Juan C. Marcos Recio

Ya no está. ¿Por qué se fue? Él mismo decidió. Quizás haya muerto para siempre.

Teníamos cada día la actualidad informativa. Era la competencia directa de los medios y hasta de las redes sociales, porque cada quien las utilizaba en su beneficio. Era la información al instante. Contada con un estilo muy personal, diverso, singular. La información en estado puro. ¿Nostalgia? Pues claro. Era un momento diferente de la clase. Todos se esforzaban por que su información trascendiera aquellas paredes de cemento armado.

-Mis piernas, ya no tiemblan, dice una alumna.
– Las mias tiemblan cada día en clase , responde otra.
– En mi caso, es pura experiencia, añade un tercer alumno.

-¿Quién lo inventó? ¿A quién se le ocurrió? se escucha entre murmullo al fondo del aula.

Y de ese murmullo sale una frase positiva para el grupo: Fue excitante dicen desde los laterales de la clase; al menos, fue excitante mientras duró. Te veías obligado a seguir la actualidad por unos días para ofrecer tu mejor versión.

De los primeros lugares del aula se escucha entre dientes, bajito como hablando para uno mismo: «Yo sigo soñando con él cada mañana. Es mi amor consentido».

Estar informados en la actualidad, en un grupo de más de cien personas, es un reto que asumimos al comenzar a estudiar periodismo. Hoy, desde la distancia del deber cumplido, contamos, narramos, ofrecemos nuestras experiencias vividas, de tipo personal, periodístico, humano, tecnológico, etc.

Pero no, no nos engañemos. No si queremos seguir en esta profesión que la mayoría de ustedes decidieron por vocación. Este minuto informativo nos acompañará para toda la vida. Informar es un reto, nuestro reto, que ya superamos en la primera ocasión en la que nos enfrentamos. Periodismo en estado puro.

Compartir:

159 comentarios

  1. Las doce en punto de uno de los primeros días de clase. Se levanta el profesor, tiende su móvil a una alumna y comienza a decir algo así como:
    «Buenos días, son las 12 en punto del miércoles 28 de septiembre, mi nombre es Juan Carlos Marcos Recio y les traigo el minuto informativo de Radio Complutense.´´, los 50 segundos restantes se llenaron de las principales noticias del día, y al finalizar, cogió el móvil y pausó la grabadora.
    Quizá es en este momento cuando mejor se puede analizar la personalidad y, hasta me atrevería a decir, la vocacionalidad de cada una de las 107 caras observadoras. Cada una a su manera: caras de felicidad, llenas de una especie de entusiasmo infantil y aspiraciones, caras de perpejlidad y desconcierto, caras con el ceño fruncido o algunas a las que 60 segundos les suponía demasiado para permanecer atentas.
    A continuación, el profesor levantó el rostro del teléfono y con una sonrisa nos dijo «Ahora vais a tener que hacer esto vosotros cada día´´ y este, fue el comienzo de más o menos, 100 minutos de periodismo particular. 100 minutos de reflejar cada una de las 100 caras del primer día, en la manera de contar noticias. Para mí, eso ha sido el minuto informativo, 60 segundos de hacer el periodismo nuestro, la primera vez que desgraciadamente no estaremos influenciados por nadie más que nosotros a la hora de dar información, aunque quizá lo estemos indirectamente según cuáles sean nuestras fuentes.

  2. Si ya lo hice frente al espejo y frente a mis compañeros de piso, en clase estará chupado, eso pensaba yo, que incrédula. El día que me tocó hacerlo fue un auténtico caos. Ese día perdí el metro, casi me caigo subiendo las escaleras de la universidad y por si fuera poco teníamos una práctica, y claro cómo no, a clase habían asistido casi todos y no había asientos libres al principio por lo que tuve que sentarme en una de las últimas filas. El agobio ese día era máximo, hice la práctica lo mejor posible y empezaba el show. Recuerdo que solo pensaba en: María pronuncia bien, quita el acento como puedas, deja de sesear, ¿se confundirá con la otra María Martínez?, ¿me escuchará?, ¿se me entenderá bien?, y si me voy antes de empezar…hasta que mi mente hizo clic y pensé María estás aquí porque tú lo has decidido, y acto seguido me nombró. Tierra trágame, las piernas me temblaban cual flan, pero ahí estaba yo levantándome de las últimas, alzando la voz, seria y corrigiendo mi seseo. La adrenalina recorría todo mi cuerpo, pero acabé, fue rápido pero excitante. Una de las mejores sensaciones que hay es saber que estas en el lugar correcto y haciendo lo que llevas soñando desde pequeña, y ese minuto me lo confirmó.

  3. Vuelve, que tienes hueco en el recuerdo de una clase donde aún se habla de ti.

    Vuelve, y quiebra nuestra voz mientras informamos de sucesos que sacudieron vidas, que amargaron días y que alertaron despedidas.

    Vuelve,haznos temblar con tu sombra en la nuca a las diez, que siempre fue demasiado pronto y ahora lo sentimos tan tarde.

    Vuelve que los aplausos que nos regalaste aún resuenan en los recodos de lo que quisimos ser, y seremos.

    Vuelve, que ningún miedo fue tan efímero e intenso, y solo queremos vivirte una vez más…todos los días.

  4. Quizás nos adelantamos, nosotros siempre un paso por delante. Predecimos el suceso antes de que se diera gracias a nuestra intuición de periodistas que llevamos dentro. Por ello, en vez de hacer un minuto de silencio por el réquiem, hicimos un minuto informativo. Hablar en vez de callar. Dimos pie a un minuto, pero, ¿cómo unidad de tiempo?, o ¿de sentimientos?

    Un simple minuto sirvió para poner a más de un centenar de alumnos en común. Aun con vidas completamente opuestas que se acababan de juntar, ya habíamos compartido sesenta segundos con sentimientos muy similares. Por tanto, no fue el minuto lo que nos unió, sino los emociones que todos experimentamos. Qué curioso resulto que en la infinidad de un instante tantos corazones se unieran.

  5. Ante un reto de tal magnitud en el que uno no es más que un principiante lo primero que viene a la mente es la duda, la cual se rige por una pregunta: «¿Seré capaz de hacerlo?», o para ser más exactos: «¿Seré capaz de hacerlo adecuadamente?». Bueno, al final, como bien he dicho al principio, se trata de un reto, y como tal, éste se basa en la voluntad, por lo que acabé superándolo a modo de aprendizaje, no sin antes haber considerado detenidamente sobre qué informar, pues aunque la información abunde, hemos de asirla con pinzas.

  6. Decía Shakespeare eso de que »Las improvisaciones son mejores cuando se preparan». Yo lo tenía todo preparado, pasado a limpio mil veces, cronometrado otras dos mil.

    19 de octubre. Más de cien miradas curiosas en la nuca. El papel sobre la mesa para disimular lo mucho que me temblaban las manos. El corazón latiendo a tres mil por hora.

    Un minuto después había acabado todo. Ya solo me quedaba escucharlo en otras voces, voces muchas veces desconocidas, pero que me ponían la piel de gallina, me contagiaban esos nervios, o la seguridad que desprendían otros.
    Nunca una primera vez dolió tan poco.

  7. Tras conocer su existencia, mi subconsciente dijo: “No, no, no”. Pero con el paso de los días, descubrí que más que un obstáculo era una oportunidad. Una oportunidad de aprender, de probarme a mí misma, de informar sobre lo que para mí ese día era realmente importante. Pasó de ser algo que producía miedo, a convertirse en una rutina maravillosa en la que tus compañeros informaban sobre la más rabiosa actualidad.

  8. ¿Cómo transmitir información de los 194 países del mundo en un tiempo escueto? ¿Cómo contemplar noticias de todas las temáticas posibles en tan solo sesenta segundos? ¿Cómo difundir un mensaje claro, conciso y directo? Esto solo lo sabe quién ha disfrutado del minuto informativo.
    Nervios, presión, angustia y tensión a la vez que conocimiento, liberación y gratitud son las sensaciones que te ofrece. Saber que debes informar a tus oyentes de noticias interesantes a la vez que sinceras, todo esto en un tiempo récord, es un trabajo difícil a la par que gratificante.
    Ingenuo aquel que piense que realizar un minuto informativo es tarea sencilla y que cualquiera puede realizarla. Pues para hacer un minuto informativo en condiciones, requiere conocimiento de qué está pasando, dónde está pasando, cómo está pasando, sobre quién está pasando el hecho sobre el cual informarás.
    Hoy te recordamos como bien mereces. Nunca vas a ser una simple tarea a realizar para obtener una nota en la universidad, si no como la mecha que prende nuestras ganas por transmitir aquello que debe ser transmitido. Gracias, minuto informativo.

