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"Hace falta la voluntad decidida de todos los actores del sistema de innovación español para atraer y retener a los mejores"

Entrevista a Javier García Martínez, Presidente de la recién creada Academia Joven de España

Javier García Martínez (1973) es catedrático de Química Inorgánica de la Universidad de Alicante, donde dirige el Laboratorio de Nanotecnología Molecular. Inventor de 24 patentes, la mayoría en aplicación comercial, es cofundador y director científico de la empresa Rive Technology, una spin-off del MIT que le valió el premio de la Asociación de Españoles Científicos en EEUU (ECUSA). También cuenta en su haber con el premio Rey Jaime I de Nuevas Tecnologías (2014) y el Premio al Investigador Emergente de la Sociedad Americana de Química (2015). Gran divulgador y muy concienciado con el talento joven, decidió invertir gran parte de la dotación económica que lleva asociado el premio Rey Jaime I para fundar Celera, un programa de tres años gracias al que más de cincuenta jóvenes españoles han disfrutado de formación, oportunidades y recursos para que desarrollen todo su potencial personal y profesional. Precisamente para reconocer el compromiso de Javier con los jóvenes investigadores de nuestro país, la Asociación Española de Científicos le concedió el año pasado su Placa de Honor. Desde hace unos días, es el Presidente de la recién creada Academia Joven de España (AJE).

¿Por qué era necesaria la creación de una institución de estas características en nuestro país?

Fundamentalmente por dos razones. En primer lugar, porque cuarenta países cuentan ya con Academias Jóvenes y hasta ahora no podíamos participar en los programas, proyectos y actividades que organizan. Gracias a la creación de la AJE, los jóvenes investigadores españoles van a poder acceder a  esta red internacional de talento y desarrollar nuevas colaboraciones. Por otra parte, la Academia es importante para dar a conocer y poner en valor la excelente labor que desarrollan los investigadores jóvenes de nuestro país a la vez que desarrollamos programas y actividades propias.

¿Cuál es el objetivo de la Academia Joven de España y qué hitos se ha impuesto o le gustaría lograr como primer Presidente de la institución?

Mi principal objetivo es poner la Academia en marcha. Nacemos con mucha ilusión, y tanto mis compañeros como yo estamos muy comprometidos, pero queda todo por hacer. Mis dos hitos para los próximos doce meses son en primer lugar seleccionar a primeros miembros no fundadores. Para ello vamos a lanzar una convocatoria próximamente y elegir un panel internacional independiente que se encargará de seleccionar a los nuevos académicos. Vamos a hacer todo lo posible para fomentar la diversidad, tanto de género, como de disciplina y geográfica. Por eso quiero animar a que se presenten mujeres, personas de todas las ramas del conocimiento (incluidos investigadores que trabajen en el sector privado) y de todas partes de España. Además, hemos establecido en nuestros Estatutos que los españoles que trabajen en el extranjero podrán ser también miembros de pleno derecho, por lo que también les animo a presentarse a los investigadores que desarrollan su tarea más allá de nuestras fronteras. El segundo hito, es organizar una jornada para presentar la Academia a la que vamos a invitar a los mejores investigadores jóvenes de nuestro país para que presenten sus resultados. Queremos que sean más conocidos y sirvan de modelo a seguir a los más jóvenes.

En varias ocasiones le hemos oído defender que la nanotecnología no consiste en hacer las cosas pequeñas, sino en hacer las cosas nuevas. Esto tiene un cierto componente revolucionario. ¿Cómo cambiará la nanotecnología nuestras vidas, si es que no la está cambiando ya?

Efectivamente, hacer las cosas pequeñas no es lo que define a la nanotecnología, ni siquiera lo que la hace útil, lo que es nuevo de la nanotecnología es que los materiales se comportan de forma totalmente distinta cuando modificamos su estructura, tamaño o morfología a escala molecular. Y estas nuevas propiedades les confieren nuevas aplicaciones que, en muchos casos, son ya una realidad comercial. Gracias a la nanotecnología tenemos nuevas herramientas para diagnosticar el cáncer de forma más precisa y temprana, de eliminar tumores difíciles de tratar, y de producir energía más limpia y eficiente con celdas solares que no requieren de silicio. La lista es enorme y sin duda seguirá creciendo. De hecho, se estima que en sólo cinco años, la nanotecnología generará más de 100.000 millones de euros y dará empleo a más de dos millones de personas.

¿Qué le hizo a usted dar el salto al emprendimiento?

Recuerdo perfectamente el momento en el que tomé esa decisión. Fue durante mi estancia post-doctoral en MIT. El estudiante de doctorado con el que compartía el lugar de trabajo, me contó como gracias a su investigación y a una empresa que había fundado estaba ayudando a personas con diabetes con una nueva tecnología que permite suministrar la insulina de forma más controlada y autónoma. En ese momento me di cuenta de que gracias al emprendimiento las personas pueden beneficiarse de los descubrimientos que hacemos en el laboratorio. Fue entonces cuando decidí crear una empresa para comercializar los catalizadores en los que llevamos años trabajando y que permiten generar más y mejores combustibles a la vez que reducen la cantidad de CO2.  

