¿Se pierden los libros en las bibliotecas? Miren al fondo de los anaqueles
Texto: Juan C. Marcos Recio
Leamos el texto de El País:
«Más de 9.000 libros se han extraviado en la Biblioteca Británica, entre ellos tratados renacentistas de teología y alquimia, un texto de astrología medieval, así como primeras ediciones. La Biblioteca no cree, sin embargo, que alguien los haya robado, sino que tal vez estén perdidos entre los 650 kilómetros de estanterías de ese centro, informa hoy el diario The Guardian.
Uno de los libros al que se le ha perdido la pista es el titulado De la Usuria Legal e Ilegal de los Cristianos, del teólogo alemán del siglo XVI Wolfgang Musculus, que la biblioteca valora en 22.000 euros. Otros son una Carta de Astrología publicada en 1555 de la que es autor el famoso filósofo judío cordobés Maimónides (1135-1204), primeras ediciones de El Retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde, y Canzoni, del poeta norteamericano Ezra Pound. También ha desaparecido una edición de lujo del libro de Adolf Hitler Mi lucha, que se publicó con motivo de los 50 años del dictador alemán.
Según Jennifer Perkins, de la Biblioteca Británica, los libros se consideran extraviados cuando un lector los reclama y no aparecen en la estantería en la que deberían estar normalmente. Los mayores tesoros de la Biblioteca, entre ellas la Magna Carta, se guardan en una galería especial sometida a controles de conservación y seguridad extraordinarios.
Muchas de las pérdidas se produjeron justo antes o después de 1998, año en el que se trasladó la colección desde el Museo Británico a un moderno edificio cerca de la estación de St. Pancras.
El pasado mes de enero, un coleccionista iraní llamado Farhad Hakimzadeh fue encarcelado por haberse llevado mapas, ilustraciones y páginas de varios volúmenes valiosísimos de los fondos de esa biblioteca».
Está claro que las joyas literarias interesan a muchas personas. Unas por el interés artístico, otras por el valor económico y otras por su contenido. En todo caso, hay que RESPETAR y VALORARLAS en su justo término. No se puede permitir que ciertas personas accedan a primeras ediciones. Sólo aquellos investigadores que hayan demostrado que conocen las obras y su valor, pueden trabajar con ellas. Por supuesto, al acabar cada día han de devolverlas y nunca sacarlas de la sala de préstamo.
Normalmene no se pierden, se los llevan.