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Autor
Pedro J. Miana, pjmiana@unizar.es

Einstein y la ciencia aragonesa

Departamento de Matemáticas, IUMA & Facultad de Ciencias, Universidad de Zaragoza,

La llegada de Albert Einstein a la Zaragoza de 1923 no se produce por la casualidad o por la excelente situación geográfica de la ciudad, a mitad de camino entre Madrid y Barcelona. Zaragoza es la última escala académica de un viaje de más de cinco meses y medio y que llevó al flamante premio Nobel de Física de 1921 por Japón, China, Palestina y finalmente España. La ciudad contaba con una prestigiosa Facultad de Ciencias, la tercera del país, y una pujante Real Academia de Ciencias que buscaba labrarse un reconocimiento internacional con el nombramiento de académicos de prestigio. El ambiente científico, cultural y social de la ciudad se apoyaba en el creciente tejido industrial formado por empresas químicas, azucareras y metalúrgicas.

La Facultad de Ciencias reabrió sus puertas en septiembre de 1893, tras unos comienzos difíciles. Comparte edificio con la Facultad de Medicina en el actual Edificio Paraninfo. En sus aulas, figuras relevantes de la vida cultural aragonesa imparten clases y crean escuela entre ellas el químico Bruno Solano “uno de los hombres más útiles de Aragón” o el matemático Zoel García de Galdeano.  García de Galdeano es uno de los primeros científicos españoles que acude a congresos internacionales, a menudo pagados de su bolsillo. Su extensa biblioteca esconde auténticos tesoros científicos como el artículo del matemático Marcel Grossman y el físico Albert Einstein de 1913. En la primera parte de este artículo doble, Grossmann presenta la base matemática sobre las que se apoyan las primeras tesis de la teoría de la relatividad general de Einstein, quien escribe la segunda parte.

La importancia de la investigación científica aragonesa cristaliza en la fundación de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físico-Químicas y Naturales de Zaragoza en 1916. En ella no solo se reunen los principales  investigadores de la Facultad, sino también a otros notables científicos, ingenieros, industriales, docentes  y militares de la vida social y cultural de la ciudad.  García de Galdeano es su primer presidente y tras su renuncia en 1922, el químico Antonio de Gregorio Rocasolano, alumno de Solano, lo sustituye.  

Antonio de Gregorio Rocasolano y Richard Zsigmondy (1922) en Zaragoza. Fondo del Archivo Histórico de la Confederación Hidrográfica del Ebro.

La Academia moviliza un gran cantidad de contactos internacionales de primer nivel. En apenas cinco años visitan Zaragoza el químico y fisiólogo Charles Henry en 1918; el físico Jean Perrin en 1919 (premio de Nobel de Química en 1926); en 1921 el matemático Jacques Hadamard y el premio Nobel de Química de 1912, Paul Sabatier; y en 1922 el químico alemán Richard A. Zsigmondy, premio Nobel de Química en 1925.

En Zaragoza se producía ciencia de primer nivel y el Laboratorio de Investigaciones Bioquímicas de Rocasolano era uno de sus principales motores. Creado en mayo de 1916 recibió una financiación de 15.000 pesetas concedida por el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes a la que se le sumó una segunda ayuda de otras 15.000 pesetas anuales del Ayuntamiento de Zaragoza. Estas cantidades, así como el apoyo de donaciones privadas, le permitieron adquirir equipamiento de vanguardia, entre ellos el ultra-microscopio diseñado por Richard Zsigmondy y así convertirse en un referente internacional en las investigaciones sobre la cinética de coloides. Rocasolano conoce los trabajos de Einstein, Perrin y Zsigmondy y los cita en sus publicaciones. La amistad y complicidad entre Rocasolano y Zsigmondy queda reflejada en las fotografías, invitaciones y visitas mutuas que se hicieron ambos investigadores durante este periodo. Por su parte, Einstein visitó el Laboratorio de Rocasolano en la mañana del 14 de abril de 1923, siendo retratado en sus instalaciones. Antoni Rius Miró, catedrático de la Escuela Industrial de Zaragoza  es un asiduo colaborador de Rocasolano y toma la instantánea que más tarde publicará en la Revista del Centro de Lectura de Reus.

El catedrático de Física Jerónimo Vecino y Varona, alumno de Blas Cabrera, mantenía numerosos contactos internacionales, entre ellos con Marie Curie. Hizo las presentaciones al llegar Einstein a Zaragoza, lo acompañó durante gran parte de su visita, incluso a la zarzuela en el Teatro Principal.  Como el mismo Jerónimo Vecino afirma en su publicación Breve y Sencilla Exposición de la Teoría de la Relatividad de Einstein al alcance de todos, mantuvo largas conversaciones con Einstein.

En muchos de los innumerables libros de vulgarización de las teorías de Einstein, aparece éste como un revolucionario científico que viene a destruir todo lo que hasta ahora se había edificado. Es un error que el mismo Einstein tiene empeño en hacer desaparecer, conforme he podido ver en mis largas conversaciones con él.

El ingeniero Manuel Lorenzo Pardo visito Zürich en varias ocasiones, coincidiendo con Einstein antes de la marcha de este a Berlín en 1914. Lorenzo Pardo realizó importantes obras en la cuenca hidrográfica del Ebro, entre ellas el embalse del Ebro y fue el fundador y primer Director Técnico (actual presidente) de la Confederación Hidrográfica del Ebro en 1926. Como secretario de la Academia, firmó el título de Académico Correspondiente de Albert Einstein. El matemático Pedro de Pineda también vivió en Zürich coincidiendo con Einstein en esta ciudad,  como afirma su familia.

Y la lista de importantes científicos aragoneses que trataron con Albert Einstein en su visita de 1923 continua: Santiago Ramón y Cajal, Odón de Buen, Paulino Savirón, Casimiro Lana Sarrate, Julio Palacios o Miguel Catalán, entre otros. Seguramente se debe al buen hacer de todos ellos que Albert Einstein aceptará la invitación promovida por la Facultad y la Academia de Ciencias para que pasara dos días en Zaragoza. Aquel lejano día 12 de marzo de 1923, hace hoy un siglo, bajo del rápido de la tarde de Madrid en Zaragoza una de las figuras más importantes de la historia de la Ciencia, Albert Einstein.
 

Título de Académico Correspondiente de la Real Academia de Ciencias de Zaragoza otorgado a Alberto Einstein.

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