De la Feria del Libro en su segunda semana

La crisis general no parece afectar al libro, por lo que cabe cuestionar las medidas de los grandes editores de sacrificar editores y personal en las empresas. Pero a río revuelto ganancia de pescadores, y en esto los empresarios que lo son tiene gran mérito, pero los que no tienen escrúpulos destrozan el sistema. Vayamos a la Feria sin más rodeos, porque el segundo fin de semana corrobora lo visto en la primera: se agotan los populares y se buscan los clásicos.

            A la espera de las cifras, el comentario general es que el final será positivo, y esto se debe en gran parte al esfuerzo de los libreros y a los pequeños y medianos editores, además de a las empresas especializadas. Son ellos los que soportan el peso cuando hay que apretarse el cinturón, manteniendo la línea de publicar a los noveles, reeditar obras de fondo y apostando por ensayos y trabajos de investigación. Los grandes evitan el problema sesgando su trayectoria hacia los bestseller, presuponiendo que con ello aseguran las ventas. Efectivamente lo consiguen, pero no con el resultado que pensamos. Hay sellos que han cambiado sus esquemas para apostar por la narrativa de autores consagrados y no entran en el mercado. ¿A qué se debe? Pregúntenselo a quien selecciona los títulos. Lo malo es que pierden lo que tenían de bueno para perder también lo que suponían que sería bueno. Es decir que matan la gallina de los huevos de oro.

            La Feria de las vanidades, como la “bautizaron” hace unos años algunos críticos por aquello de las firmas, descubre la trampa de quien pretende hacernos ver que todo va mal. ¿Cómo entonces Planeta ha podido comprar una de las grandes empresas francesas?  Los medios de comunicación dan para mucho, y eso es estupendo mientras no lo pague el sector de la edición.

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