  9. Un caso más de violencia de genero en nuestro país, la caída de la bolsa española, la victoria del Real Madrid en Champions League… Era el encargado de transmitir esas noticas a todos mis compañeros, es algo que siempre he amado, contar las noticias principales de nuestra sociedad al público y en directo. Era el momento para demostrar a mis compañeros, profesor y a mi mismo, que yo valgo para este mundillo, el principal adversario de todos nosotros, eran nuestros propios nervios , miedo por fallar, por equivocarnos, unos lo hicieron mejor que otros, hemos aprendido a fallar y a ser mejores profesionales.

  10. A mis compañeros ya les había tocado. Pero llegaba el momento de que cien personas me mirasen fijamente mientras yo tartamudeaba diciendo las noticias del día. El profesor pide silencio y me da la palabra.Si ya me tocaba, ese silencio absoluto que te paraliza todo el cuerpo.En ese momento solo pensaba en el nombre de “Nishikori” si bendito nombre. Tenía que ganar hoy él justamente, en que momento elegí esa noticia.Mis palabras iban mas rápidas que mi cerebro, mis manos temblaban de los nervios escénicos y … En blanco, me quedo en blanco y atascada.Como no, como no va a pasarme a mi? Me quedo atascada en la noticia de deportes.Termino mi minuto informativo, y pienso: Ya está hecho! Yo creo que lo que más deseaba en ese momento era: “SENTARME”, dejar de hacer el ridículo. Al final te quedas con la espina de que tendría que haberlo hecho mejor, pero ante todo pierdes el miedo a hablar en público y ganas un poco más de confianza, que nunca viene mal.

  11. Aún recuerdo el día que me tocó hacer el minuto informativo… y ahora que no está, ¿qué?
    Una vez que el profesor dijo mi nombre, se paró el mundo (por fin me toca, mi momento de gloria, mi turno).
    Lo llevaba bien preparado, pero hablar delante de ciento y pico personas no es algo fácil, quería tener las noticias más relevantes, bien redactadas y sobre todo no ponerme nervioso.
    Me dispuse a ello y la verdad es que me encantó, es algo que no me cansaría de hacer.
    Me ayudó a perder el miedo de hablar en público y fue un aprendizaje significativo para el inicio de mi carrera periodística.

  12. El minuto informativo es posiblemente la primera toma de contacto con el periodismo de verdad o eso pienso yo.
    Esta tarea incluye muchas de las bases para ser periodista: búsqueda de información, corroboración en distintas fuentes, selección de contenidos según el interés del público, entre otras muchas, pero la más importante y para mí más complicada, transmisión de esa información de manera correcta sin que el público pierda el interés. Esta última es quizás la que más me condicionó mi minuto. La tensión y los nervios me jugaron una mala pasada además del hecho de hablar delante de 100 personas, 100 personas que al escuchar tú nombre giran todas sus cabezas al mismo tiempo, en silencio, para darme paso. No era pánico a hablar en público, quizás era miedo a hacerlo mal, falta de confianza. Tiemble de voz ligada a trabas a la hora de leer las noticias, repetición de expresiones e instantes de silencio en los cuales pensaba “Ya queda menos, tranquilo”, y eso que solo era un minuto, sesenta segundos, que se me hicieron eternos. Una vez acabado, satisfecho pero no del todo, porque podría haber salido mejor o haberlo practicado más.
    Aun así no me arrepiento de haberla realizado ya que es una gran experiencia, la cual te acerca a este mundo al que queremos pertenecer y aportar algo diferente, que es el Periodismo, y esto podría ser el inicio de ello. Como decía Platón “El comienzo es la parte más importante de la obra”.

  13. Tienes un minuto. Un triste y escaso minuto. Sesenta míseros segundos para demostrar que esto es lo tuyo. Apáñate como puedas.
    Si ponerte por primera vez delante de unos 120 desconocidos para contar tu versión de las noticias de última hora de por sí no es fácil, ser la última de la clase tampoco ayudó. Me temblaban la voz, las piernas, las manos y sobretodo el orgullo. Tenía que demostrar que valía para esta profesión.
    Me cronometré unas treinta veces, vi las noticias de la mañana y me leí tantos periódicos como me dio tiempo en el metro de camino a clase. Me pregunté mil veces a mí misma para qué me iba a servir pasar ese mal rato; y tonta de mí que no encontré la respuesta hasta que ya había pasado.
    “Mamá, que quiero ser periodista”, y te plantas meses más tarde en un edificio en el que acabarás pasando más tiempo que en tu casa, pensando que sólo por estar allí ya está, ya lo sabes todo, ya estás preparada para salir en la tele, ser locutora de radio o redactora en un periódico de gran prestigio… ¡PUM! ¡Toma golpe de realidad! Si resulta que apenas eres capaz de hablar delante de tus compañeros de clase durante un minuto.
    Y entonces entendí, y me di cuenta de todo lo que me queda por aprender, de todas las veces que estaré equivocada y el tiempo me hará darme cuenta de mi error.
    A ti, minuto informativo, de gloria y de amargura, gracias. Gracias por demostrarme otra vez que estoy justo donde debo estar.

  14. Amigo, viejo amigo. Sabia que en cualquier momento llegaría este día y, por si fuera poco, tendría que hacerlo de las primeras de clase por culpa del número de lista, colma el cielo. He estado trabajando en ello toda la semana duramente para obtener los resultados que merecía. No puedo permitirme buscar noticias el anterior día, por ello, tengo que empezar a buscar ya mismo. Procedo a ello.
    Llega el día, me siento e intento relajarme. Juan Carlos me nombra y debo comenzar.

    Acosador de información. Ansiado acompañante durante mis dos primeros meses de mi nueva vida. Por primera vez la sensación de precipicio la he experimentado contigo. He visto los nervios apoderándose de mi cuerpo y a mí pánico escénico reapareciendo, sin exagerar. Comienzo y, durante esos sesenta segundos, he sentido a los 200 ojos de la clase observándome. Posteriormente, al finalizar, la tranquilidad se ha hecho con mi persona.
    Ellos no saben lo mucho que me ambiciona este trabajo, a pesar de mis inquietudes.

  15. Llegó el día. Era mi minuto informativo. No sabía que tantas sensaciones iban a desencadenarse en mí. Todo estaba perfectamente calculado, mis compañeras me habían cronometrado unas mil veces.Yo había investigado mucho para buscar las noticias más relevantes del día. ¿Cómo explicarlo? Podríamos decir que es una especie de mezcla entre nervios y a la vez ansiedad, ya que estás deseando de contar todas las noticias de la forma más rápida posible. Por fin acabo, me siento y es ahí cuando el sentimiento de alivio y satisfacción se apodera de mí.
    Siendo realistas, esto es una primera toma de contacto con el mundo del periodismo, al que nos vamos a dedicar. Gracias a ti, minuto informativo, he perdido el miedo a hablar ante todos mis compañeros, y esto no ha hecho nada más que empezar. Sé que esta sensación, ese nudo en el estómago va a perseguirme muchísimo tiempo, pero bueno, ¿qué importa? Todo lo fácil aburre, así que, nunca está de más ponerle un poco de tensión a la vida, y en especial,si se trata de nuestro trabajo, informar.

  16. Las doce en punto de cada miércoles y jueves aparecía.
    Para unos, el momento más temido del día, para otros, un momento para poder lucirse.

    El temblor de piernas, el tartamudeo y las risas nerviosas mientras procedíamos a narrar los últimos acontecimientos ocurridos en el mundo.
    Intentar buscar formas más originales de contar la actualidad, y al final quedarte en el modelo estándar por el miedo.
    El sentarte de nuevo en la silla después de hablar y pensar para ti mismo «no ha sido para tanto, ¿tanto nerviosismo por esto?», aún sabiendo que han sido los peores 60 segundos del día.

    Es un sentimiento extraño el que ya no vuelva. No se le echará de menos, pero no habrá día en el que lleguen las doce y todos pensemos «hora del minuto informativo».
    Fue uno de nuestros primeros contactos con lo que será nuestra profesión. Siempre recordaremos ese minuto.

