In memoriam

Bueno Enrique. Se acabó. Estas letras son para despedirte, para recordar ese intercambio de correos en el que me contaste las excelencias de tu padre, la maravilla de Cosmópolis, aquel proyecto cultural que revolucionó las publicaciones periódicas en los años veinte, y tus aventuras como fotoperiodistas por esos mundos de Dios. La gente de bien siempre deja huella, más allá del legado material (incluidas esas joyas fotográficas de Cuba). Supongo que te has liberado, y aunque eras vital y transparente, has dejado de sufrir este país que no hay dios que lo entienda.

Descansa en paz, y ojalá que respiremos el polvo de tus cenizas para que por los pulmones nos llegue al alma la esencia de tu persona.

JMSV

 

 Fidel Castro

 Dalí en Nueva York

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