Fecha
Autor
Rodríguez Sánchez, Rafael Ángel. Ediciones Alfar. Sevilla, 2005.

Introducción de la medicina moderna en España. Una imagen de nuestra renovación científica (1687-1727) desde la Teoría de la Ciencia de Thomas Kuhn.

PARA LA HISTORIA DE LA MEDICINA EN ESPAÑA<br> Un episodio moderno Reseña realizada por Rafael Huertas<br> Instituto de Historia<br>CSIC

Los estudios históricos sobre la medicina en el tránsito del siglo XVII al XVIII cuentan con una gran tradición en nuestro país. La historiografía al respecto, amplia y dispersa, se ha ocupado de analizar en trabajos mejor o peor contextualizados según los casos, las aportaciones concretas de las figuras más relevantes, o la importancia que el movimiento de los novatores tuvo en la transformación de las ideas médicas durante la época señalada. El libro de Rafael Ángel Rodríguez Sánchez, Introducción de la medicina moderna en España, viene a sumarse a la mencionada tradición historiográfica, pero lo hace desde unos presupuestos teóricos y metodológicos que merece la pena destacar. El propio subtítulo de la obra: Una imagen de nuestra renovación científica (1687-1727) desde la Teoría de la Ciencia de Thomas S. Kuhn, ya nos sitúa de manera explícita en los propósitos del autor. Es de agradecer que desde el principio se avise al lector de lo que se va a encontrar o de lo que puede esperar al abrir un libro, una práctica más que recomendable y no siempre seguida por los cada vez más numerosos autores que optan por poner a sus obras títulos crípticos, supuestamente atractivos y, en ocasiones, incomprensibles o incongruentes. En el caso que nos ocupa, la cosa está clara, por un lado, el autor se refiere a "nuestra renovación científica", lo que denota su identificación "patriótica" (en el mejor de los sentidos) con dicho proceso de modernización de la ciencia española; y por otro, anuncia que su estudio se realiza "desde la Teoría de la Ciencia de Thomas S. Kuhn", lo que indica el tipo de acercamiento metodológico por el que ha optado.

Estos dos elementos marcan, en mi opinión, las coordenadas (metodológicas, ideológicas, científicas, etc.) en las que Rafael Ángel Rodríguez se mueve a lo largo de todo el libro. En primer lugar, la valoración positiva, y en ocasiones heroica, que trasmite al referirse a las aportaciones de los médicos españoles. Sin caer en el panegirismo, y midiendo bien sus palabras, Rodríguez Sánchez se refiere a "los grandes" (Juan de Cabrida, Juan Muñoz y Peralta, Diego Mateo Zapata, Martín Martínez, Benito Gerónimo Feijoo) (pp. 173 y ss) o manifiesta su "elogio de justicia" (pp. 203 y ss) al movimiento renovador llevado a cabo en Sevilla, escasamente estudiado y al que me referiré más adelante. Se trata de una toma de posición historiográfica que, aunque tiene sus dificultades y sus peligros, no deja de ser oportuna. Ni los panegíricos exagerados y "patrióticos" (en el peor de los sentidos), ni los análisis hipercríticos y demoledores parecen tener ya mucho sentido -si es que alguna vez lo tuvieron- en la historia de la ciencia española. Es evidente que ninguno de los médicos o filósofos españoles estudiados puede ser comparado con Newton, con Darwin o con Descartes, pero eso no quiere decir que España fuera un erial absoluto en cuanto a ciencia y pensamiento se refiere. Como es de sobra conocido, los procesos de recepción-difusión de la ciencia no responden a asimilaciones pasivas por parte de los receptores, sino que siempre tiene lugar una reelaboración activa de los conocimientos que, analizada en el contexto político y socio-cultural concreto, permite construir los modelos o analizar las características de las llamadas "ciencias nacionales".

En este sentido, las particulares condiciones de la sociedad española de la época estudiada, propiciaron una "revolución científica" con unas particularidades que Rodríguez Sánchez se esfuerza en aclarar y discutir. Estoy, pues, de acuerdo con él cuando afirma que "La transformación de nuestro conocimiento científico no debe ser juzgada exclusivamente desde el prisma de la novedad sino que debemos tener también en cuenta la profundidad de las convicciones que debían ser cambiadas, y por tanto, la altura del salto que hubo que dar" (p. 22).