  17. Tres de noviembre, las doce en punto de la mañana. Escuché un: “¡Vamos con el minuto informativo!”. Los nervios y los temblores se apoderaban de mí en cuanto veía que se acercaba ese momento. “Andrea, cálmate. Es sólo un minuto”, decían.
    Pues sí señores, un maldito minuto. Sesenta segundos que hicieron que me plantease si realmente me quería dedicar al Periodismo. Lo tomé como una prueba. Si superas esto, estás un poquito más cerca de conseguir tu meta. Y ahora, cuando lo recuerdo, no fue para tanto… Quizá podría definirlo como el minuto más largo de mi vida o el momento en el que más estados de ánimo he experimentado. Pero no, estamos muy equivocados. Para mí, lo peor no es ese minuto.
    A día de hoy, puedo calificarlo como una experiencia increíble. Jamás he estado tan emocionada. Me sentía como un niño cuando le regalan aquello que tanto ansiaba. Es una pena que no nos demos cuenta de que eso ha sido tan especial hasta que, al terminar, el profesor dice: “Gracias”. En ese momento te sientas. Te paras a pensar. Ya ha pasado todo, pero aún sientes la emoción.
    Ahora, solo espero con ganas ser yo la que diga: “Gracias por escucharnos. Seguiremos informando. Sean felices”. Tan felices como yo cada vez que recuerdo aquel minuto de mi vida.

  18. Es un minuto. Un solo minuto que puede serlo todo, y a la vez nada. Puede que para algunos sea miedo, para otros, emoción, o para una gran pequeña parte, obligación. No es más que un pequeño resumen noticiario que recorre el mundo entero. Miles de noticias en veinticuatro horas de sufrimiento, alegría, tristeza e incluso, a veces, amor. Lo de cada día.
    Hay personas a las que les gusta la adrenalina, pero le tienen pánico a la buena, la de comunicar a todos los continentes lo que sucede bajo los pies de todos sus habitantes. Irónico, pues en el arte de contar las cosas tal cual ocurren, preside el terror y la efusividad de complacer o no agradar a aquellos que escuchan y no miran de reojo. Sí, aquellos que no se dignan a agachar la cabeza y asentir, sino aquellos que tienen los pies en el suelo y un buen cerebro que sabe dudar y preguntar, y que no se conforman con minucias.
    Los nervios no son más que un sentimiento más. Precioso e intenso. Indica que algo importa, y no solo a uno mismo, sino a lo que rodea. Quizás se desatan por las miradas penetrantes de los que “atienden” o puede que los murmullos de aquellos irrespetuosos a los que nada les conviene. El quizás más bien sobra, ya que es una certeza.
    Sin embargo, el esfuerzo, la confianza en uno mismo y el respeto por lo que cada persona hace por su cuenta, es lo que resalta siempre. Y es entonces cuando el minuto informativo cumple su función.

  19. »Los primeros cinco de la lista para mañana tienen que hacer un minuto informativo como el que he hecho yo» fueron más o menos las palabras del profesor de documentación, entre ellos lo tenía que hacer yo. Durante lo que quedó de clase no pude atender más, estaba nerviosa porque no sabía cómo hacerlo, aunque tuviese el ejemplo del profesor.
    Compré un par de periódicos, entre ellos El Economista, fui a casa, empecé a leerlos y en todos era la misma información. Cuando ya sabía de qué temas iba hablar, me surgieron las primeras dudas: después de la presentación ¿Qué pongo internacional o nacional? ¿ Qué es más importante el debate celebrado entre Donald Trump y Hillary Clinton ? o ¿Qué Susana Díaz podría ser la sustituta de Pedro Sánchez? Me decanté por poner lo internacional. Sin embargo, mis dudas siguieron aumentando. La tercera noticia iba sobre economía, era la primera vez que leía un periódico en lo que todo era sobre economía, algunos titulares me sonaban a chino, por eso decidí poner una noticia sobre economía que todos entendiésemos. La
    s últimas dos noticias fueron fáciles de hacer eran sobre deporte y el tiempo. Listo, mi minuto informativo ya estaba hecho solo faltaba estudiármelo de memoria algo fácil pero no fue así, siempre había una o dos palabras que se me olvidaban.
    Al día siguiente, a las doce empezaron los informativos, cuandonel profesor me nombró me levanté, enseguida emepezaron las piernas a temblarme, empecé a informar y al minuto todo había terminado: mi minuto, mis nervios, mis temblores y algunos pensamientos negativos como: ¿Sirvo para este oficio? El minuto me hizo comprender que sí, porque es algo que me gusta aunque los nervios me traicionen.

  20. Empieza un nuevo día. Hay un bolígrafo y un papel en blanco encima de la mesa. La melodía del primer telediario de la mañana empieza a sonar, y yo sentada frente al televisor intentando mantener la atención con un café en la mano. El bolígrafo y el papel empiezan a tener vida, mientras que mis ojos cada vez se abren más, hasta manifestarse permanentemente abiertos. Acaba el telediario, las noticias ya están redactadas, ahora solo falta anunciarlas. Sinceramente, tenía sentimientos muy fuertes dentro de mí, nervios pero con mucha alegría. Tenía ganas de probar esta experiencia, ya que es algo que he perseguido desde bastante tiempo.
    No importa que la gente mire, que hablen entre ellos, yo quiero también participar, sentir esa emoción al informar. Aun que no tenga mucha confianza en mí misma, lo quise hacer. Quería ver la capacidad de desenvolverme en esta situación. El minuto se convirtió en un segundo y mi voz se mantuvo firme en ese silencio. Considero que fue una prueba positiva, me impulsó a tener más ganas de continuar y sobre todo de informar.

  21. La tensión se cortaba con un cuchillo los miércoles y jueves a las 12 de la mañana en la clase número 536. Cuando el profesor nombraba a alguien, todos nos girábamos para ver quién era el poco afortunado al que le tocaba ser evaluado. Yo notaba nervios en el estómago simplemente al imaginarme ser uno de ellos, contando los días que quedaban para tener que levantarme y hablar delante de toda la clase como una periodista profesional. Siempre me ha dado miedo hablar delante de mucha gente y deseaba que ese día pasara algo que me hiciera salvarme de enfrentarme a ello. Pero como es de esperar, el momento llegó. Minutos antes de las 12 notaba cómo la boca se me secaba por los nervios y las manos me temblaban mientras repasaba mi papel una y otra vez para evitar equivocarme. Sim embargo, cuanto más pasaba el tiempo más convencida estaba de que lo iba a hacer bien, de que esto es a lo que quiero dedicarme y de que no hay que tener miedo de cosas tan simples. Así que cuando el profesor me nombró y me levanté, me sorprendí a mi misma leyendo mi papel sin rastro de nervio alguno. Cuando acabé mi minuto me sentí muy bien al haber superado uno de mis miedos. Puede que no haya sido la que mejor lo ha hecho de la clase pero me ha servido para superarme y eso, por ahora, me basta.

  22. El momento iba a llegar tarde o temprano, los nervios por la mención del profesor en cada clase era puro nerviosismo entre los alumnos.
    Llegó el día, el profesor repetía como en cada clase, nombrando una serie de alumnos para que al día siguiente preparasen su minuto de gloria, me nombró. Me tocaba prepararme para dar un noticiario al resto de la clase.
    Compañeros me preguntaban que cómo lo haría, yo les respondía con sinceridad: no lo sé. Esperando a los últimos informativos de la noche para completar una información de mayor actualidad. En un principio los nervios no cesaban puesto que no encontraba noticias de calidad, hasta que conseguí rescatar historias de verdadera importancia.
    Llegaba el momento de redactar las noticias, todo tenía que ser mencionado en un solo minuto, tuve que acortar frases y resumir, no me costó mucho.
    Llegaba el día, tenía que controlar esos nervios que, en muchas ocasiones, nos hacen pasar malos ratos.
    «Adrián, tu turno», dijo el profesor. Me levanté y comencé, como de costumbre, con nervios, aunque con el paso de los segundos, ese nerviosismo se iba yendo, y fue cuando de verdad, aproveché ese minuto glorioso para informar, algo muy poco valorado en nuestro país, pero de grandísima importancia para la humanidad.

  23. Nervios, tachones, angustia, cambios de última hora, más nervios… Parecía que nunca iba a llegar, que quedaban muchos compañeros que debían pasar por este trago antes que tú. Pero ahí estas, aparentando no tener miedo y estar seguro de ti mismo.

    Te levantas, carraspeas y coges aire.

    No hay marcha atrás, eres tú y el minuto que te queda por delante. Superar el vértigo a las manecillas del reloj es ahora tu mayor reto. Eres nuevo, conoces poco a aquellos futuros colegas de profesión que te rodean y te analizan con la mirada y eso de hablar en público nunca ha sido tu mayor virtud.

