Los lunes al sol (Fernando León de Aranoa, 2002)

Reseña de Iris Solana:

Los lunes al sol es una película dirigida por Fernando León de Aranoa, Licenciado en Ciencias de la Imagen por la Universidad Complutense de Madrid. El guión está escrito por él junto a Ignacio del Moral. El largometraje se estrenó en septiembre de 2002 en el Festival de cine de San Sebastián, donde consiguió la Concha de Oro a la mejor película.

Al año siguiente fue galardonada con cinco Goyas: mejor película, mejor director, mejor actor (Javier Bardem en el papel de Santa), mejor actor de reparto (Luis Tosar cómo Jose) y mejor actor revelación (José Ángel Egido por su interpretación de Lino).

 

El filme nos sitúa en una ciudad al norte, dividida por una ría de aguas verdes, donde reside un grupo de amigos, antes compañeros de trabajo en el astillero, que fueron despedidos debido a la reconversión industrial. La mayoría de ellos actualmente se encuentran en paro.

El bar de Rico (uno de los pocos que trabaja) es el lugar de encuentro. Se trata de un lugar anodino, apenas alumbrado por un tubo de neón, donde los amigos charlan, debaten y discuten acerca de su presente, pasado y futuro. Comparten recuerdos, expresan opiniones, esperanzas, tristezas, aspiraciones, fracasos. La oscuridad y la luz mueven sus vidas.

Al tratarse de una ciudad costera, la convivencia con el mar como medio de vida es cotidiana para los personajes, pero el mar también representa una terrible barrera, ya que el terreno adquiere otro valor en la sociedad en la que se desarrolla la historia.

 

El mar como expectativa de una nueva vida y también como origen de su frustración actual. El océano, principio y fin, alegría y tristeza, miedo y esperanza, en primera línea o bien de fondo aparece de forma constante a lo largo de toda la cinta. Y junto al agua, la luz y la oscuridad, el placer y el dolor, los sueños y la apatía, en definitiva la vida y la muerte.

 

El propio Fernando León dice que los protagonistas de su historia “Conocen los formularios del miedo porque los rellenan a diario. […] conocen el valor de la alegría porque la saben recreo, bien escaso, rato de sol en invierno”, añadiendo que “transitan por su propia existencia con la sensación de haberse colado en ella, polizones en el barco fantasma del progreso, náufragos de sus propios sueños, y de los de sus mujeres, y de los de sus hijos”.[1]

 

Poesía y realidad van de la mano. En varias ocasiones vemos como esta historia sin el mar no existiría. La canción “La Mer” de Charles Trenet suena mientras Santa sueña a través de una gotera con la idea de cruzar el mar a las antípodas “¿sabes porque se le llama las antípodas? Porque significa lo contrario”.

 

En “El poeta y la realidad” Pedro Salinas manifiesta: “El objetivo del poeta es la creación de una nueva realidad dentro de la vieja […]. La realidad es indispensable al poeta, pero en sí sola no es suficiente. Lo real es crudo. […]. El don del poeta consiste en nombrar las realidades cabalmente, en sacarlas de la enorme masa del anonimato […]. El poeta se coloca ante la realidad lo mismo que un cuerpo humano ante la luz, para crear otra cosa: una sombra”.[2]

 

Fernando León de Aranoa a través de la luz y el mar nos muestra de forma conmovedora la cruda realidad de millones de desempleados. Situaciones, vidas, entre luces y sombras, entre la esperanza y la desesperación.

 

El mar, determina la forma de ser, las profesiones de los personajes… antiguos trabajadores de astilleros, ahora desempleados. El bar donde se reúnen se llama La Naval en clara referencia a todo lo referido con la industria naval de la que vive el pueblo. También Ana, la mujer de Jose, trabaja en una conservera de pescado. Curiosamente Jose llama a su mujer “sirena” nombre del primer cortometraje de Fernando León. Esta cinta se estrenó en 1994 y fue premiada en varios festivales nacionales. Narra la historia de un viejo marinero que “no se murió el día que le tocaba morirse porque estaba sordo” y no oyó el canto de las sirenas, sobreviviendo así al naufragio en el que perecieron todos sus compañeros. Pero su vida quedó en el fondo del mar junto a sus amigos y solo espera ya reunirse con ellos porque “nadie puede escapar de las sirenas y antes o después todos acabamos escuchándolas”.