Afortunadamente cada vez son más los científicos que se lanzan a comercializar los descubrimientos que desarrollan en el laboratorio. ¿Son los científicos emprendedores un agente decisivo en el desarrollo socio-económico de nuestra sociedad?


Los científicos que se decidan a emprender van a ser los protagonistas de nuestro tiempo. No sólo porque van a descubrir las soluciones a los grandes problemas a los que nos enfrentamos, sino porque van a poner estas soluciones al alcance de todos.

Los grandes retos de nuestro tiempo, desde cambio climático a la lucha contra las enfermedades y desde las nuevas formas de energía hasta el acceso a agua potable, tienen en común la necesidad de nuevos descubrimientos que permitan hacer realidad lo que hoy es imposible, bien porque es muy caro, ineficiente o requiere de recursos escasos. Pero, siendo importante hacer ese descubrimiento, no lo es menos ponerlo al alcance de todos mediante empresas que sean capaces de escalar y sostener la producción y venta de nuevas soluciones, para que cuanto antes las personas puedan beneficiarse de los resultados de la investigación.

Usted ha estado en las más prestigiosas instituciones científicas internacionales, fue el primer español en recibir el Premio al Investigador Emergente de la Sociedad Americana de Química, uno de los primeros investigadores españoles que se lanzó a emprender, tiene en su haber más de 20 patentes, es miembro del Foro Económico Mundial… ¿Qué le diría a esos jóvenes investigadores que trabajan en condiciones precarias y que se sientan tentados de tirar la toalla?


No ha existido un tiempo en el que sea más urgente y  emocionante dedicarse a investigar. Hoy tenemos herramientas que nos permiten hacer lo que parecía imposible hace muy poco.Ser científico es la decisión más importante que he tomado en la vida.

En primer lugar, que les entiendo perfectamente. Cuando empecé a investigar tenía una beca que apena cubrías mis gastos básicos y que no cotizaba ni me daba derecho a paro. Ahora, y desde las distintas organizaciones a las que pertenezco, trabajo para que mejore de forma significativa las condiciones de los investigadores jóvenes de nuestro país de forma que puedan desarrollar una de las actividades más importantes para nuestro futuro de forma digna y eficaz. Dicho esto, no ha existido un tiempo en el que sea más urgente y  emocionante dedicarse a investigar. Hoy tenemos herramientas que nos permiten hacer lo que parecía imposible hace muy poco.

Ser científico es la decisión más importante que he tomado en la vida. Me ha hecho más consciente de quien soy y del mundo que me rodea. La búsqueda de la verdad y el rigor en mi trabajo me han hecho más libre y, si bien no más feliz, me ha dado el valor de mirar al futuro con arrojo y vivir la vida plenamente. La ciencia es la mayor aventura de nuestro tiempo, y no se me ocurre causa por la que merezca más la pena dedicar toda la vida.

Usted siempre ha estado muy comprometido con el talento joven.  La crisis del 2012 supuso la pérdida de muchos jóvenes y las condiciones del mundo investigador hacen que aún hoy muchos jóvenes investigadores salgan de nuestras fronteras. ¿Qué podemos hacer para recuperar, atraer y mantener ese talento?


El gran reto del sistema público de investigación para los próximos años es la atracción y retención del mejor talento. Hace falta la voluntad decidida de todos los actores del sistema de innovación español para atraer y retener a los mejores.

Precisamente esa fue la razón por la que en 2014, cuando me concedieron el Premio Rey Jaime I, decidí dedicar buena parte de su dotación económica a crear Celera, para que los jóvenes investigadores españoles puedan desarrollar todo su potencial en su país. Pero incluso con la ayuda de instituciones tan importantes como la Fundación Rafael del Pino, la Fundación Banco Sabadell y la Fundacion Francisco Soria Melguizo, no podemos atender a todos los jóvenes investigadores del país. Son necesarios cambios mucho más profundos. Por ejemplo, la endogamia que existe en la universidad, y que no se ha solucionado a pesar de las denuncias que se han hecho reiteradamente, es inaguantable. No solo por injusta, sino porque lastra nuestra competitividad, la educación de nuestros jóvenes y la investigación que se realiza en España. Si no seleccionamos a los mejores, estamos condenados a la mediocridad.  En muchos casos, aquellas personas que han sido seleccionados en procesos muy competitivos, como los programas Juan de la Cierva o Ramón y Cajal,  son percibidos como un problema por las universidades que no saben cómo estabilizarlos frente a los candidatos de la casa. El gran reto del sistema público de investigación para los próximos años es la atracción y retención del mejor talento. Y digo reto, porque ni siquiera poniendo los recursos necesarios es suficiente; hace falta la voluntad decidida de todos los actores del sistema de innovación español para atraer y retener a los mejores.