    Comienzas a informar rompiendo el silencio, una noticia, otra, la siguiente y la última. Se acabó, terminó, murió. Un minuto, con algunos segundos extra.
    Ahora nacerán otros cientos de minutos en esto de nuestra profesión, pero dicen que, la primera vez, nunca se olvida. Y que verdad es.

    La experiencia primeriza de sentirte un reportero retransmitiendo en directo desde una imaginaria “radio complutense” ha sido más que fructífera para hacernos ver que, cada vez, estamos más cerca de llegar a la cima de nuestro objetivo como comunicadores.

  24. El minuto informativo. Quién dice llorar su muerte. Quién pide un réquiem en su sepultura. Yo más bien entono una oda en su nombre pues, ¿qué es sino aquello que hacemos al despertar? Abrir los ojos, sí. Observar el mundo. Nuestro mundo. En cada día, en cada hora, en cada instante se absorbe información de nuestro entorno. Estrecho, cercano, sí; pero, al fin y al cabo, parte de nuestra experiencia.

    El minuto informativo no es más que un compendio de experiencias de personas, sucesos o situaciones cercanas, y no tan lejanas, como se piensa a veces. Durante ese transcurso de tiempo, nosotros nos hacemos con la palabra, la domamos hasta poder conjugarla sin herirla. Es un privilegio poder comunicar al resto de nosotros, a mis compañeros, dónde vivimos, cómo lo hacemos y qué es lo que nos está pasando. Para ninguno es fácil levantarse y darle voz sin más a la palabra. Sin embargo, nos es necesario hacerlo porque, aun con el temblor en los huesos y la dicción maltrecha, el minuto informativo es el tiempo en el que la sociedad se escucha. A sí misma, al de allí, al de aquí, a ti.

    No podemos avanzar sin él porque nos abandonaríamos a la incertidumbre que el desconocimiento ahueca en su sombra. El minuto informativo está siempre presente, solo espera que su eco se haga sentir. Sentir, eso digo. Somos nosotros hablando de nosotros mismos y es, en ese lapso de tiempo, en el que nos damos cuenta de que nuestra voz es la que nos habla, la que permanece en ese espacio al que llamamos vida. Por ello, debemos reaccionar a nuestra llamada, a actuar en consecuencia para que nuestro grito, lamento o susurro no se ahogue en una boca muda.

  25. Día 7 de octubre de 2016. 11:30 horas. El profesor Juan Carlos Marcos Recio pronuncia mi nombre alto y claro frente a toda la clase. El momento ha llegado. Me pongo en pie. Mis manos y piernas comienzan a temblar. Carraspeo un poco la garganta para aclarar mi voz y comienzo. «Buenos días son las 11:30, las 10:30 en Canarias…» Al principio me cuesta hacer sonar las palabras, miro al frente para asegurarme de que el profesor me está prestando atención y busco entre las miradas compasivas de mis compañeros un gesto de aprobación. 58 segundos después, el minuto que tanto temía, el minuto que tanto llegué a odiar y que tantos quebraderos de cabeza me dio, había llegado a su fin. El profesor dijo «bien» y yo tomé asiento. Seguía nerviosa, aún me temblaban las manos.

    Día 6 de octubre de 2016. Cuando llegué a mi casa a eso de las 13:30 de la tarde, me puse a seguir a múltiples periódicos y agencias informativas desde mi cuenta de twitter. Activé las notificaciones y dejé que la información llegase a mi. A las 18:00 de la tarde comencé a hacer un análisis exhaustivo de todas las noticias que me habían llegado e hice una comparación con lo publicado en páginas de internet en las cuales siempre he confiado. A las 20:00 después de haber redactado y perfeccionado el texto que conformaría mi minuto informativo, comencé a leerlo. Lo leí en voz baja, en voz alta, para mis adentros, delante de mi familia. Envié audios de como hacía el minuto buscando la corrección de mis conocidos. Hice esto hasta que me salía perfecto. «Lo haces como una profesional» me decían. Esa noche me fui contenta a la cama ya que mi esfuerzo había dado sus frutos.

    Tras exponer el minuto informativo en clase, a parte de alivio, me vino un fuerte sentimiento de decepción. De desprecio a mi misma ya que me había salido fatal en comparación a lo ensayado en casa. No vi todo mi esfuerzo reflejado en lo que hice y por supuesto tampoco en mi nota. El minuto informativo tiene su razón de existir, no lo dudo. Pero no es lo mismo hacerlo en la tranquilidad de tu hogar o ante una cámara, que delante de cien personas. Está claro que como periodistas debemos saber estar delante de personas, sean 10, 100, 1000,… la cifra da igual, es nuestro deber. Pero creo que no es del todo justo que se te evalúe académicamente exponiendo algo siendo la primera vez que te muestras delante de tan alto número de personas a las que apenas conoces.

    El minuto informativo es algo importante, necesario, nos mantiene al día, nos dice lo que queremos oír. No debe dejar de existir, pero sí debe dejar de aterrar, de hacernos entrar en pánico, de ser un monstruo que nos cause pesadillas por las noches

  26. Mostrar la información en tan solo 60 segundos es una manera de reflejar las facultades informativas de manera veraz y consolidada, el nerviosismo se presenta a flor de piel no solo interiormente sino la tensión y la inquietud se apoderan del aula dejando así a la voz cantante representar las noticias más recientes. Combinar la tranquilidad y el miedo son dos constantes difíciles de controlar pero no imposibles de que juntas coordinen a la perfección, tratándose así de un juego de balanzas y contrapesos en la que la inseguridad pasa a un segundo plano a medida que las agujas del reloj van pasando sin ningún reparo. Te apoderas de la noticia como tu propia voz se apodera por instante del centro de todas las miradas presentes en unos de los primeros momentos más significativos en ese camino de experiencias y de formación. Desde un punto de vista más personal, el pánico inicial se queda atrás, abriendo así un gran abanico de posibilidades en las que tú mismo puedes llegar a sentirte perdido pero una pequeña satisfacción crece dentro de ti, como si de algún tipo de superación se tratara. La voz se aferra a lo que el nerviosismo ha podido mantener intacto y así es como delante de un papel decides informar y comprender. Me gusto sentirles parte de lo que soy, sentirme parte de un gran mundo aún no conocido.

  27. Me niego a escribir bello de algo que no me lo pareció. Me niego a esa hipocresía que utilizamos para recibir aplausos. Y me gusta tanto que esta opinión no concuerde con la vuestra… Y me gusta tanto que no sea lo que se quiere escuchar. No quiero aplausos, gracias. Apuesto 100 al realismo: Minuto informativo que se hace horas, minuto informativo en el que escogí cultura y dejé a un lado los deportes (pero nadie se dio cuenta), donde elegí las noticias más lejanas que no haríamos caso nunca y que al día siguiente fueron olvidadas (y otra vez nadie se dio cuenta). Memoricé mientras me temblaba la voz y justo eso sí se vio. Vengo a denunciar que una vez más, se aplaudieron los cotilleos y la falsa, tremendamente falsa generosidad del mundo y olvidamos a aquel que ha hecho avances en el cáncer (a no ser que seamos enfermos de cáncer, ahí si damos las gracias) y olvidamos los otros deportes y olvidamos la guerra que no nos alcanza (pero nadie se da cuenta). O sí, claro que nos damos cuenta. Pero con la cara más dura que podría existir, callamos y reímos y qué bonito este gol, ¿verdad? Mi nula experiencia en el mundo del periodismo no puede hablar de la utilidad de esta práctica, tampoco puedo saber cómo mejorar en ella. Lo que tengo claro es que nuevamente no quiero infomar únicamente para regalar vuestros oídos.

  28. El minuto informativo. El minuto que se hace eterno. El minuto que has ensayado por horas en casa y que te lo sabías perfectamente, con todos sus puntos y con sus comas. Ha llegado la hora. Dicen tu nombre, te levantas de tu asiento y todo el mundo se gira para mirarte y juzgar cómo lo vas a hacer, mientras que tú sólo piensas en una cosa: “Por favor, que termine rápido”. La mente se te queda en blanco y no te queda más opción que leer tu minuto, a pesar de que en realidad te lo sabías, ya que te lo habías estado preparando a conciencia. Los nervios de la primera vez, supongo. Vas leyendo una noticia tras otra, temblando como un barco de papel, y de repente descubres que no se te está dando tan mal y que en realidad no era para tanto. Todos esos nervios se fueron de golpe y te quedas con la sensación de que has hecho un buen trabajo. Puede que no sea ni el mejor ni el más excepcional minuto informativo del mundo, pero, por algo se empieza, ¿no?