En segundo lugar, la advertencia explícita de que el estudio realizado se hace "desde la teoría kuhniana", nos sitúa en un eje metodológico que el autor asume con todas sus consecuencias. Entendemos por "paradigma" un cuerpo de doctrina sobre el que se asienta el conocimiento y la investigación, estableciendo, entre otras cosas, qué cuestiones son las más relevantes y merecedoras del esfuerzo de los científicos y qué otras pueden considerarse más triviales. Tal cuerpo de doctrina acaba siendo interiorizado por la comunidad científica, que llega a aceptar que las cosas "no pueden pensarse de otra manera". Hasta que, en un momento dado y en general debido a interrogantes que la doctrina imperante no puede contestar, pero ya tampoco ignorar, el paradigma entra en crisis y, tras una fase de conflicto -revolución científica- es sustituido por otro, dando lugar a una profunda modificación de todo el saber previo. A partir de la obra de Thomas Kuhm, The Structure of Scientific Revolution, publicada en Chicago en 1962, los conceptos de "paradigma" y "revolución científica" han marcado una forma de entender y de abordar la historia de la ciencia opuesta a la concepción tradicional que el saber científico era el resultado de un acúmulo gradual de conocimientos cada vez más perfeccionados. Pues bien, Rafael Ángel Rodríguez Sánchez estudia precisamente la fase de conflicto -la "revolución científica"- que tuvo lugar en España entre 1687 y 1727 y cuya consecuencia fue la superación del paradigma galénico y su sustitución por una modernidad llegada de Europa que incorporó desde el empirismo clínico y anatomopatológico hasta la iatroquímica o la iatromecánica.

Las tres décadas estudiadas, situadas en el tránsito del seiscientos al setecientos ya habían sido propuestas por Vicente Peset Llorca como una época fundamental en la que se produjo la "primera fase de la renovación científica española". No es para menos: en el año 1687, Crisóstomo Martínez fue enviado a París por la Universidad de Valencia para realizar un atlas anatómico que incorporó importantes novedades; es también la fecha de la publicación de Duae Controversiae, del "moderno" Casalete; y es también el momento en el que se constituyen una serie de "tertulias" científicas que crearán un caldo de cultivo de las ideas más innovadoras; ...y es, además, el año de la aparición de los Principios matemáticos de filosofía natural de Newton. En el extremo cronológico opuesto, en 1726, Feijoo publicó el primer volumen de su Teatro Crítico Universal y, un año más tarde, coincidiendo con la muerte de Newton, Mayans hace su primera llamada para desarrollar su "programa cultural".

Se trata, sin duda, de una época de debates importantes que el autor del libro que comentamos distingue en "primeras polémicas", de carácter científico y médico, y "segundas polémicas", centradas en aspectos más filosóficos. El minucioso seguimiento de dichas "polémicas" permite al autor ofrecer una imagen bastante dinámica y dialéctica del proceso que pretende estudiar: las discusiones en torno a aspectos terapéuticos, como la utilización de la sangría o la aplicación del antimonio son explicadas con solvencia y procuran al lector información suficiente como para entrever que a las distintas maneras de "curar" (o de intentar curar), correspondían supuestos anatómicos, fisiológicos y patológicos diferentes. En el plano más filosófico, las cuestiones ontológicas y las epistemológicas fueron las que tuvieron mayor protagonismo.

Especial interés tienen, a mi juicio, las páginas dedicadas al papel desempeñado en todo este proceso por las instituciones sevillanas. Se destaca la labor de la Regia Sociedad de Medicina y Ciencias de Sevilla, constituida como tertulia en 1697, como foro de debate, activo y beligerante, que es reivindicado por el autor como uno de los lugares más destacados, y escasamente estudiados hasta el momento, en relación con la introducción de la medicina moderna en España.

Nos encontramos, pues, ante una obra que aborda un proceso de cambio en el pensamiento científico español, un proceso de renovación en el que se detallan las diferencias entre lo "escolástico" y lo "moderno" a propósito de un caso especialmente relevante y significativo, como es el ejercicio de la medicina. Sin embargo, y éste es sin duda uno de los grandes méritos del libro, el ámbito del discurso no es exclusivamente médico, sino que se analizan las causas filosóficas, científicas y teológicas que permitieron o dificultaron el mencionado cambio de paradigma en la teoría y en la práctica de la medicina en España. Un análisis que permite comprender, en un marco más general, la importancia que descubrimientos anatómicos o fisiológicos (como la circulación de la sangre) tuvieron en la impugnación del galenismo, sin olvidar el papel del empirismo clínico, del atomismo o de la iatroquímica (con su concepto fundamental de fermentatio).

Es evidente que la introducción de la medicina (y de la ciencia) moderna en nuestro país, supuso la antesala que preparó la incorporación del movimiento ilustrado. Los novatores representan una mentalidad pre-ilustrada o ilustrada, caracterizada por la crítica al dogmatismo médico, la incorporación de novedades conceptuales y prácticas y, de manera particular, la adopción de un "escepticismo epistemológico" que le sirve a Rodríguez Sánchez para plantear su reflexión final. Un escepticismo como "desconfianza hacia el saber dado", que permita la osadía de rechazar el edificio del saber heredado y la construcción de todo un nuevo "programa", de un paradigma, de un periodo de "ciencia normal".

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