 

En su libro Laberintos narrativos, Mª Ángeles Martínez señala que “el espacio narrativo es una categoría para el conocimiento, que no se percibe en sí mismo, sino por relación a los objetos que están en él y nos permite señalar distancias y por relación a los personajes, que se mueven y alteran las relaciones espaciales”.[3]

 

El mar es un espacio narrativo recurrente en la película. Santa, el protagonista, sueña con cruzar el océano y en las antípodas encontrar lo contrario, la luz que ilumine su sombra actual. Cuando espera el transbordador mira el líquido elemento erguido, orgulloso, contemplando su inmensidad. Disfruta las caricias del sol mientras atraviesa la ría. Por otro lado, siente nostalgia ante el enorme buque a medio construir que, finalmente, no verá cumplido su destino de navegar. En la ensenada deciden arrojar las cenizas de su fallecido amigo Amador, las aguas serán su lugar de descanso.

 

Mª Ángeles Martínez especifica que “El espacio fílmico cobra entidad en función de su interrelación con los personajes […]. El espacio contribuye a la configuración del personaje en tanto que le ofrece un punto de partida […]. Se produce una semantización recíproca espacio-personaje […]. El espacio refleja, aclara o justifica el estado anímico del personaje” e incluso matiza que “Existen textos en los que el espacio adquiere una dimensión tan relevante para el relato que él mismo se constituye en un personaje de una importancia crucial para el desarrollo de la acción”, otorgando especial importancia a “la función simbólica y poética del espacio, que sirve también para conocer la psicología y conducta de los personajes”.[4]

 

Sin embargo, hay autores que opinan que ciertas escenas como cuándo Santa acompaña a Amador a su casa y descubre las condiciones en las que vive, apagando la luz cuando se marcha, pierden parte de su fuerza y simbolismo poético ante la repetición de apagar la luz nuevamente cuando Amador muere y una vez más en el entierro.

 

Santa, Jose, Lino cruzan la ría en barco Los lunes al sol para sellar el paro. La luz cumple un papel imprescindible en la película; refleja la vida y la muerte, el bienestar y la desesperanza.

En otra escena del filme vemos como Santa es sancionado con una multa por romper una farola que pertenecía a la empresa de astilleros. Rompe la farola durante una manifestación, y rompe así con su ilusión. Al regresar del Juzgado con su abogado le dice que pare un momento y tras bajarse del coche, lanza una piedra rompiendo la luz de otra farola de la empresa. Y así, con este gesto, deja simbólicamente a oscuras a aquellos sujetos que le han sumergido en las sombras.

 

Amador es un personaje representativo de la luz. Hay una escena en que contempla la claridad, que refleja su vida, una persona que ya solo contempla y que no vive, porque ya no tiene vida. Fernando León nos describe a Amador como “un espejo deformado, en el que cualquiera de ellos podría mirarse en breve. Una noche más larga que las otras”[5]

 

Amador requiere siempre que se apague el alumbrado, aunque él no pague la factura. En el bar incluso se molesta porque la bombilla no se apaga tras pulsar el interruptor. Cuando se suicida, Santa descubre el cadáver de su amigo por la luz de portal, que parpadea hasta que finalmente se apaga y hay un fundido en negro, en clara referencia a la muerte.

Después vemos como Santa deja a oscuras las habitaciones en las que está Amador, como símbolo de descanso, de paz, la vida le había desbordado. Santa: “no estés triste Nata, que así está más tranquilo”.

 

Según manifestó Fernando León en una entrevista publicada en El País el título surgió a raíz de cosas que leíamos en los periódicos sobre un movimiento en Francia de parados que empezaron a organizar actividades y jornadas de lucha al tomar conciencia de que eran un grupo social muy numeroso. A esas jornadas las llamaron Los Lunes al Sol”[6]

 

Pero la presencia de la luz en el título va más allá. En el cartel de la película percibimos el efecto del sol y vemos como Santa (Javier Bardem) disfruta de su calidez y luminosidad. Los lunes, primer día laborable tras el fin de semana, marcan la actividad de la ciudad, pero nuestros personajes están parados. Ellos irónicamente pueden disfrutar de los lunes al sol. Por último señalar que la palabra lunes proviene del latín y significa “lunae dies” día de la luna. Y la luna, nos muestra siempre su cara iluminada.[7]

 

Poesía y realidad impregnan esta obra. Un paisaje hermoso y desolador. Los personajes reflejan la historia de todos aquellos que pasan los lunes al sol. Crudas realidades con sus luces y sus sombras. La luz del sol, fuente de energía natural, símbolo de descanso, ocio, libertad… frente a la luz mortecina, artificial, eléctrica, como la vida en penumbra de los personajes sin empleo, sin oportunidades. La luz eléctrica acarrea a Santa perder el juicio. La luz del sol por el contrario, supone uno de los pocos placeres que puede permitirse.