  29. Abre los ojos, todavía no ha salido el sol, se dirige al baño y lava su rostro con agua gélida y jabón de aroma a jazmín. Ya con las manos secas – tiesas por el frío de la Nochevieja – se sirve un café, siempre negro y sin azúcar. Se dispone a leer las noticias del día y suspira: “Otra vez…”.

    “39 personas asesinadas durante una celebración de Año Nuevo en Estambul.» Leería la noticia completa antes de pasar a la siguiente: “Un hombre mata a 12 personas, entre las víctimas están su exesposa y su hijo.” El olor a jazmín había desaparecido. Cogió un bolígrafo y papel, porque él es de esos, y tras dos horas con sus dedos acalambrados lo suelta. Contiene las lágrimas. “Los periodistas no lloran” – piensa-.

    Decía Pascal que erramos en tiempos que no son nuestros. Ocultamos de nuestra vista el presente cuando nos hiere, y cuando no, nos pesa verlo escapar. Por ello hay periodistas: hombres y mujeres que saben que el presente jamás es el fin, que cada día viven su vida y 7 siete mil millones más.

    Esto nos enseñó el minuto informativo. A las 12 del día, cinco estudiantes vivían su vida y – de golpe y sin pensarlo – la de siete mil millones más. Sus piernas temblaban, sus voces se quebraban. Es verdad que es muy complicado ser físico nuclear, pero hay que ser desalmado para decir que es sencillo anunciar – como si estuvieras hablando del clima – la muerte de 39 personas.

    Gustave Flaubert escribió a George Sand una vez: “Cómo mantenemos estas almas difuntas en nuestros corazones. Cada uno de nosotros carga dentro de sí su propia necrópolis.” Entre poetas, novelistas y periodistas, armaríamos el cementerio más grande. Y en él…el minuto informativo, a quien honran por aquí decenas de aspirantes a celadores…digo, periodistas.

    En fin, todo el mundo te quiere cuando estás muerto.

  30. Es uno de los minutos del que todo el mundo habla por los pasillos. Para unos temido mientras para otros vanagloriado, uno de los momentos de la clase en el que las piernas te dicen que corras mientras que el cerebro les manda una orden diciendo que se estén quietas y que afronten la realidad.
    Un minuto de lo más fugaz del curso, y a su vez, variante. En una misma aula se dan noticias de todo tipo: bombardeos, muertes, catástrofes naturales… pero también se ofrecen noticias esperanzadoras, alegres… que ofrecen de una mañana oscura cierto resplandor de luz.
    El minuto más difícil de todo el curso para unos mientras que para otros es de los más fáciles. Junto a él nos enfrentamos a numerosos miedos tales como el dirigirte a un grupo de más de cien personas que están escuchando lo que dices, saber elegir las noticias que te parecen que le pueden gustar al profesor, pero sin olvidar que eres tú quien las elige, etc. Una vez pasa, te relajas, piensas fríamente y se te queda el gusto de poder volver a hacerlo y de mejorarlo.
    Pero todo esto nunca acaba, en esta profesión del periodismo el minuto informativo es uno de los elementos que va a condicionar nuestra forma de trabajar y nuestra forma de escuchar, nos enseña a escuchar y a ser escuchados.

  31. Querido diario:
    Pues sí, lo hice, ya pasó el minuto.
    ¿Qué cómo me ha salido? Pues la verdad, mejor de lo que esperaba.
    Mira, te cuento: cuando entré, no sé cómo, pero todo el mundo sabía que me tocaba a mí. Puede que mi manera de caminar fuera extraña, con pasitos más cortos de lo normal. Porque no creo que fueran capaces ni de ver el sudor de mis manos ni de escuchar los latidos de mi corazón. Pero el caso es que lo sabían.
    La inseguridad te debe cambiar el gesto de la cara. En ese momento sentía la presión de cientos de ojos observándome. Y me inquietaba. Como cuando en sexto de primaria, Paloma, la profesora de matemáticas, me hacía salir a la pizarra, y aunque me lo supiera, siempre tenía la sensación de no decirlo bien. ¿Te acuerdas de cuando me avergonzaba con la canción del cumpleaños feliz y de cómo insistía, al rato, para que me la repitieran? Pues así me sentí. Ni se me hizo largo, ni corto. Empecé a leer y me olvidé del tiempo.
    El caso es que lo repetiría. Y, bueno, no sé que más contarte. Mañana creo que llego tarde, no me dará tiempo a escribirte, pero, estate tranquilo diario, lo haré el sábado.

  32. Aquel día en el que el profesor comentó que teníamos que hacer un minuto informativo e hizo un ejemplo, me encantó. Sí, me encantó; aquella oportunidad de poder alzar la voz en medio de casi un centenar de personas era única.

    Al día siguiente de clase, cuando teníamos que empezar -por orden de lista- a informar en un escaso minuto, me gustó. Me gustó ver cómo intentaba cada uno hacerlo lo mejor posible y cómo volvía a sentarse cada persona al acabar su minuto. Algunos se sentían aliviados, otros tristes, y luego están los que se sentían más felices que un niño abriendo regalos de los reyes de lo bien que lo habían hecho. ¡Enhorabuena, compañeros!
    Oí al profesor intentar pronunciar bien mi nombre, y sí, efectivamente, llegó mi turno. Me senté, por primera vez, en primera o segunda fila. Al principio no estaba nerviosa, al contrario; tenía unas ganas enormes de levantarme y ejercer de periodista durante mas o menos un minuto de reloj. Pero cuando me levanté con la chuleta en la mano con las noticias apuntadas, no paré de temblar. Incluso cuando acabé de leer mis noticias, no pude dejar de temblar. No sabía si lo había hecho bien o mal, sólo sabía que no era tan fácil como parecía.

    Gracias al minuto informativo he podido experimentar una pequeña y gran prueba para una gran profesión; el periodismo. Y ojalá tengan la oportunidad de vivir ese mágico, bonito, terrible, escaso o nervioso minuto todos los estudiantes de periodismo.

  33. Sesenta y seis días de monotonía he tenido que vivir desde el comienzo de la carrera. Sesenta y seis días esperando oír mi nombre entonado de una manera, incluso cautivadora me atrevería a decir; como resultado, mis piernas temblando y mis manos frías colocándose frente a una clase plena de algo en común: el ansia por el triunfo y el deber de escucharme durante sesenta segundos mientras que hago mi impecable minuto informativo. Mándales callar si es necesario, me repetí en la cabeza tal y como Juan Carlos me dijo apenas media hora antes cuando le pregunté dudas sobre la práctica. Tanta espera incesante para concentrarla en apenas un minuto y sin derecho a réplica. Cinco diferentes noticias con distinta temática ordenados estratégicamente y memorizadas desde la noche anterior, aún así, sostengo el papel y trato de leerlo para no trabarme. Un calor intenso recorre todo mi cuerpo cuando leo la última noticia los nervios se apoderan de mi cuerpo pero mi voz sigue, miro al frente y concluyo. Al terminar, no ha cambiado nada, mi voz temblando y mi cabeza repite una y otra vez el minuto. La sensación nunca fue de nervios, era más bien de adrenalina. Ojalá poder sentir esa adrenalina en diez o veinte años. Emocionarse por la rutina y lo que no forme parte de ella. Son las pequeñas experiencias como está las que te hacen verlo todo diferente, verlo como tú siempre has querido cuando te visualizabas estudiando la carrera de tus sueños. El minuto informativo no merece la espera, merece la práctica.

  34. Minuto informativo. Aquella «práctica» de 60 segundos que a todos nos hizo temblar como si de septiembre estuviéramos hablando. El minuto informativo es una mezcla de ilusión y miedo. Ilusión por saber que lo que estás informando delante de 100 personas, es lo que algún día, de una forma u otra, harás frente a miles de personas y miedo por esas mismas 100 miradas en ti. Tú, que nunca has sabido expresarte bien y tú, que con una mirada te aturdes, te agitas y finalmente, te ruborizas… tienes que hacer frente a esos 60 segundos, a ese reto como buen periodista. “Bueno no va del todo mal, poco a poco levanta la vista de la hoja y ve mirando al profe, que vea que te lo sabes” -vas pensando…
    Levantas la cabeza, notas que tanto tus manos como tus piernas están en modo “tembleque” y vas notando que cada vez te cuesta más hablar. Pero te da igual, sigues haciendo ese esfuerzo y… lo que faltaba, te encuentras a esas personas con una sonrisa de complicidad, que al fin y al cabo, un mínimo de tranquilidad te interiorizan, y otras con una risilla y un pensamiento de «no se la entiende, que mal lo hace».

