia española (que tiene que estar en manos de los más jóvenes, entre los que no me incluyo; pero a los que apoyo con toda mi energía). Los últimos años han sido muy malos y los próximos pueden ser la «puntilla».

Algunos párrafos del artículo son (en azúl) y mis comentarios son los siguientes:

Se oyen rumores de un futuro Ministerio de Industria, Comercio, Turismo y Ciencia. Si el Gobierno entrante está considerando esta opción, queda en evidencia que tienen una interpretación errónea de cómo la investigación científica puede ayudar a cambiar el modelo productivo, ya que se están sobresimplificando los mecanismos de transferencia del conocimiento. El motor principal de la ciencia nunca ha sido la creación de patentes a corto plazo que beneficien al sector privado. Naturalmente éste es un aspecto importante, pero no es el objetivo inmediato. Aunque sea políticamente incorrecto recordar esto en época de crisis económica, paradójicamente es cuando más importante resulta hacerlo porque la marginación de la investigación básica debida a una visión cortoplacista sin duda significaría dar muchos pasos atrás en el largo camino del desarrollo científico. Sin investigación básica, no se hubieran producido la mayoría de los descubrimientos científicos que han revolucionado la historia de la humanidad.

Esto no es nuevo para los científicos. Ya lo dijo Pasteur: «No hay ciencia básica y aplicada, hay ciencia y las aplicacion es de la ciencia«. Hace unas semanas, en El Cultural de El Mundo, se publicaba una  entrevista que me hicieron, de la que destaco lo siguiente: «En todas las grandes crisis, todas las naciones que han confiado en la ciencia y la tecnología han salido reforzadas» y «Hacen falta políticos valientes que apuesten por la ciencia«.

Las Dra Moro-Martín continúa el artículo:

Antes de incluir ciencia en un macro-ministerio donde quede relegada a una actividad secundaria susceptible de una absorción vertical, hagan un ejercicio de reflexión y vean desde dónde se gestiona la investigación científica en los países que están por encima de España en la mayoría de los rankings científicos. Excepto en EE UU, donde ciencia depende de varios departamentos de estado y agencias independientes (los Departamentos de Agricultura y Energía, la Agencia de Protección Ambiental, NASA, NSF, NOAO, etcétera), en el resto de éstos países nos encontramos con la siguiente situación: Japón (Ministerio de Educación, Cultura, Deportes, Ciencia y Tecnología); Alemania (Ministerio de Educación e Investigación); Inglaterra (Ministerio de Universidades Estatales e Investigación); Francia (Ministerio de Educación Superior y Ciencia); Holanda (Ministerio de Educación, Cultura y Ciencia); Suecia (Ministerio de Educación e Investigación). ¿Ven cuál es el factor común?

No hay que romperse mucho la cabeza. Sólo hay que hacer lo que hacen los países más avanzados a los que tenemos que imitar. El párrafo siguiente va en esa misma línea: seguir el ejemplo de los países más avanzados.

Pero la sinergia también ha de potenciarse en el día a día de los departamentos y en cierta medida es responsabilidad de toda la comunidad científica. No sólo hay barreras burocráticas sino también culturales que impiden que las universidades se nutran de investigadores que no se han formado en su seno, y estas barreras son en parte responsables de que ninguna universidad española esté entre las 100 mejores del mundo (y haya sólo una o dos entre las 200 primeras). La barrera cultural funciona en los dos sentidos. Piensen qué mensaje se les manda a los estudiantes con los mejores expedientes: que se queden a hacer el doctorado en su misma universidad donde, si todo va bien, quizá se puedan estabilizar (tras una estancia obligatoria en el extranjero de uno o dos años – como si de un Erasmus se tratara). Esto es diametralmente opuesto a lo que se hace en EE UU: allí, a los estudiantes que quieren hacer el doctorado (y muy particularmente a los que tienen expedientes brillantes) se les anima a irse lejos, muy lejos, para que se formen en las mejores universidades o centros de investigación.

Son poco frecuentes las ocasiones en que el doctorado se hace en la misma institución que la licenciatura, o el postdoctorado en la misma institución que el doctorado. El inmovilismo se percibe como signo de mediocridad. Los mejores departamentos de EE UU basan parte de su éxito científico en el flujo constante de investigadores de calidad que pasan por ellos, y este flujo es precisamente uno de los principales atractivos de estos departamentos (a ojos de los propios investigadores). Aceptando que hay diferencias culturales significativas con el mundo anglosajón, hay aspectos saludables que se deberían adoptar: no sólo enriquecerían al sistema de investigación en España, sino que es la única forma de que gane competitividad a nivel internacional.

Si queremos tener  universidades y centros de investigación relevantes a nivel mundial debemos imitar a los países más avanzados. La endogamia es uno de los mayores males de la ciencia y la universidad española y debemos imitar especialmente el ejmplo de Estados Unidos. Recomiendo escuchar la entrevista que Manuel Seara Valero le hizo al Profesor Francisco Ayala hace unas semanas en «A Hombros de Gigantes». Podéis descargar el podcast o escucra el programa en el siguiente enlace (programa del 21 de octubre de 2011).

 

Bernardo Herradón García
CSIC
b.herradon@csic.es
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3 comentarios

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