 

Alrededor del mar y la luz se construye toda la historia. El final se llena de simbolismo. Tras la muerte de Amador, sus amigos, roban un barco para tirar sus cenizas a la ría. El mar finalmente amparará el descanso de Amador. Pero sus cenizas sólo ven la luz cuando Santa abre la urna para verter una copa de aguardiente, ya que al ir a lanzarlas al mar se dan cuenta que las han olvidado. La ironía alivia la desdicha y se produce una sonora carcajada colectiva.

Mientras, amanece un luminoso día. Amador no está presente. Su oscuridad nunca volverá a iluminarse. Y por unos momentos, escapando de la realidad, Santa y el resto del grupo disfrutan de otro lunes al sol, pero en ésta ocasión ellos conducen su barco en medio de un mar de aguas tranquilas y cálidas.

 

 

 

Bibliografía

LEÓN DE ARANOA, Fernando: Los lunes al sol, Ocho y medio, libros de cine. Madrid, Octubre 2002.

MARTINEZ GARCIA Mª Ángeles: Laberintos narrativos, estudio sobre el espacio cinematográfico. Editorial Gedisa, S.A. Barcelona 2012.

RIENDA POLO, José: Museo marítimo itinerante, analectas del mar como elemento funcional en la poesía española contemporánea, Editorial de la Universidad de Granada, 2006.

TERZAGO CUADROS, Jorge: Tesis sobre Alfred Thayer Mahan (1840-1914) Contralmirante U.S Navy, su contribución como historiador, estratega y geopolítico. Universidad Viña del mar, Chile, 28-10-2005.

 

Hemeroteca

DEL BARRIO, L.M: Diario ABC, Madrid, 25-03-1988, pág. 13

El País, Cultura: Reportaje 50º FESTIVAL DE CINE DE SAN SEBASTIÁN, El triunfo de los olvidados. 29 de Septiembre de 2002. Ediciones El País, S.L.

El País, Espectáculos: Entrevista a Fernando León, 30 de septiembre de 2002. Ediciones El País, S.L.

 

Webgrafía

http://www.elmundo.es/elmundo/2011/10/24/valladolid/1319487007.html (última consulta 30/04/2013)

http://www.elmundo.es/elmundo/2002/09/24/cine/1032859948.html (última consulta 12/05/2013)

http://www.elmundo.es/elmundo/2002/09/23/cine/1032792621.html (última consulta 12/05/2013)

http://elpais.com/diario/2002/09/29/cultura/1033250404_850215.html (última consulta 30/04/2013)

http://sestao.wordpress.com/ (última consulta 20/04/2013)

https://www.youtube.com/watch?v=txeCkWhQuNA (última consulta 20/04/2013)

 

 

Iris Solana, 2013.



[1] LEÓN DE ARANOA Fernando: Los lunes al sol, Ocho y medio, libros de cine. Madrid, Octubre 2002. Pág. 7

[2] RIENDA POLO, José: Museo marítimo itinerante, analectas del mar como elemento funcional en la poesía española contemporánea, Editorial de la Universidad de Granada, 2006. Págs. 208-209

[3]MARTINEZ GARCIA Mª Ángeles: Laberintos narrativos, estudio sobre el espacio cinematográfico. Editorial Gedisa, S.A. Barcelona 2012. Pág. 62

[4] MARTINEZ GARCIA Mª Ángeles: Laberintos narrativos, estudio sobre el espacio cinematográfico. Editorial Gedisa, S.A. Barcelona 2012. Pág. 67

[5] LEÓN DE ARANOA Fernando: Los lunes al sol, Ocho y medio, libros de cine. Madrid, Octubre 2002. Pág. 154

[6] El País, Espectáculos: Entrevista a Fernando León, 30 de septiembre de 2002. Ediciones El País, S.L.

[7] Como la Luna tarda el mismo tiempo en dar una vuelta sobre su eje que alrededor de la Tierra, siempre nos muestra la misma cara. Aunque parece brillante, solo refleja el 7% de la luz que recibe del Sol.

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