    Minuto informativo… para ser tan importante, tan sufrido, tan presente y tan odiado durante uno segundos por muchos, te deseo con toda la buena intención del mundo mucha suerte para el año que viene y ya que estamos en Navidad, te recomiendo un regalo: una tila.
    No seas tan nervioso, que nos produces mucha histeria y malestar durante 24 horas. También ansiedad y locura por estar 24 horas con la radio, televisión e internet encendidos.

    Yo, al menos, te recordaré con cariño y un poco de irritación.

  35. Nervios, antes y durante el minuto informativo. Apenas acababa de conocer mi nueva facultad, mis nuevos compañeros, profesores, carrera y asignaturas… Sientes nervios por primera vez desde aquella prueba de acceso a la universidad, cuando te dicen que debes informar en apenas 60 segundos a más de 100 personas que solo se estarán fijando en ti y en tus palabras durante ese intenso minuto. Los días, las semanas pasan hasta que tu nombre es mencionado entre los 5 siguientes alumnos con intenciones de futuros periodistas, que antes tendrán que realizar esa prueba. Los nervios se apoderaron de mi, pero cuando finalmente escuché mi nombre y me puse en pie para informar, me sentí cómoda. Es cierto que la presión de tanta gente centrando sus ojos en ti impone, pero las ganas de comenzar a hacer lo que te gusta hacen que el momento no se haga tan difícil y que la primera toma de contacto con algo que puede que llegues a hacer en un futuro, aunque a mayor escala te hace, de alguna forma, estar más cómoda en ese pequeño pero intenso minuto informativo.

  36. Se acabó. Se acabó el colegio, la preparación al mundo exterior y comienza la universidad. Tras elegir la carrera que tanto llevas pensando aparece una asignatura de la que, por desconocer, desconoces hasta el nombre. Esta famosa asignatura es Documentación Informativa. En una de las primeras clases nuestro profesor, sin aviso previo, nos realiza una ronda informativa de un minuto sobre 3 o 4 noticias de interés. No nos imaginábamos lo que se nos venía encima.
    Tras un par de meses llego mi turno, mi ocasión. En la noche anterior estuve como un verdadero periodista contrastando noticias en varias fuentes para poder dar una información que aporte algo nuevo, y a la vez sea fiable. Llegue a aprenderme mi minuto, con el fin de llevar claras las ideas de lo que quiero transmitir.
    12 de la mañana, mi momento. El profesor pronuncia mi nombre y apellido con dificultades, y me doy cuenta de que ese “Jaque…” soy yo. Toca dar la cara, toca demostrar el porqué de esta carrera, de superar sus barreras y demostrar que aunque es solo el principio del camino, puedo hacerme un hueco en el mundo periodístico.
    Comienzo a recitar las noticias como un juglar entretenía en la Edad Media. Hablo de Trump, de las elecciones, del deporte… y cuando me quiero dar cuenta he acabado. Se fue mi minuto informativo, y este no volverá como las golondrinas de Becquer. Gracias por todo minuto informativo, por ti va este Réquiem.

  37. El minuto informativo, una de las prácticas que parecía fácil y resulto, no un suplicio, pero si un manojo de nervios. Al principio te lo tomas a broma, y piensas «eso no es nada» y ves que va pasando el tiempo, lo mal que lo pasa la gente, porque hablar delante de 100 personas no es tan fácil. Y sigues pensando «eso no es nada» hasta que dicen tu nombre, y en ese momento dejas de reírte y empieza la batalla contra los nervios. Porque sí, da igual lo bien que lo tengas preparado siempre corres el riesgo de equivocarte, de hacerlo mal, ponerte a tartamudear, o simplemente quedarte en blanco. Pero aún así empiezas, y no te detienes y cuando te das cuenta has terminado, los nervios se han ido y en mi caso recuerdas las veces en las que eras un manojo de nervios antes de salir a bailar delante de más de 100 personas y a medida que iba pasando la coreografía esos nervios se convertían en adrenalina y al terminar solo sientía alegría.

  38. “El minuto informativo” consiste en contar cuatro o cinco noticias de actualidad en un máximo de un minuto.
    Cuando el profesor me nombró no me pilló de sorpresa, fue como ese momento que no deseas que llegue nunca, pero sabes perfectamente que tarde o temprano iba a llegar.
    En sí esta práctica parece fácil, pues solo son 60 segundos, pero para mí no lo era tanto, me considero una persona tímida de cara al público y pensar en tener que recitar mis noticias alto y claro delante de una clase con setenta personas no me satisfacía en absoluto.
    Llegó el día, todos los minutos informativos se realizaban a eso de las 12:00, no recuerdo otro momento en que el tiempo se me haya pasado tan despacio, miraba el reloj unas dos veces por minuto deseando (o quizá no tanto) que llegase el momento.
    Una vez acabado mi momento, el profesor Juan Carlos me recomendó que no pusiera la hoja en la mesa y no leyera mis noticias hacia abajo pues la voz no se expandía hacía los oídos del resto de la clase. Yo acepté lo que él decía, pero sabía perfectamente que había colocado mi hoja en la mesa a propósito para no tener que sujetarla con mis manos temblorosas. Siendo consciente de los nervios que me recorrían todo el cuerpo, de esta manera intenté que yo fuera el único que realmente supiera lo nervioso que estaba en aquel instante.

  39. Finalizó. Tras varios meses de absoluto nerviosismo, el minuto informativo, acabó. Todo comenzaba cuando daban las doce del mediodía. Mirabas el reloj. Tu mente sólo podía pensar en dicho minuto. Y tu subconsciente te decía que a lo mejor no estabas listo para esta carrera. Tras varias explicaciones del profesor, este se callaba.  
    Era tu momento. El profesor miraba la lista y decía tu nombre. En esos momentos, la clase desaparecía y sólo pensabas en si habías hecho el trabajo correcto. ¿Estaría bien? ¿Las noticias serían las correctas? ¿Estarían bien redactadas? ¿Me habré olvidado de algo?. Todo ello, lo ibas repitiendo en tu cabeza hasta que finalmente te incorporabas, mirabas al frente y soltabas esos sesenta segundos como si no hubiera un mañana y además intentando vocalizar correctamente.  
    Cuando acababas, respirabas, era una sensación de alivia estremecedor. Mirabas al profesor. Este apuntaba en su hoja de calificaciones. ¿Le habrá gustado?.  Pasaba el tiempo e intentabas pensar en otra cosa y por fin acabas sentándote. 
    ¡Madre mía que minuto! Uno de los minutos más largos de nuestra vida sin dudarlo, pero también uno de los que más emoción y repleto de información hemos podido disfrutar. ¿Disfrutar? Sí. Porque por mucha tensión y angustia, notas como tu futuro está en tu presente.  
    Sólo me quedaría decir…¡Gracias! ¡Muchas gracias querido minuto informativo!.  

  40. Era un miércoles de septiembre cuando escuchamos hablar por primera vez del minuto informativo. Había diferentes emociones en el ambiente. Se respiraba nerviosismo, entusiasmo, ganas, ilusión… Para muchos se materializaba un sueño.
    Conforme pasaban las clases, más interés generaba esta práctica. Es un proceso evolutivo de diferentes fases. Escuchabas tu nombre, sabias que la próxima semana seria tu turno y en tu cabeza solo podías decir «Por fin», aunque llegado el momento solo querías quitártelo.
    Ha sido una gran experiencia. Te aporta confianza. Te das cuenta de todos los matices que hay que tener en cuenta a la hora de hablar en público. No se pueden contar la de veces que lees el papel antes de hablar y, ni por asomo, se pueden contar la de veces que miras el reloj esperando que marque las 10 de la mañana. Posiblemente se defina como un momento de nervios, pero son unos nervios especiales, esos que van unidos a la satisfacción del trabajo hecho.

