-
Las estrellas se juntan alrededor de la tierra
Como ranas en torno a una charca
A discutir el vuelo de Gagarin.
Ahora sí que la sacamos bien:
¡Un comunista ruso Dando de volteretas en el cielo!
Las estrellas están muertas de rabia
Entretanto Yuri Gagarin
Amo y señor del sistema solar
Se entretiene tirándoles la cola.
De Canciones rusas. 1964-1967
-
Encontré una negrita
que estaba llorando
y le pedí una lágrima
para analizarla.
Recogí la lágrima
con mucho cuidado
en un tubo de ensayo
esterilizado.
Miré de un lado,
de otro y de frente
y me pareció una gota
muy transparente.
Encargué los ácidos,
las bases y sales,
agentes usados
en asuntos tales.
Ensayé en frío,
también en caliente,
y todas las veces
hallé lo de siempre:
No hay rastro de negro,
ni signos de odio.
-
Juan tenía un diamante que valía,
y, por querer saber lo que tenía,
la química estudió, y ebrio, anhelante,
analizó el diamante.
Mas ¡oh, qué horror!... Aquella joya bella,
lágrima, al parecer, de alguna estrella,
halló, con rabia y con profundo encono,
que era sólo un poquito de carbono.
Si quieres ser feliz como me dices,
no analices, muchacho, no analices...
-
Con música del tango Mano a mano
Algebrista te volviste
refinado hasta la esencia
oligarca de la ciencia
matemático bacán.
Hoy mirás a los que sudan
en las otras disciplinas
como dama a pobres minas
que laburan por el pan.
¿Te acordás que en otros tiempos
sin mayores pretensiones
mendigabas soluciones
a una mísera ecuación?
Hoy la vas de riguroso
revisás los postulados
y junás por todos lados
la más vil definición.
-
VII
Las cosas que miramos
se vuelven hacia atrás en el instante
que nosotros pasamos,
y conforme va el tren hacia adelante,
parece que desandan lo que andamos;
y a sus puestos volviéndose, huyen y huyen
en raudo movimiento
los postes del telégrafo clavados
en fila a los costados del camino,
y como gota a gota, fluyen, fluyen,
uno, dos, tres y cuatro, veinte y ciento,
y formando confuso y ceniciento
el humo con la luz un remolino,
no distinguen los ojos deslumbrados
si aquello es sueño, tromba o torbellino.
-
El hombre amoratado en la camilla
con los ojos velados como un pez en la plaza.
Las fibras sueltas que el Doctor Tulp levanta indiferente
y la piel retirada como si fuera un guante.
Mi padre conducía,
llegamos hasta Holanda, con sus canales y sus girasoles,
el mercado del queso aquel domingo,
la lencería azul de la mujer en el escaparate.
Mi padre nos mostraba el Rijksmuseum,
daba clases de historia
y los originales no enseñaban
nada que no estuviese ya en los libros.
No se habló de la muerte,
nos fuimos a comer.
-
Niña, me postro a tus pies
para pintar la pasión
que abrasa mi corazón
como dos y una son tres.
Escucha mi amor vehemente,
pues des que te he conocido
continuamente ha crecido
en progresión ascendente.
Que me quieras solicito
y ésta no mires esquiva:
si es mi beldad negativa
mi cariño es infinito.
Multiplicamini, etcétera,
dijo Dios al padre Adán,
y yo quiero ese refrán
seguir al pie de la letra.
-
Feliz surge la idea que nos lleva
por la senda ingeniosa,
que parece certera,
a la vera, muy cerca,
de ese ansiado teorema.
Pero la esquiva verdad no nos deja,
escondida en su templo,
ni desnuda probarla,
ni tampoco falsarla
con sutil contraejemplo.
Y aunque la mente mil tretas produce,
ofreciendo al diablo el clásico pacto.
-
En el principio era el uno.
Más cerca del punto de la escritura maya
que de la raya vertical de nuestro sistema de notación.
El uno no era una cantidad;
era la pura calidad del Todo indivisible.
Y fue a partir del gran uno que -en un momento dado- brotaron todos los números.
Primero nació el dos
y con él -de inmediato- el tres.
Luego, en vertiginosa sucesión,
surgieron todos los demás números.
Antes del uno no había más que el uno.
No el cero del vacío inexistente.
-
Una y uno, dos
Dos y una, seis.
El pobre burrito
Contaba al revés.
¡No se lo sabe!
- Sí me lo sé.
- ¡Usted nunca estudia!
Dígame ¿por qué?
- Cuando voy a casa
no puedo estudiar;
mi amo es muy pobre,
hay que trabajar.
Trabajo en la noria
Todo el santo día.
¡No me llame burro,
profesora mía!