«No estamos preparados para otro ‘Prestige'»

«prima la cultura de la reacción y no la prevención»

Antonio Figueras es profesor de investigación del CSIC y cuando se hundió el “Prestige” era director del Instituto de Investigaciones Marinas de Vigo.  Nada más conocerse la noticia se fue a recoger fuel a la playa de Cantareira de las Islas Cíes, como miles de voluntarios. Pero estaba llamado a desempeñar un papel más relevante. Fue una de las personas que participaron en el comité científico que asesoró al Gobierno, un órgano que se creó un mes después de la catástrofe, cuando ya se había dedicido mandar el barco al “quinto pino”.

¿Se han recuperado los fondos marinos?

No puedo dar esa noticia porque sin investigación no hay información. Si vas al mercado encuentras producto de la costa gallega, pero si vas a un lugar inaccesible de la Costa da Morte posiblemente haya todavía restos de chapapote. Yo estaba sacando chapapote el 8 de diciembre en Cantareiras y en junio de 2003 había semilla de mejillón. ¿Se había recuperado totalmente? Claro que no. ¿Se estaba recuperando? Claro que sí. Ahora se estudian los plásticos. Se hicieron estudios pero a partir de 2005 o 2006 decaen. Para que haya investigación tiene que haber fondos y si evalúas por el impacto en las publicaciones te vas a otras cosas. En el ‘Prestige’ faltaba y sigue faltando la línea base de la diversidad de los ecosistemas marinos gallegos para que cuando haya un accidente puedas comparar y saber qué está pasando. La costa gallega es heterogénea, tienes desde la zona tranquila de las Rías Baixas que hacen de barrera natural,  zonas muy expuestas como el litoral de Baiona-A Guarda o la Costa da Morte donde pega el mar a lo bruto y no puedes ir a limpiar.

Entonces no se sabe cuánto duró el efecto.

A diferencia del Exxon Valdez en Alaska, allí se siguió trabajando. Aquí pasó el día y pasó la romería. Si quieres hacer un seguimiento tienes que financiarlo en el tiempo.  La Exxon pagó, y aquí había un entramado de sociedades, al final pagó el pato un señor mayor a punto de jubilarse (el capitán) y unos marineros asiáticos que bastante hacían con sobrevivir en un barco como aquel.

¿Puede volver a pasar?

 Claro que puede volver a pasar, esto, lo del covid, lo de la Palma, lo del Alvia, Aznalcóllar, la colza, todo.

¿Estamos mejor preparados?

No. Cuando viví lo del ‘Prestige’ le dije a mi mujer: esto está cogido por alfileres, espero que no tengamos que enfrentarnos nunca a una epidemia vírica. Y nos tuvimos que enfrentar  y ya vimos qué pasó. El Gobierno tiene que tener una unidad permantente de emergencias, que se sepa quién tiene que actuar, quién tiene competencias y quién tiene el conocimiento técnico para asesorar en cada caso, desde una ciclogénesis explosiva a una intoxicación masiva o el volcán de Tenerife. Pero en general, no solo en España, se vive más la cultura de la reacción que la cultura de la prevención, porque es más barata pero la prevención salva vidas y ecosistemas.

¿Qué haría falta?

En 2003 empezamos a dar la lata para que hicieran la ley que determina quién debía estar en el comité de emergencia, cómo tenía que formarse y sus competencias. Esa ley tardó ocho años en aprobarse. Está activa y funcionó varias veces con algún vertido. Si se tardan tantos años en tomar en tomar una decisión, te das cuenta que en medio estamos jugando con fuego. Tampoco se si conocen esa ley todos los que deben saberlo.

¿Qué quedó del ‘Prestige’?

 Hubo una inspección en 2006, a la que acudió la entonces vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega. Vieron que había unas “irisaciones” en el agua. Nunca más se volvió y no sabemos qué está pasando. Debería ir un robot submarino, y de paso estaría bien hacer una campaña en la fosa atlántica donde desde hace 40 años reposan toneladas de residuos radioactivos de toda Europa. Los gobiernos están para rendir cuentas.

¿De dónde salió aquello de los hilillos de plastilina?

Es cierto que fue una expresión que utilizó un técnico en un correo y que luego dijo Rajoy. En ese momento él no sabía que esos hilillos tenían más de un metro de diámetro y la velocidad a la que salía el fuel.

¿Cuánto fuel queda?

Se estimó que entre 5 y 10 mil toneladas, posiblemente adherido a los recovecos del buque. Pero parte del pecio está en una pendiente y es una zona sísmica, se puede venir abajo.

¿Hubiera sido mejor traer el barco o mandarlo fuera?

Creo que todo el mundo estaba de acuerdo en que era mejor traerlo a un sitio y encerrarlo allí, sabiendo que esa zona lo iba a pasar mal, pero yo no soy técnico en la materia. El barco anduvo como un paso de Semana Santa de un lado a otro, se sabía que iba a romper.

¿Se llegó a proponer su bombardeo?

Al comité asesor llegaron todo tipo de sugerencias, una de ellas de Federico Trillo que quería bombardear el barco. Era una locura porque la combustión iba a generar una nube tóxica y a saber donde iba.

Además de los planes administrativos, ¿qué otras lecciones se pueden extraer de la catástrofe?

Una catástrofe de esta naturaleza es como un sopapo con la mano abierta en la cara, te puedes caer pero te recuperas. Sin embargo, la contaminación diaria, la que no vemos, como la fuga de monoxido de carbono de una estufa que mata sin darte cuenta, eso progresa y va cada día a peor. La especie humana tenemos la idea estúpida de que el planeta es infinito y los océanos mucho más. Cuando te vas a zonas muy profundas del océano y ves plásticos te preguntas ¿quién es el cretino que dice que esto es infinito? Pensamos en nosotros, pero no en las próximas generaciones. Mientras eso no cambie no hay nada que hacer.

Rocío Suárez. Entrevista Atlántico Diario. 

El Prestige. Algunos años después.

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