  41. Un minuto, el primer minuto de todos. Además, me tocó el segundo día. Estar toda una semana ensayando para ese momento, el primer gran momento, como aquella primera vez en pisar una radio. Pensar en que tipo de noticias puedes hablar. ¿Deportes? Sí, claro, pero no centrarme en ello. ¿Corrupción? Por supuesto, pero ¿cómo informar de la manera más objetiva posible? El primer reto. Esperar hasta las 11 de la mañana para “cerrar” tu primer minuto.
    Toda una semana ensayando para afrontar ese desafío y que llegué el momento en el que el profesor dice tu nombre acompañado de las dos palabras que ningún alumno quiere escuchar en clase: “tu turno”. Nervioso, empiezas a pensar en que lo harás mal, pero cuando empiezas a dar las noticias los nervios van desapareciendo. Ahora empiezo a entender a algunos periodistas que trabajan en televisión o en radio.

  42. Llegó el día. La semana anterior el profesor me había nombrado y yo no quería darme cuenta de que pronto me iba a tocar hablar delante de más de cien personas. No soy una persona tímida, pero era mi primera vez. Todo el mundo lo había hecho bien antes y no quería ser yo el que rompiera la regla. Un andaluz, que pronuncia regular, y que no está acostumbrado a hablar delante de tantas personas. Lo de ser andaluz no quiere decir nada, sino que en cierto modo tenía algo de vergüenza por cómo iba a pronunciar y si mis compañeros se reirían. En realidad me daba igual, porque soy así, pero me daba cierto apuro. Por la noche me dispuse a buscar noticias de interés. Pensé: «Esta parece interesante: No siempre ves a una anciana de 94 años obtener el título de licenciada en Química». El Madrid, como de costumbre había vuelto a ganar, ante el Sporting, y el Congreso había aprobado y rechazado algunas propuestas de interés. Pero nada, todo lo que había buscado pasó a un segundo plano cuando por la mañana, voy en el metro de camino a clase y me llega una notificación al móvil de que acababa de fallecer Rita Barberá. Pensé: «Esto lo tengo que cambiar ya mismo». Además era yo quién habría el minuto informativo, por lo que no podía ni mucho menos dejar de incluir la noticia.

    Los nervios iban en aumento conforme pasaba la mañana. No paraba de leer mis noticias, hasta que de repente me vuelve a sonar el móvil. «¿Qué es ahora?» pensé. «No me digas que voy a tener que cambiar otra vez esto que ya me lo he aprendido». Un mensaje de Facebook: «Jose a las 12:30 hay una rueda de prensa de Butragueño en el Bernabéu. ¿Puedes ir a cubrirla?». ¡Cómo no! Un sueño para mí. Ahora sí que estaba nervioso de verdad. Nunca había ido a una rueda de prensa, y menos, a la de un club como el Real Madrid. No sabía que decir, ni cómo llegar al Bernabéu. A un almeriense por Madrid le cuesta adaptarse. Y ahí estaba yo, en la clase de documentación pensando lo que se me venía encima. En cierto modo esto me ayudó a olvidar un poco lo del minuto porque ya no tenía nervios, al menos por eso. Ahora estaba nervioso por lo del Madrid. Al final, no fue para tanto, me levanté y hablé con mi cabeza pensando en otro sitio. Acabé el minuto, con satisfacción por habérmelo quitado, y con buenas sensaciones. No me dio tiempo a preguntarle a mi compañero qué tal lo había hecho cuando ya eran las 12:05; me tenía que ir. Ahora sí que empezaban los nervios, pero eso ya es otra historia.

  43. El minuto informativo: el mejor reto del cuatrimeste.
    Y no digo el mayor, digo el mejor. ¿Por qué? Porque a pesar de ser algo obligatorio, es algo que todos hemos cumplido con ganas.
    A todos nos ha asustado un poco vernos el día de antes ante tantas noticias. Todos nos hemos estresado al saber que teníamos que quitar algo de nuestro (más de un) minuto informativo, sin saber muy bien el qué ya que todo parecía importante. A todos nos temblaba un poco la voz al levantarnos ante cien personas y narrar ante ellos esos últimos acontecimientos.
    ¿Y ese folio salvador, al que nos agarrábamos muchos de nosotros, nerviosos, latentes, mientras hablábamos durante los sesenta segundos más largos de estos cuatro meses? Gran aliado.
    Cierto es que a lo largo de la carrera habrá cientos de horas muertas, que pasaremos delante de un proyector inmersos en nuestras cosas mientras un señor nos cuenta algo que no nos va a servir para nada en nuestro «gran trabajo de ensueño». Pero ¿qué me decís de todos esos «deberes» que nos mandarán, en los que de verdad tendremos que empezar a movernos y a demostrar que valemos para esto? Bienvenidos sean, ¿no?
    El minuto fue uno de esos «deberes» que nos hizo sentir un poquito más cerca de nuestro sueño. Y por eso, gracias.

  44. «No es difícil», piensas mientras buscas noticias por la noche y las escribes en un folio. Lees ese folio un par de veces antes de irte a la cama y otro par de veces por la mañana antes de entrar en clase. Pero entonces el primero empieza con su minuto informativo y el estómago te da un salto repentino. Te va a tocar ya, eres el siguiente y te empiezas a poner nervioso. Entonces dicen tu nombre y te pones de pie. Las manos te tiemblan ligeramente, el corazón te late con fuerza y sin pensártelo dos veces coges aire y empiezas con fuerza «Buenos días…» Antes de que te des cuenta te quedan dos frases para terminar. Cuando lo haces miras de reojo a la gente y te sientas satisfecho. ¡Sabía yo que no era para tanto!

  45. ¿Quieres ser periodista?
    – Sí.
    ¿Sabes que tienes que estar todo el día pendiente de lo que ocurre en el mundo?
    – Sí.
    Eso es agotador.
    – ¿Y qué no lo es?

    Juan Carlos se planteó mejor la pregunta. ¿Quieres ser periodista? Haz un minuto informativo.

    En ocasiones se agradece que te concedan la oportunidad de distinguirte ante el resto. Una persona en pie, casi cien sentadas; mirándote, escuchándote. Tu voz elevándose entre el ruído de su respiración y tos. Debes hablar, pero más allá, debes informar. Tienes un minuto para convencerles de tu aptitud, de que tú si que vales.
    Ser original cuando eres de los últimos de la lista es un poco más complicado; muchas buenas ideas han pasado y triunfado ante tus ojos. Pero, el tener que comerte tanto la cabeza es lo que hace del minuto informativo algo tan especial.
    Como iniciativa propia, no quería hablar de aquello que se supiera, de las noticias que salen en portada y llegan puntuales a las 7:30h de la mañana, resumidas en tres líneas a la pantalla del móvil. Quise encontrar aquello que me llamase la atención hasta a mí.
    Decidí centrarme en la sociedad, sucesos sin gravedad pero que fueran recordados. Como que cayera un adorno de navidad en Zaragoza y rompiese tres dientes a una pobre jóven. (Hasta entonces no me había planteado que eso pudiera suceder).
    Practiqué tantas veces que hasta pensé que mi voz sonaría bien por radio. Incluso conseguí llegar a clase sin nervios, aunque cuando llegó mi turno, vinieron todos de golpe. Aún así acabé contenta y emocionada por haber puesto mi granito de arena en esta actividad. Gracias a ella, he concluido que los nervios no aportan nada en una profesión como esta ya que nunca sabes cuando aparecerá tu próxima noticia o en que entorno se dará.

    ¿Sigues queriendo ser periodista?
    – Aún tengo más ganas.

  46. ALEXIA COLUMBA 1ºC PERIODISMO
    Sinceramente que hablaría ante cien, veinte o dos personas no se me pasó por la cabeza y después el número tampoco ocuparía espacio en mis pensamientos, sólo me preocupaban dos cosas el qué y el cómo, a la manera de dos grandes titulares que mantienen el tiempo en suspensión, sobrevolando como una duda hecha de plomo. No creo que al oyente o al testigo sólo le interese la noticia per se- cuya veracidad nunca debe ser comprometida-, sino que al buscar también le importa y le atrae el cómo se cuenta. Si no, es retratar la noticia como una naturaleza muerta, con el rigor mortis justo para considerarla un hecho noticiable, y si fuese así el periodista se limitaría a diseccionar asépticamente con declinaciones técnicas y un aire burocratizado. No puede ser, no puede ser sólo esto, elementos operacionales ensimismados en los estados alterados de la materia. La noticia inmune al carácter. Si la noticia tiene esta única cara, la decepción sería lapidaria y la transmisión tendría sólo el aspecto del aire templado, ni demasiado expuesto ni demasiado hundido, no me convence y no me basta. El protocolo deja en cuarentena todas las confesiones importantes del hecho noticioso, quedando éstas reservadas a la extremaunción, supongo que por eso dicen que las tumbas nos dejan mejor de lo que fuimos. Sin embargo yo decidí titularlo el minuto crítico en todos los sentidos de la palabra, intentando calibrar la forma con el contenido y al hacerlo tal vez hallar un personaje común que cierre el círculo e hilvane la historia, tan complicado como recorrer el espacio que va del yo al mí: semántica, y más que eso, dar un paso atrás que te permita ver los defectos igual que la forma. No nos equivoquemos las noticias requieren un corte quirúrgico, pero no sólo eso, tienen una terquedad metódica, las medias sonrisas son el pretexto de una mente individualizada con el falso aspecto de un espacio despejado. Al final siempre queda la duda y la reflexión derrotista, ¿es correcto, y es lo correcto o está todo mal?
    La noticia encuentra su naturaleza no en el ser, sino en el estar, no hay pues necesidad de exequias o panegíricos. La condición de Tántalo es un arte que perfeccionar, el eterno debate entre la noticia y el aspirante a darla.