¿No es un poco incoherente que tratemos de despertar las vocaciones científicas entre los alumnos madrileños con la “excusa” de que en los próximos 10 años las nuevas empresas tecnológicas serán responsables de la creación de más de un millón de nuevos empleos y que, por tanto, el futuro pasa por las disciplinas STEM (Ciencias, Tecnologías, Ingenierías y Matemáticas en inglés), pero que esas mismas disciplinas sigan enseñando las mismas cosas que en el siglo XX?

Hoy en día nadie pone en duda la necesidad de adaptar el sistema educativo actual -que es fruto de la segunda revolución industrial- a los conceptos y habilidades de un tiempo nuevo. Sin embargo, no se están produciendo los cambios deseados a la velocidad necesaria. Por eso existe un riesgo cierto de que la universidad se convierta en algo irrelevante. El futuro no está en los títulos sino en las personas capaces de resolver problemas nuevos y liderar equipos diversos y eficaces en entornos cambiantes. La tecnología ha democratizado el acceso a la educación hasta el punto de que hoy en día es posible estudiar en las mejores universidades del mundo online, de forma totalmente gratuita. Algunos de estos cursos tienen más estudiantes que muchas universidades españolas y sus alumnos aprenden de los mejores expertos mundiales sobre distintos temas a la hora que quieren y sin necesidad de salir de casa. La universidad debe reinventarse para convertirse en un espacio donde ocurran cosas interesantes, de forma que merezca la pena compartir ese lugar común con otros jóvenes con los mismos intereses. Por ejemplo, la investigación científica, el emprendimiento y el liderazgo son actividades que ocurren en espacios donde conviven personas con intereses similares, actividades que deben ser el centro de la actividad universitaria del futuro.

Es usted un viejo conocido de nuestra Fundación: No sólo ha colaborado en numerosas ocasiones escribiendo artículos para nuestra publicación Notiweb madri+d, sino que participó en la Noche Europea de los Investigadores de Madrid en su edición de 2015. ¿Qué le llevó a participar? ¿Qué nos puede contar de esta experiencia?


La búsqueda de la verdad, el compromiso con la evidencia y el rigor intelectual son los mejores antídotos contra la locura que supone tomar decisiones basadas en el odio, la intolerancia y el fanatismo.

Pocas cosas me dan tanta alegría como divulgar lo que hago. Compartir mi pasión por la ciencia con otras personas. Y la Noche Europea de los Investigadores, al igual que otras muchas iniciativas, son una gran fiesta del conocimiento donde investigadores, familias, jóvenes y todo tipo de personas comparten su entusiasmo por aprender juntos. Creo que los científicos tenemos la obligación moral de compartir con todos aquello que hemos aprendido investigando, pero sobre todo es una experiencia que me hace muy feliz y que reconecta con la razón por la que decidí convertirme en científico, esto es, para solucionar los grandes problemas con inteligencia, rigor y esfuerzo. En un tiempo en el que la mentira se utiliza con intención y gran precisión, la búsqueda de la verdad, el compromiso con la evidencia y el rigor intelectual son los mejores antídotos contra la locura que supone tomar decisiones basadas en el odio, la intolerancia y el fanatismo.  

¿Cree que este tipo de iniciativas revierten a medio-largo plazo en las vocaciones científicas de nuestros jóvenes?

No tengo la menor duda. Cada vez que doy una conferencia, al terminar, se acerca un niño con alguna pregunta, lleno de curiosidad y con esa chispa en la mirada que denota que quiere saber más. No hay nada más humano que las ganas de conocer. Los niños siempre nos están preguntando el porqué de las cosas. Y esa es la pregunta que tratamos de responder los científicos. Nada es tan contagioso como la curiosidad, y los jóvenes responden con entusiasmo a aquellas actividades en las que les contamos todo lo que aún queda por saber.

Por último, nos gustaría terminar con una batería de preguntas cortas:

¿Cuáles son sus hobbies?

Viajar. No hay nada que me haga sentir más vivo, nuevo y que despierte tanto mi curiosidad. Soy mucho más productivo cuando viajo, algo que hago continuamente. De hecho, viajar se ha convertido en una forma de vida.

Si pudiera viajar en el tiempo, ¿a qué momento histórico se trasladaría?

Hay muchos personajes históricos a los que me encantaría conocer que me impulsan a viajar al pasado, pero no puedo resistirme a viajar al futuro. Me despierta demasiada curiosidad.

Recomiéndeme un libro.

“El sistema periódico” de Primo Levi. En 2019 celebramos el Año Internacional de la Tabla Periódica y el centenario del nacimiento de este autor, químico y superviviente de los campos de concentración de la Segunda Guerra Mundial.

¿En qué lugar del mundo le gusta perderse?

En Oriente Medio. Lo he visitado en muchas ocasiones y por alguna extraña razón, allí me siento como que vuelvo a casa.

¿Cuál es la última película que ha visto? ¿Y el último concierto al que ha asistido?

La última película que he visto ha sido Dolor y Gloria de Almodóvar y el último concierto fue un recital que dio Plácido Domingo en el Palau de la Música de Valencia. 

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