(Giovanni Fattori en tu taller, 1866-1867 Gallerie d’Italia, Piazza Scala, Milán © Photo Paolo Vandrasch, Milán)

Que el arte tiene filtro temporal es ya una máxima. Basta repasar el anecdotario para recordar las decenas de casos de autores que murieron sin que su obra fuese reconocida.

Eso mismo se nos dice en el catálogo sobre los “macchioli”, nombre peyorativo que la crítica endosó a un grupo de jóvenes florentinos a mediados del siglo XIX.

Les llamaron manchistas por la “esbozada esencialidad” de sus creaciones, así que de nuevo el tiempo pone en su sitio a la crítica. Las pinturas que se contemplan en la muestra (retratos, paisajes, escenas de costumbres e históricas) reflejan la sociedad de la época con realismo y tienen uno de sus atractivos en los formatos, no en el tamaño sino en la buscada horizontalidad o verticalidad. Se disfruta con la pintura en todos los temas, y en especial a mi modo de ver con esos paisajes diminutos de luz asombrosa.

Pero entre todos los cuadros hay uno que rompe los esquemas, el que tal vez sea la verdadera muestra del realismo: “Sala de locas en el hospital Bonifacio de Florencia”. Hacia tiempo que no me quedaba contemplando un cuadro tanto tiempo, recreándome en los detalles. Miradas perdidas, gestos muertos, resignaciones, y un grito tan profundo como el de Munch. Hay una mujer que transmite el sufrimiento con los brazos cruzados, la cabeza inclinada hacia detrás y la boca abierta. Lo pintó Telémaco Signorini en 1865, y el que por entonces llamó “manchista” a esta obra debía ser idiota.

Hago un salto mental para dedicar unas palabras a las fotografías que se muestran y a las que inspiraron al grupo, que sin estar presentes se adivinan por todas partes, como bien indica el comisario: “innovaciones estéticas llegan desde la fotografía”. En una vitrina se expone la albúmina con la imagen de Alaide Banti, realizada por Cristiano Banti hacia 1870. Apenas habían pasado treinta años y la foto ya era el documento para memorizar la escena. Junto a la foto se encuentra el delicioso óleo que reproduce la escena, cambiando el objeto que la dama tiene en la mano (tal vez otra fotografía) por una flor blanca a la que se nos van los ojos.

Si quieren que el otoño les cale hasta los huesos vayan a ver la exposición de los “Macchiaioli”, y cuando salgan del palacete que la alberga acérquense entre los puestos de la Feria del Libro Viejo por el  Paseo del Prado hasta la Fuente de Apolo, esa que nadie mira. Si no sienten entonces que hay otro mundo, mal vamos…

 

Fundación MAPFRE

Del 12 de septiembre al  5 de enero de 2014

¡Es gratis!

Compartir:

Deja un comentario