  47. Lo veías en clase todos los miércoles y jueves. Al principio te chocaba, era algo nuevo. Pero con el tiempo todos nos hicimos a él, se había convertido en una rutina, como algo mecánico. Obviamente sabes que te va a tocar, pero no cuando, era una incógnita repleta de angustia. Y es cuando menos te lo esperas, un día cualquiera, de repente dicen tu nombre, todo se paraliza, ya no hay vuelta atrás, tu día ha llegado.

    Vas a clase como si fuese un día normal, pero no lo es, hoy te enfrentaras a él. A ese momento en el que estas tu solo ante más de cien personas, de las cuales la gran mayoría son totalmente desconocidas para ti. Aún tengo el recuerdo de todas esas miradas puestas en mí, no les quieres dar mucha importancia quieres centrarte en lo que realmente importa, pero inevitablemente se te pasan por la cabeza preguntas como: ¿qué dirán? ¿que pensaran? Y todo ello en el preciso instante en el que sostienes el papel que contiene la guía de tus noticas e intentas no parecer una ‘gelatina’ gigante y parlante. Todo termina, y sientes una agradable sensación de liberación.

    Si tenemos la ocasión de volver a vernos, espero disfrutar más de la oportunidad que nos concedes de comunicar. Hasta siempre los sesenta segundos más largos (y la vez más cortos) de mi vida. Hasta siempre Minuto Informativo.

  48. Y es que en un minuto todo cambia y todo pasa, para muchos fugaz como un instante, para otros el minuto más largo de sus jóvenes vidas.
    Pese a que prestaba mucha atención a los minutos informativos de los compañeros y la forma en que lo enfocaban, me limitaba a escuchar, pues parecía que acabaría la asignatura y nunca me tocaría a mi.
    Se que para algunas personas hablar en público es un nudo en la garganta, un mar de nervios que va de los pies a la cabeza y un pánico interior que no desaparece hasta que terminan, todo esto unido al famoso “qué dirán”, o el “y si…” , esas inseguridades que desde pequeños nos atormenta la cabeza, bien por la educación o bien por la sociedad que nos rodea; ambas van de la mano.
    En cuanto a mi, mejor o peor, nunca me ha costado hablar en público.
    Nunca tengan miedo al «qué dirán», porque el mayor arrepentimiento es el de las cosas que no nos animamos a hacer.
    No deberíamos pasar vergüenza por comunicarnos hacia los demás, ya que más que algo fundamental para nuestra futura profesión, es algo necesario para la vida.
    Avanzó el tiempo y con el la lista de alumnos, mi turno, aunque dudaba si usar mi acento canario, o si quedaba mejor neutralizarlo, yo iba confiada al minuto informativo.
    Empecé bien, intente poner noticias culturales, algún suceso de última hora, y el tiempo. Nada de política, ni deporte, pues siempre se está hablando de lo mismo; corrupción y fútbol, ya cansa.
    Decía mis noticias intentando controlar la entonación, hacerlo lo mejor posible, por un segundo me empezó a importar qué pensaría el profesor de mi. Empecé a temblar y mi cuerpo hacía lo que mi mente no quería. No era vergüenza, era el darle más importancia a la mirada atenta del profesor que a la confianza que tengo en mi misma. Y eso, es un error. Intente controlarme y terminar lo mejor posible, con una de mis frases de cierre.
    Y yo ahora pido un minuto, un minuto de silencio por las asignaturas que son de relleno y pura teoría, ojalá tengamos más asignaturas con prácticas como este minuto informativo que fue tan significativo, para todos los que tenemos el objetivo de aprender a comunicar. Y es que la teoría es importante, la base de todo. Pero sin duda, con la práctica se consigue la seguridad, y con la seguridad se consiguen las cosas bien hechas. Gracias.

  49. El minuto informativo, aquella sección de clase que a todos gustaba escuchar, pero no a muchos realizar.

    Desde muy pequeño me he imaginado que estaba en una radio al frente del programa de informativos. Por tanto, cuando conocí que en esta asignatura lo haría de cara al público, y a un público amigable y que me inspiraba confianza, mostré una gran ilusión por el minuto informativo, algo poco común en los demás.
    Ya se sabe que, para alcanzar un estado de bienestar, es necesario invertir un tiempo de trabajo. Y la parte de más trabajo, tuvo lugar el día anterior con la recopilación de las principales noticias de actualidad. En efecto, actualidad… informar implica actualidad. A la hora de repasar te das cuenta de que no estás dando noticias de actualidad. Vuelta a empezar.
    Hasta que por fin llega el día. Pero algo no surge según lo previsto. Juan Carlos llega a clase y dice Iñaki María Avial, minuto informativo. ¡La dinámica cambia y toca empezar la clase por los informativos! Todo periodista debe saber improvisar, pensé. Pero, improvisar no es aquello que tanto has preparado el día anterior… No recuerdo más que 2 cosas del minuto: Mucho jaleo y muy corto se me hizo… me quedé con ganas de más. Seré raro, pero al contrario que a la mayoría, una vez más, me gustó.
    Como anécdota me queda que dije: «Buenos días, son las 12» (cuando en realidad eran las 11).

  50. 7:30, un autobús recorre la A3 con dirección a Conde Casal. Y yo, sentado en el mismo sitio de todas las mañanas, devoro titulares de diferentes medios como acostumbro a hacer. Pero aquel día era distinto, aquel día no se quedaba en una simple lectura. Había llegado el momento de seleccionar los más jugosos, los más atractivos o, quizás, simplemente los que más consiguieran traspasar mi estado somnoliento de enemigo acérrimo de las mañanas. Porque esa mañana me tocaba ponerme en pie delante de un aula llena para relatar esos 4 o 5 titulares en 60 vibrantes segundos, con la única misión de conseguir en esa audiencia lo que aquellas noticias habían conseguido conmigo: Conseguir su atención.

    No debería haber supuesto un gran reto en lo que a nervios se refiere. Al fin y al cabo, no son pocas las veces que me he subido a un escenario para tocar canciones propias y ajenas delante de un público que no dista mucho del que me esperaba aquel día. Pero dos cosas había que, sin yo saberlo, harían de esa experiencia algo completamente distinto:

    1- Aquel día no solo iba a relatar aquellos titulares en 60 segundos. Acto seguido iba a leer una poesía escrita por mí mismo hace ya 3 años. Y relatar algo «ajeno» a mi persona e, inmediatamente después, algo tan íntimo y profundo como son mis sentimientos… El contraste me pilló desprevenido.

    2- Esa mañana se iba a producir algo que yo no sospechaba, por primera vez iba a hacer algo cercano a lo que pretendo hacer lo máximo posible durante el resto de mi vida. Llevar la información a quien está dispuesto a escuchar (quizás también a alguno que no tenía esa predisposición pero a quien la información a atraído inevitablemente). Cuando me puse en pie y note el silencio de quienes esperan a escuchar lo que tienes que decir, algo dentro de mí se removió y me hizo ser consciente de lo que estaba ocurriendo.

    Benditos nervios, bendito temblor. Los viejos rockeros dicen que si, al subir a un escenario, no sigues sintiendo nervios aunque hayan pasado décadas y millones de espectadores desde la primera vez, no te molestes en seguir haciéndolo porque ya no tienes pasión. Así que solo espero que esa pasión permanezca intacta, aprender a convivir con ella y hacerla mi aliada de ahora en adelante. Que no se apague. Que nunca pare. Que no me pare.

Deja un comentario